Después de todo lo que conoces hasta aquí, hay una cosa que no funciona: ser cristiano sin oración. Está garantizado que sale mal. Como en el caso de un enamoramiento entre un chico y una chica, no funciona si los dos nunca se dicen palabras de amor, si no comparten caricias y si nunca muestran un interés nuevo por el otro. Así tampoco se puede vivir con Dios si no se busca constantemente su cercanía.
¿Qué es la oración?
Hay una persona que lo sabe: santa Teresa de Jesús. Teresa era una mujer apasionada y rebelde, y, a la vez, una mística (es decir, Dios hablaba con ella muy intensamente). Está considerada quizás como la mayor maestra de oración en la Iglesia. ¿Y qué nos dice Teresa que es la oración?
En mi opinión la oración no es otra cosa que tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.
De otra gran santa, la Madre Teresa de Calcuta, podemos aprender cómo se puede permanecer realmente en contacto constante con Dios.
Aprender a orar con Madre Teresa
Quizás pienses ahora: ¿Tiene que ser directamente Madre Teresa, una santa tan grande? ¡Si quiero aprender a nadar no recurro en primer lugar al campeón mundial!
Pero no tienes por qué tener miedo. También Madre Teresa tuvo que aprender a orar, como tú y como yo. Y en su vida tuvo largos tiempos en los que le parecía que Dios estaba lejos, muy lejos de ella. No sentía nada de nada. Pero Madre Teresa había comprendido una cosa: Si Dios está muy cerca de mí, entonces tengo que vivir necesariamente en relación con él. Él es la fuente de mi vida. No sucede nada sin que lo quiera Dios. Y de este modo buscó a Dios con una gran pasión, incansablemente. Escucha lo que nos dice:
Creo que no hay nadie que necesite más a Dios que yo. Me siento tan inútil y tan débil. Como no puedo confiar en mí misma, me fío de él las veinticuatro horas del día. Mi secreto es sencillo: rezo. Amo rezar. El anhelo de rezar está siempre en mí. La oración ensancha el corazón hasta que está dispuesto a acoger el regalo de Dios, que es él mismo. Nos gustaría tanto orar bien, pero entonces fracasamos. Si quieres aprender a orar bien, ora más. Si queremos ser capaces de amar, debemos orar.
Todos lo que conocieron a la Madre Teresa testimonian que, en realidad, hacía muy pocas cosas: o bien sonreía y estaba dedicada a la gente. O trabajaba (atendía a un moribundo, escribía cartas en una ruidosa máquina de escribir Olympia). O rezaba. Constantemente se deslizaban las cuentas del rosario entre sus dedos. Realmente intentaba estar las veinticuatro horas del día en contacto con Dios. Su confianza en Dios era infinita. Con frecuencia comenzaba proyectos sociales sin disponer de un solo céntimo. Oraba y estaba convencida de que Dios no la iba a dejar en la estacada. Y él estaba allí. La vida de Madre Teresa está llena de milagros: de repente aparecía de cualquier punto del mundo un cheque que contenía justamente la suma de dinero que necesitaba Madre Teresa.
¿Comprendes ahora por qué a lo mejor sí es preferible aprender a nadar con el campeón mundial? Quizás nunca lleguemos a ser tan grandes orantes como Madre Teresa. Pero debemos saber que serían posibles verdaderos milagros si pusiéramos todo nuestro corazón en Dios.
En el YOUCAT, el papa Benedicto XVI invita a los jóvenes a orar. Dice lo siguiente:
Por eso os invito a buscar cada día al Señor, que no quiere otra cosa que el que seáis verdaderamente felices. Mantened viva una relación fuerte y constante en la oración y, según vuestras posibilidades, estableced momentos en vuestra jornada en los que busquéis sólo su compañía. Si no sabéis cómo debéis orar, pedidle entonces a él que os enseñe, y pedid a su Madre del cielo que ore con vosotros y por vosotros..
Una pequeña escuela de oración,
para los que realmente quieren orar
En el “Libro de oración para jóvenes YOUCAT” hay una “sencilla escuela de oración” que es muy útil para todos los jóvenes que quieren tomar en serio su relación viva con Dios. Bertold Brecht dijo una vez: “La verdad es concreta”. Y también en la oración se muestra que sólo quien busca realmente a Dios, conviene consigo mismo una serie de pasos concretos. Quizás te ayude tomar alguna nota acerca de lo que te vas a proponer hacer en concreto. Dice este texto
Decídete.
Dios nos ha creado y nos quiere como personas libres. Si tú quieres, decídete a llegar a ser una persona que ora ya dar forma a tu relación con Dios. Decide conscientemente: voy a rezar en este y en este momento. Toma la decisión de la oración de la mañana ya la tarde anterior y la de la oración de la tarde desde por la mañana.
Sé fiel en lo pequeño
Algunos comienzan a orar con grandes propósitos. Pasado un tiempo fracasan por ello y piensan que no son capaces de orar. Comienza con pequeños tiempos estables de oración. Y mantente fiel. Entonces podrán crecer tu deseo y también tu oración, conforme a ti mismo, al tiempo y a tus circunstancias.
Tómate tiempo para orar.
Orar quiere decir estar atento a que Dios está pendiente de mí. Con él no es necesario solicitar audiencia. Para el tiempo de oración hay tres criterios que pueden ser útiles. Establece un tiempo fijo (la costumbre ayuda), un momento tranquilo (suelen ser con frecuencia la mañana o la noche) y un tiempo valioso, que te gusta, pero que también regalas con gusto (no es un “tiempo muerto”).
Prepara bien el lugar.
