¿Quién será el mayor?
1.- Oración introductoria.
Señor, en este día te suplico que me des “alma de niño”. Que mi único tesoro seas Tú, que no ambicione ni riquezas ni poder, ni gloria de este mundo. Yo sólo quiero ser importante por todo lo que Tú me das; y más importante todavía por lo feliz que vivo totalmente despreocupado de mis cosas, incluso de mí mismo. Como un niño me siento feliz en tus manos y todo lo espero de Ti.
2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 9, 46-50
En aquel tiempo se suscitó una discusión entre ellos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
El ansia de ser el mayor entre los otros, de dominarlos, de disponer de ellos, responde a una inclinación muy fuerte, muy arraigada en el corazón del hombre, también en el de los discípulos. A veces, el ansia de dominar se tiene escondida o se disimula tras una máscara. Los dominadores de los pueblos se hacen llamar «bienhechores». Por eso hay que estar muy alerta para no dejarse dominar por este mal que puede arruinar a las personas. Hay que desenmascararlo a tiempo. Cuando ha habido un movimiento sísmico y pasan los técnicos para comprobar el estado de las viviendas que han permanecido en pie, lo que les interesa es saber cómo ha quedado dañada la “estructura del edificio”. Si ha sido afectada, no cabe remodelación, hay que tirarlo del todo. Según el evangelio, cuando un discípulo suyo, -sea sacerdote, obispo, o Papa- está tocado de este mal y quiere ser “el más grande” para así dominar a los demás, debe desaparecer, porque constituye un grave peligro para todo el edificio de la Iglesia. Y ¿por qué Jesús ha sido tan exigente en este punto? Jesús, el más grande, fue entregado en manos de los hombres a fin de que dispusieran de él. Él es el pequeño, el niño, el insignificante. En el reino de Dios inaugurado por Jesús, los pequeños vienen a ser los mayores, los humildes se convierten en señores, los dominadores se hacen esclavos. Esta revolución de los corazones tiene lugar en nombre de aquel que, siendo Hijo de Dios, inició aquí en la tierra una escalada de “descenso”. Y no puede tolerar que, entre los suyos, se de una “escalada de ascenso”.
Palabra del Papa.
“Jesús enseña a los apóstoles a ser como niños. Los discípulos peleaban sobre quién era el más grande entre ellos: había una disputa interna… el carrerismo. Estos que son los primeros obispos, tuvieron esta tentación. ‘Eh, yo quiero ser más grande que tú…’. No era un buen ejemplo que los primeros obispos hagan esto, pero era la realidad. Y Jesús les enseñaba la verdadera actitud, la de los niños. La docilidad, la necesidad de consejo, la necesidad de ayuda, porque el niño es precisamente el signo de la necesidad de ayuda, de docilidad para ir adelante… Este es el camino. No quién es más grande. Los que están más cerca de la actitud de un niño están más cerca de la contemplación del Padre”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 2 de octubre de 2014, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)
5.-Propósito. En este día voy a poner mi mirada en lo pobre, lo pequeño, lo humilde y sencillo que me ocurra en este día.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Gracias, Señor por las enseñanzas de este día. Nunca me había parado a pensar en lo peligroso que es el “virus” de la autocomplacencia, del querer ser más, del querer dominar a los demás. He comprendido muy bien que el verdadero camino para ir al Padre eres Tú; y que el verdadero camino para ir a Ti es “un niño”, un niño que se siente seguro no en sí mismo sino en su papá. El niño sabe que tiene unos pies muy frágiles y se puede caer; pero también sabe que su padre tiene unos brazos muy fuertes que le sostienen.
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