Se pasó la noche en la oración de Dios
1.- Oración introductoria.
Señor, me encanta ese trozo del evangelio donde dice que “la gente quería tocarte”. Has rezado en la noche, has llamado a los doce, has bajado del monte y has curado a todos, incluso a los no judíos, los de Tiro y Sidón… ¿Quién no querrá tocar a una persona como Tú? ¿Quién no se sentiría feliz después de un abrazo tuyo? Pero no envidiemos a los que vivieron entonces. Hoy, en cada comunión, puedo abrazarle, estrecharle, comerle a besos. ¿Quién me lo impide?
2.-Lectura reposada del evangelio: Lucas 6, 12-19
Sucedió que por aquellos días se fue Jesús al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Me impresiona el hecho de que Jesús, antes de llamar a los doce, se pase toda una noche orando. ¡Con qué seriedad toma Jesús las cosas! Y lo que hace en la noche es dialogar con el Padre y “barajar con Él los nombres de los que iba a elegir”. Ala mañana siguiente, todos esos nombres le sonaban muy bien. El trabajo ya estaba hecho. Sólo quedaba encontrarse con las personas concretas y decirles:
Simón, Andrés, Santiago, Juan… ¡Venid conmigo! Lo que hizo Jesús con los doce es lo que hace con todos los elegidos. Es hermoso pensar que mi vocación se debe a un diálogo maravilloso que ha tenido Jesús con el Padre acerca de mí. La vocación es algo muy personal. Por eso, la obra que a mí se me ha encomendado debe ser también delicada, fina, artesanal. Con cada una de las personas con las que yo me encuentre en mi vida pastoral debo darle un trato exquisito. “Bajó del monte y se detuvo en un paraje llano”. Y en ese llano estaba el pueblo con sus problemas, sus preocupaciones, sus enfermedades. Y a todos atendía, a todos escuchaba, a todos los curaba. ¡Qué bien se hacen las cosas “en el llano” cuando antes uno ha subido a la montaña!
Palabra del Papa
“Cuando las decisiones se convierten en algo urgente y complejo, su oración se hace cada vez más larga e intensa. En la inminente elección de los Doce Apóstoles, por ejemplo, Lucas destaca la duración de la oración preparatoria de Jesús: «En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles». Observando la oración de Jesús, deben surgirnos diversas preguntas: ¿Cómo rezo yo? ¿Cómo rezamos nosotros? ¿Qué tiempo dedicamos a la relación con Dios? ¿Es suficiente la educación y formación a la oración actualmente? ¿Quién nos puede enseñar? […] Escuchar, meditar, callar ante el Señor que habla, es un arte que se aprende practicándolo con constancia. Ciertamente, la oración es un don que exige, sin embargo, el ser acogido; es una obra de Dios, pero que exige compromiso y continuidad por nuestra parte, sobre todo la continuidad y la constancia son importantes”. Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2011.
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio)
5.-Propósito. Buscaré en este día un rincón de intimidad con el Señor para darle gracias porque mi vocación ha sido objeto de un diálogo de Jesús con el Padre en la noche.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Gracias, Señor, por la oración de este evangelio tan bonito y tan interesante. Tú nunca hacías nada sin antes haberlo consultado con el Padre. ¿Y por qué yo hago tantas cosas sin contar contigo? Haz que no sea tan orgulloso, tan prepotente y te pida consejo. Así evitaré tantos fracasos. Méteme en mi cabeza aquello que dijiste a tus discípulos: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Juan 15, 5).
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