El lugar donde rezas influye en tu oración. Por eso debes buscar un lugar en el que puedas orar bien. Para muchos será el borde de la cama o el escritorio. A otros les ayuda tener un lugar preparado, que se lo recuerda e invita a la oración: un taburete, una silla con reclinatorio, una alfombra, un icono, una cruz o una imagen, la Sagrada Escritura, un libro de oración.
Estructura y ritualiza tu vida de oración.
Vencerse cada día de nuevo para hacer oración puede costarnos mucho esfuerzo. Dale a tu oración un orden fijo (un ritual). Este orden no te debe limitar, sino ayudarte a no tener que pensar cada día si quieres orar y cómo. Antes de orar ponte conscientemente en presencia de Dios; después de la oración tómate un tiempo para dar gracias y para dejarte bendecir por Dios.
Ora con todo el ser.
La oración no es sólo cuestión de pensamientos y palabras. En la oración toda la persona está llamada a unirse a Dios: tu cuerpo, tus percepciones internas y externas, tu memoria, tu voluntad, pensamientos y sentimientos o el sueño de la noche pasada. A veces las distracciones te aportan una valiosa información acerca de lo que te ocupa y mueve realmente y de lo que puedes poner expresamente ante Dios y dejarlo en él. Aquello que hay que hay que resolver y que se te ocurre durante la oración, puedes también escribirlo y (después) volver a la oración.
Ora de formas diferentes
Descubre y practica las muchas formas de la oración, que pueden ser diferentes según el tiempo, el propio estado de ánimo y la situación actual: la oración ya formulada de otro orante, a la que me adhiero; la oración personal en las intenciones personales; la oración a partir de una palabra de la Sagrada Escritura (por ejemplo, las lecturas de la misa del día); la oración de corazón (llamada la oración de Jesús), en la que se repite una jaculatoria breve o sólo el nombre de Jesús en cada respiración; la oración interior, en la que toda la persona, interior y exterior, está en silencio y escucha…
Aprovecha las ocasiones.
También puedes aprovechar las ocasiones que se presentan para orar entremedias (por ejemplo una jaculatoria, una breve acción de gracias o una alabanza): un tiempo de espera, el viaje en autobús, en el tren o en el coche (no poner inmediatamente la música), la hora libre, la capilla o la iglesia que está en tu ruta habitual. Convierte las ocasiones que se te presentan para orar en invitaciones para unirte de nuevo más con Dios.
Deja hablar a Dios
Orar quiere decir también escuchar la voz de Dios. Dios habla de forma más explícita en las palabras de la Sagrada Escritura, que la Iglesia lee cada día. Habla a través de los santos. Pero también habla —a menudo de forma escondida— en el corazón de cada persona, por ejemplo, en el juicio de tu conciencia o mediante una alegría interior. La palabra de Dios en la Escritura deja oír la palabra de Dios en el corazón y le pone voz. Deja hablar a Dios en tu oración. Entra en intimidad con él, de forma que puedas distinguir su voz de las demás voces y aprendas a reconocer su voluntad.
Ora con la Iglesia terrestre y celeste.
Quien ora se introduce —tanto si ora solo como si ora con otros— en la gran comunión de los orantes. Ésta abarca desde la tierra hasta el cielo e incluye tanto a los que viven hoy como a los ángeles, los santos y la multitud desconocida de los que viven junto a Dios. Orar significa también orar con otros y orar por otros. Por eso es bueno no rezar sólo uno mismo, sino, allí donde sea posible, también con otros: con la familia, con los amigos, con tu comunidad. Y con los santos. Puedes pedir su intercesión. Porque la comunión de oración de las personas ante Dios no termina con la muerte.
Las dos oraciones más importantes del mundo
Las dos oraciones más importantes son el Padrenuestro y el Avemaría. El Padrenuestro porque Jesús mismo nos enseñó a usar estas palabras, y el Avemaría porque comienza con las palabras con las que el ángel de Dios anunció la Encarnación de Cristo. No debería pasar ni un solo día sin que camines de la mano de estas dos oraciones, durante toda tu vida.
Pero no las pronuncies de forma monótona e inconsciente, sino medita en cada ocasión lo que significan. Te presentamos aquí un intento de traducir ambas oraciones en un nuevo lenguaje, sólo para la meditación, no para recitarlas tal cual. Los teólogos pondrán algunos reparos a nuestra “traducción”. Pero es importante que también vosotros, junto a vuestro sacerdote o vuestro catequista, intentéis penetrar en el sentido de las palabras, que os acompañarán durante toda la vida. Y tenéis que aproximaros a estas oraciones con el corazón.
El Padrenuestro
Padre nuestro que estás en el cielo,
Padre invisible de todos los hombres,
santificado sea tu Nombre;
queremos alabar tu nombre.
venga a nosotros tu reino;
¿Qué dice el Padrenuestro?
¡Que tu nueva vida se muestre en todas partes!
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Que sean tus deseos los que se impongan en todas partes,
en lo visible y en lo invisible.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
Danos aquello que necesitamos en el día a día.
Perdona nuestras ofensas,
No nos trates según lo que hemos ocasionado;
concédenos un nuevo inicio,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
tal como nosotros damos otra oportunidad
a los que nos han hecho algo;
no nos dejes caer en la tentación,
no nos dejes solos en la tentación,
y líbranos del mal.
sino libéranos del mal.
[Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Esto es así. Se puede orar:
El Avemaría Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
| ¡Hola, María! Estás llena de la fuerza de Dios. Dios está contigo. Sobre ti hay más bendición, que en todas las mujeres de la tierra. Bendición es quien llena tu vientre, Jesús. Santa María, Madre del Dios hecho hombre, pide por nosotros, fracasados, ante Dios, en este momento y cuando muramos. Que así sea.
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