“Encuentro con los discípulos de Emaús”
1.-Oración introductoria.
Señor, en esta oración quiero que me enseñes a constatar la diferencia de una comunidad que todavía no se ha encontrado con el Resucitado y la comunidad que ha tenido la suerte de encontrase contigo. Te pido que este encuentro tuyo con los discípulos de Emaús sea modelo de mi experiencia personal contigo hoy. Y de todas las experiencias de vida comunitaria a lo largo de los siglos.
2.- Lectura reposada del evangelio.
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron». Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
San Lucas, en una espléndida catequesis, nos hace ver la situación de una comunidad que no se ha encontrado vitalmente con Jesucristo y otra que ha experimentado la fuerza y el poder del Señor Resucitado. Y nos habla de cuatro presencias del Resucitado.
1.– En el diálogo. Aquellos discípulos iban caminando y, como dice el texto original, “iban buscando juntos”. Si de corazón buscamos la verdad y no “mi verdad”; si acepto que la Verdad Absoluta sólo la tiene Dios y nosotros estamos sembrados de verdades fragmentarias; si estamos dispuestos a aceptar la verdad del otro hasta el punto de decir: Perdón, yo estaba equivocado; si acepto democráticamente la opinión de la mayoría, en ese diálogo sincero está presente el Señor.
2.– En la Palabra de Dios. Una palabra que está en la Biblia y a través de la oración pedimos que el Espíritu Santo nos ayude a profundizar en ella y abrirnos a su profundo significado. Si nos dejamos interpelar por ella, sentiremos, como los discípulos de Emaús, que “nuestro corazón arde por dentro”. Y en ese fuego interior descubriremos que está presente el Señor.
3.– En la “fracción del pan”. Si acudimos a la Eucaristía, no a recitar de rutina credos ya sabidos, sino a hacer presente el gesto de Jesús de “partir el pan” y nos comprometemos a darnos, a entregarnos, a vivir desviviéndonos por nuestros hermanos, especialmente por los más débiles y necesitados, podemos estar seguros que está presente el Señor.
4.– En la Comunidad. Con la muerte de Cristo viene la dispersión del grupo y los discípulos de Emaús van huyendo del grupo de Jerusalén porque allí sólo se habla de muerte y de fracasos. Si somos capaces de desandar el camino de desesperación y decepción, por una experiencia de encuentro gozoso con el Señor, es claro que en esa comunidad alegre, hermanada, con ganas de salir a contar lo que hemos vivido, está presente el Señor.
Palabra del Papa.
“El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos. Como les sucedió a los discípulos de Emaús, la voz de Jesús hará arder su corazón y les abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para sus vidas. Algunos de ustedes sienten o sentirán la llamada del Señor al matrimonio, a formar una familia. Hoy muchos piensan que esta vocación está «pasada de moda», pero no es verdad. Precisamente por eso, toda la Comunidad eclesial está viviendo un período especial de reflexión sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Además, les invito a considerar la llamada a la vida consagrada y al sacerdocio. Qué maravilla ver jóvenes que abrazan la vocación de entregarse plenamente a Cristo y al servicio de su Iglesia. Háganse la pregunta con corazón limpio y no tengan miedo a lo que Dios les pida. A partir de su «sí» a la llamada del Señor se convertirán en nuevas semillas de esperanza en la Iglesia y en la sociedad. No lo olviden: La voluntad de Dios es nuestra felicidad (S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.- Propósito: Que en este día se note que estamos en Pascua: procuraré sonreír y poner buena cara
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, te doy gracias por este tiempo de oración contigo. Te diré que eres fantástico. Me encanta esa manera tan humana de presentarte a unos amigos a quienes tanto desconcertó tu muerte. Te presentaste de una manera arrolladora con tu cuerpo resucitado: con capacidad de diálogo, de sorpresa, de novedad. Fuiste capaz de llenar de entusiasmo y ardor unos corazones fríos y desesperanzados. ¡Qué grande eres, Señor!
ORACIÓN POR LA PAZ.
«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar» (Parolín, Secretario del Estado Vaticano).
No hay comentarios:
Publicar un comentario