“Un fariseo le rogó que fuera a comer con Él”
1.- Oración introductoria.
Señor, en el evangelio de este día nos pides que vivamos en verdad, que nunca aparentemos lo que no somos, que vivamos una espiritualidad del corazón y no de ritos externos. Dame esa coherencia, esa transparencia, esa sinceridad contigo, con los demás y conmigo mismo.
2.-Lectura reposada del evangelio. Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, después de que Jesús hubo terminado de hablar un fariseo le rogó que fuera a comer con Él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: ¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Para Jesús, las comidas son muy importantes. Son momentos de encuentro, de diálogo, de ocasión propicia para entrar en comunión con las personas. Lo más importante en una comida no es lo que se come o se bebe, sino lo que se celebra, lo que se comunica. Jesús aprovecha las comidas con los hermanos de Betania (Lc.10,38,16) para descansar, para abrirles a la Palabra de Dios, para celebrar la vuelta de Lázaro ya muerto, a la vida. En las bodas de Caná, Jesús ofrece un vino nuevo, abundante y exquisito, para decirles que con Jesús ha llegado la alegría de vivir en amor y libertad. No interesan los ritos externos sino la fiesta del corazón. Por eso las primeras comunidades cristianas vieron una estrecha vinculación entre el banquete Eucarístico y la celebración de la Resurrección. “Las frecuentes menciones del banquete sugieren que la liturgia Eucarística fue la ocasión del encuentro del Resucitado con los discípulos” (L. Dufour). Ojalá sintiéramos también nosotros esa presencia del Resucitado en cada “banquete eucarístico” que celebramos. Nuestras Misas tendrían sabor a fiesta. No vamos a la Eucaristía a atarnos con normas y leyes litúrgicas sino a disfrutar de un banquete, de una gran fiesta que organiza el Señor para nosotros.
Palabra del Papa
“¿Nuestra vida es una vida cristiana de cosmética, de apariencia o es una vida cristiana con la fe que trabaja por la caridad? Jesús dice de ellos «sepulcros blanqueados» para pisar ciertas actitudes, definidas por Él duramente como inmundicia, podredumbre. También Pablo discute con los Gálatas por el mismo motivo, por su apego a la ley. La ley por sí sola no salva. Lo que vale es la fe. ¿Qué fe? La que trabaja por medio de la caridad. El mismo discurso de Jesús al fariseo. Una fe que no es solamente recitar el Credo: todos nosotros creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, en la vida eterna… ¡Todos creemos! Pero esta es una fe inamovible, no trabajadora. Lo que vale en Cristo Jesús es su labor que viene de la fe o mejor la fe que se hace trabajadora en la caridad, es decir, vuelve a la limosna. Limosna en el sentido más amplio de la palabra: desprenderse de la dictadura del dinero, de la idolatría del dinero. Toda codicia nos aleja de Jesucristo”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 14 de octubre de 2014, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)
5.- Propósito. Me acercaré a la Eucaristía como aquel que va a celebrar una fiesta.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, Tú no hacías ni caso de las críticas, sino que ibas a lo tuyo. Porque aceptabas las invitaciones que te hacían cuando querían compartir una comida contigo. Te llamaban “comilón y bebedor”. Pero Tú aprovechabas esas comidas para hablar de Dios, de su Reino, de lo maravilloso que es el Padre. Ojalá que yo también aproveche toda ocasión para hablar con la gente de lo que llevo dentro, de lo que a mí me hace feliz.
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