«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
INTRODUCCIÓN
“Que un corazón de hombre pueda amar a Dios como un hijo, que un cuerpo de carne encuentre fuerza para vivir para Dios; que el hijo de una raza pecadora, en un mundo dominado por la riqueza, por la astucia, por la violencia, tenga el coraje de escoger la debilidad, la pobreza, la inocencia, he ahí el testimonio supremo que Cristo ha ofrecido al Padre en el desierto” (J. Guillet).
TEXTOS BÍBLICOS
1ª lectura: Gn. 9, 8-15. 2ª lectura: 1Ped. 3, 18-22
EVANGELIO
Marcos 1, 12-15:
Inmediatamente, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
REFLEXIÓN
Una nota aclaratoria. En los tres ciclos litúrgicos, se lee, el primer domingo de cuaresma, el relato de las tentaciones. Este año leemos a Marcos. Es tan breve, que los liturgistas han tenido que añadir unos versículos de relleno, con otro tema totalmente distinto. Sin embargo, la concisión de Marcos no vacía de contenido la narración, sino todo lo contrario. Es impresionante la riqueza del mensaje. Veamos.
1.– INMEDIATAMENTE. EL ESPÍRITU EMPUJÓ A JESÚS AL DESIERTO. Para entender este texto hay que ir al contexto anterior donde Jesús ha sido bautizado y, al final, se ha abierto el cielo y ha descendido una voz del Padre: “Este es mi Hijo Amado, en Él me complazco” (v.11). Jesús se siente inundado, desbordado por el cariño infinito del Padre, experimentado ahora en forma “creatural” y siente necesidad de silencio y soledad. Por eso, es el mismo Espíritu Santo el que le empuja al desierto donde va a ser probado. Poco puede hacer el espíritu del mal a uno que está lleno de Dios, lleno de la ternura de Dios. Notemos que, así como hay un espíritu “malo” que nos impulsa al mal, también hay un Espíritu bueno que nos empuja al bien. Y, como dice San Pablo: “La mejor manera de vencer el mal es a fuerza de bien” (Ro. 12,21). En Marcos no hay tentaciones como en Mt y Lc. En Marcos toda la vida es prueba. Y esa prueba la vence fácilmente aquel que se siente “amado y querido” inmensamente por Dios.
2.– CUARENTA DIAS. El número 40 tiene resonancias en la Biblia: 40 años estuvo Israel por el desierto. 40 días estuvo Moisés en la montaña (Ex. 34,28). 40 días estuvo Elías en el desierto (1Reg. 19,1-8). En nuestro caso se llega más atrás. Se llega al primer hombre que también fue tentado en el paraíso. Jesús es el Hijo de Dios, pero también es el hombre verdadero que va a repetir la historia de Adán “para invertirla”. Será el iniciador positivo de la historia. Con Jesús retorna el “jardín de Dios”, un Dios que pasea con nuestros primeros padres “a la brisa de la tarde”. Con Jesús se reinicia el Proyecto Original de Dios sobre el hombre y sobre el mundo. A Jesús le acompañan fieras, los animales que hizo Dios para Adán (Gn. 2,19-20). “La expresión griega expresa la convivencia “pacífica” con los animales. Se llega a la conclusión de que el tentador ha sido vencido para restablecer la paz en la creación universal de Dios” (E. Fascher). Esa pacificación que ya estaba en Is. 11,6s. “Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito” Los animales domésticos amansarán a las fieras y nadie hará daño a nadie” Y el hombre dejará de ser “lobo para otro hombre”.
3.– Y LOS ANGELES LE SERVÏAN. Jesús es el Nuevo Adán que asume y vence la prueba de Satanás que amenazaba por destruir nuestra historia. En Gn. 3,24 Dios puso delante del jardín querubines, con una espada vibrante, para guardar el árbol de la vida. Ahora hay ángeles que le sirven a Jesús en la restauración de la nueva historia. Jesús nos llama a vencer la prueba en la que sucumbieron nuestros primeros padres. Nos invita a volver con Él al Paraíso y disfrutar de esa paz paradisiaca donde estaban nuestros primeros padres antes de la prueba: en paz con Dios, en paz consigo mismo y en paz con toda la creación. En Jesús, también nosotros nos podemos convertir en “ángeles servidores de la paz”.
PREGUNTAS
1.- Sé que hay un espíritu malo que me empuja al mal; pero ¿estoy convencido del Espíritu bueno que hay en mí y me empujar al bien? ¿Rezo por mantenerlo?
2.– Con Jesús yo puedo volver al paraíso si venzo la prueba. ¿Acostumbro a cultivar en mí ese jardín interior? ¿Lo cuido? ¿Lo protejo?
3.- ¿Me apasiona y entusiasma el poder convertirme con Jesús en un “ángel” servidor de amor, de alegría y de paz?
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