“Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros”.
1.-Oración introductoria.
Señor, hoy necesito que me ayudes a entender esta parte del evangelio que se me hace más difícil de asimilar. A todos nos gusta que nos acepten, nos acojan, nos reciban y hasta que hablen bien de nosotros. Pero Tú nos dices, por propia experiencia, que siempre no es así. Y nos encontramos con la oposición, el rechazo, incluso el odio. ¿Qué hacer? Yo quiero fiarme de tu Palabra: El discípulo no es más que el maestro. Haz que yo me aproveche de esta oportunidad para parecerme más a Ti.
2.- Lectura reposada del evangelio. Juan 15, 18-21
Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
3.- Qué dice la Palabra de Dios.
Meditación-reflexión
Hay que tener en cuenta que San Juan, al tratar del mundo en un sentido peyorativo no se refiere al mundo material creado por Dios, el mundo de las luces y colores, el mundo de las realidades humanas, el mundo de nuestro cuerpo. Todo ha sido asumido por Él al hacerse “carne”. Todo ese mundo es maravilloso. Pero hay otro mundo, “el mundo ése” el que rechazó a Jesús, el que llevó a Jesús a la muerte. Ese mundo que ha odiado a Jesús, nos puede seguir odiando también a nosotros. hoy. El verdadero discípulo de Jesús acepta ese rechazo porque así se parece más a Jesús. No olvidemos que hemos sido objeto de una elección divina, como dice el evangelio de hoy. Y toda elección comporta no sólo un amor de predilección sino de singularidad. Cada uno de nosotros puede decir: “Me ama a mí”. “Conoce mi nombre”. Para saber qué significa ser llamado por nuestro propio nombre, habría que acudir a la experiencia de María Magdalena cuando Jesús Resucitado le dice: !María! Ese nombre pronunciado por Jesús con cariño y admiración le bastó para creer en la Resurrección y convertirse en primera discípula. Lo mismo que hizo Jesús con Pedro en Tiberiades: “¿Simón, me amas?” Nuestra vida debe convertirse en respuesta de amor al amor que Dios nos tiene. Y debemos estar atentos para escuchar nuestro propio nombre pronunciado por Jesús, ahí en lo más recóndito de nuestro corazón.
Palabra del Papa.
“Sin embargo, la presencia de esta alegría no excluye la posibilidad del sufrimiento. San Pablo pone esto enseguida de manifiesto cuando dice que la participación en la filiación de Cristo significa participar también en sus sufrimientos. Pues gloriarse en Cristo es gloriarse en su cruz (cf. Gal 6, 14). Si tratamos de profundizar nuestra relación con el Padre en el Espíritu Santo, no hemos de sorprendernos al comprobar que somos malentendidos, contestados o perseguidos a causa de nuestras creencias”. Juan Pablo II, santa misa en el «Delaney Park Strip», Alaska. 26 de febrero de 1981.
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)
5.- Propósito: hacer un intento por escuchar hoy la voz de Jesús que me llama por mi nombre.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy te quiero agradecer el haber caído en la cuenta de que soy un “elegido”. Mi nombre te suena, mi nombre no se te olvida, mi nombre suscita en Ti interés, cercanía, cariño. Y esa misma experiencia quiero tener yo cuando pronuncio el tuyo. Que el mero hecho de pronunciar tu nombre me conmueva, me anime, me ilusione y me llene de tu paz.
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