Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.
1.- Introducción.
Señor, dame a entender el evangelio cuando se me hace difícil, cuando sus palabras me suenan a raras, cuando no las entiendo. Eso me pasa hoy con este evangelio que trata de tu madre. Enséñame a ser humilde y pedirte la gracia de interpretar tu palabra con la ayuda de tu gracia.
2.- Lectura reposada del evangelio. Lucas 8, 19-21
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le anunciaron: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte. Pero él les respondió: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.
3.- Qué dice el texto. Meditación-reflexión. Aparentemente, Jesús no deja en buen lugar a su madre a quien apenas hace caso, pero sólo aparentemente. Según la mentalidad de entonces la madre se reducía a tener hijos y estar en la cocina. Una mujer del pueblo, queriendo hacer un elogio de Jesús, le dice: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron” (Lc.11,27). Jesús no podía reducir la vida de su madre a la esfera meramente biológica, o a la situación de cualquier mujer de Israel. Jesús tenía un plan mucho más amplio y maravilloso para su madre. Ella sería la “oyente de la Palabra de Dios”. Y, sobre todo, la que cumplía esa palabra. La Madre estaba destinada para llevar adelante la obra de Jesús en la Iglesia. Ella estaba destinada a ser la madre de esa Iglesia, el modelo perfecto, el mejor icono. María es el mejor boceto de la Iglesia; y siempre que la Iglesia quiere renovarse, rejuvenecerse, ponerse al día según las circunstancias de cada época, debe mirar a María y fijarse en ella. Palabra del Papa. «¿Qué ha traído Jesús? […] Ha traído la universalidad, que es la grande y característica promesa para Israel y para el mundo. La universalidad, la fe en el único Dios de Abraham, Isaac y Jacob, acogida en la nueva familia de Jesús que se expande por todos los pueblos superando los lazos carnales de la descendencia: éste es el fruto de la obra de Jesús. Esto es lo que le acredita como el “Mesías” y da a la promesa mesiánica una explicación, que se fundamenta en Moisés y los profetas, pero que da también a éstos una apertura completamente nueva. El vehículo de esta universalización es la nueva familia, cuya única condición previa es la comunión con Jesús, la comunión en la voluntad de Dios. Pues el Yo de Jesús no es un ego caprichoso que gira en torno a sí mismo. “El que cumple la voluntad de mi padre, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 52). 4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio) 5.- Propósito. Hoy, para honrar a María, tomaré un texto de la Biblia, lo rumiaré en mi corazón y lo haré vida. 6.- Dios me ha hablado hoy a mí por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración. Señor, te doy gracias porque hoy he aprendido un poco más del puesto de tu madre en la Historia de la Salvación. Es la que mejor ha escuchado tu palabra, la ha conservado en su corazón, la ha rumiado y la ha hecho vida. Cuando yo acudo a Ella me da esa misma palabra “rumiada” por ella, rezada por ella, hecha carne en ella. Por eso me da la palabra que yo necesito en cada momento, una palabra hecha vida. |
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