I Sufrimiento psicológico: perspectiva antropológica y bíblica.
1. Textos bíblicos
“No te abandones a la tristeza, ni te atormentes con tus pensamientos. La alegría de corazón es vida para el hombre y la felicidad le alarga los días. Distrae tu alma y consuela tu corazón, aparta de ti la tristeza; pues la tristeza ha perdido a muchos, y no se saca ningún provecho de ella”. (Eclo 30,21-23).
“En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16, 20-22).
Salmo 116
Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida».
El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.
2. Reflexión
Diversas causas han provocado un aumento de ansiedad, de sentimientos de tristeza, desesperanza y desánimo, dificultades del sueño, de la comunicación o del reconocimiento y gestión de las emociones… Todo ello nos hace redescubrir nuestra vulnerabilidad y volver nuestra mirada al “Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo” (2 Cor 1, 3).
En noviembre de 2020, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral publicó un documento: “Acompañar a personas con sufrimiento psicológico en el contexto de la pandemia covid-19”, que puede ayudarnos a centrar la reflexión y el diálogo sobre el sufrimiento psicológico desde una perspectiva más bíblica y antropológica. Hemos seleccionado algunos párrafos. El documento completo lo podemos encontrar en la dirección de internet: https://www.humandevelopment.va/es/news/2021/accompagnare-le-persone-in-sofferenza-psicologica-nel-contesto-d.html
· La sensación de desasosiego y de desamparo, la depresión, ataques de pánico y ansiedad, insomnio, la dificultad para manejar los propios estados emocionales…, han provocado un aumento de conductas negativas.
· Una ansiedad cotidiana se ha apoderado de nuestras vidas, crea alteraciones de comportamiento.
· Estar presente junto a los que sufren en su cuerpo y su mente es parte integral de la misión evangélica de la Iglesia; si quisiera evadir esta obligación, traicionaría su identidad profunda. Este compromiso de presencia que ama y sana con esperanza se refiere a toda la Iglesia y no puede ser delegada exclusivamente a especialistas del sector: capellanes de hospitales, profesionales sociosanitarios, congregaciones religiosas o asociaciones específicas.
· El sufrimiento, incluso psíquico y espiritual, pertenece a la experiencia humana. La dimensión espiritual y la dimensión psicológica tienen muchos puntos de conexión; podemos y debemos fomentar el encuentro entre todos los actores para promover el bien de quienes sufren en soledad.
· La Iglesia, desde el principio, puede y debe madurar la conciencia de que cada miembro se convierte en un experto en el arte de las relaciones que se inspira en el amor fraterno y se nutre del de Dios.
· La soledad física se ha convertido también en soledad espiritual, haciéndonos olvidar el misterio de nuestra creación como comunión y comunidad de personas y el misterio de la fraternidad que nos une como hermanos y hermanas de un solo Padre, en Cristo.
· Este sufrimiento interior se ve amplificado por el hecho de que uno debe “arreglárselas solo”, sin los demás.
· El aislamiento y el individualismo a menudo pueden acrecentar el sufrimiento mental, mientras que la naturaleza dinámica y fructífera de la vida comunitaria puede traer consuelo y alegría, incluso en medio del duelo y del dolor.
· Uno no puede salvarse solo: la fraternidad es la única forma de construir el futuro. Es el momento oportuno para avivar una nueva imaginación de lo posible, para impulsar dinámicas que puedan testimoniar la nueva vida que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia, para construir una civilización del amor.
· Se trata de la capacidad de actuar todos juntos en comunión, de una presencia que sepa ver, que interceda y sepa tejer con paciencia relaciones que lleven a cada uno a dar su respuesta sanadora.
· El sufrimiento psicológico nunca se reduce a un dolor que pueda tratarse con medios farmacológicos; es una soledad que solo la Palabra – recibida y compartida – puede curar y sanar.
· La Palabra de Dios, en el relato bíblico y en la predicación de Jesús, expresa la paciencia del Padre, que llama a cada uno a la vida y la confianza, mientras atraviesa la preocupación y la muerte.
· Las dolorosas condiciones en las que muchos se encuentran a lo largo de su existencia, a veces los llevan al límite de su fuerza física y psíquica. Sólo la amistad fiel y la cercanía fraterna pueden ofrecerles el “agua fresca” de la esperanza, que eleva y consuela.
· Cualquiera que sea la forma de escuchar y acompañar a las personas que sufren, no se puede separar de la oración.
· El acompañamiento pastoral a las personas con sufrimiento psíquico debe estar vinculado a la catequesis sobre el poder terapéutico y salvífico de los sacramentos de la Iglesia que facilitan el encuentro con Cristo venido para curar a los contritos de corazón, como médico corporal y espiritual.
3. Para la reflexión en grupo
1. ¿Cómo podemos reconocer los sufrimientos psicológicos de las personas que tenemos más próximas?
2. En la relación con las personas que padecen desánimo, tristeza, desesperanza… ¿sabemos escuchar con paciencia, haciéndonos cargo de sus sentimientos?
3. ¿Cómo podemos ser instrumentos de consuelo y portadores de esperanza frente al desánimo y la tristeza?
4. ¿Reconocemos la importancia de ponerles delante del Dios, Padre de todo consuelo, en nuestra oración?
5. ¿Nos preparamos para tejer con paciencia relaciones que lleven a cada uno a dar su respuesta sanadora?
6. ¿Maduramos en la conciencia de que hemos de crecer en el arte de las relaciones que se inspira en el amor fraterno y se nutre del de Dios?
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