Es sacerdote diocesano. Se ordenó un 17 de mayo como hoy de hace 26 años. También es director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCCRR) de la Universidad de San Dámaso, asesor nacional de la Renovación Carismática Católica en España, rector de la iglesia Nuestra Señora de Lourdes y San Justino (Madrid), capellán de un colegio (con sus niños y sus religiosas), exorcista... en fin, "esas cosas" que hacen los sacerdotes a los que tanto se menosprecia porque tanto se les desconoce desde fuera de la Iglesia (y a veces también desde dentro).
No le parecen relevantes los cargos ni la estructuras, aunque lógicamente hay que ordenarse y ajustarse a ellas para que las cosas funcionen. Lo que le importa son la responsabilidades, la manera de afrontarlas y, principalmente, el sentido que cobra todo cuando la entrega a Dios es total. "Lo importante no es tanto el hacer como el ser" dice Eduardo Toraño López.
El padre Eduardo descubrió la realidad y las dimensiones de su vocación sacerdotal a base de experiencias. Por eso ahora puede ayudar a renovar las vidas de otros y alegrarse con ellos, sobre todo con los jóvenes cuando vienen tan dañados y ve cómo les cambia la vida. El demonio se cuela demasiado a menudo cómo y dónde no debe... "Ser exorcista es solo una parte necesaria para ministerio de sanación".
Eduardo Toraño es un hombre sencillo y tímido que se resistió todo lo que pudo a la llamada de Dios, aunque en el fondo sabía que iba a perder aquella batalla. "Yo quería ser normal, y ser sacerdote no me parecía normal". Obvio: Dios ganó aquel asalto. Y le llevó por caminos incómodos, y le dio más luchas para librar durante años, porque Eduardo actuaba en obediencia y deber. Y así hubiera sido siempre, si así Dios lo hubiera planeado para él.
Pero el Señor quiso que Eduardo tuviera una vivencia personal y sanadora a los pies de Cristo crucificado, con María de Betania. Y un imprevisto Pentecostés y también la loca alegría de una Pascua de Resurrección... todo seguido, y todo para él. Sucedió entonces que Eduardo Toraño se entregó por completo y experimentó la fuerza sanadora y renovadora del Espíritu Santo. Cambió su forma de orar, de atender a las personas, de confesar, en definitiva de hacerlo todo en sintonía con el Espíritu. "He ido aprendiendo cómo actúa Dios en mí", dice Toraño. Y, "desde mi debilidad, Él me sigue moldeando" cada día. Porque después de experiencias más o menos desbordantes, hay que seguir trabajando a diario; la transformación nunca termina, asegura el padre Eduardo.
Entrega, sanación y renovación cambiarían radical y totalmente una experiencia ministerial en la que durante años sintió que no era para él, porque no se sentía en el lugar adecuado. Todo era parte de un exigente Plan para Eduardo. "Yo, que no quería, ahora solo quiero que Él siga haciendo en mi. Quiero y Le quiero".
Este es el impresionante y emotivo testimonio del padre Eduardo Toraño López, a la luz del Espíritu.
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