miércoles, 31 de octubre de 2018

Entrad por la puerta estrecha

1.- Oración introductoria.
Señor, la lectura de hoy me parece muy difícil. No la puedo entender. ¿Cómo dices que hay que entrar por la puerta estrecha? ¿Acaso no has rezado tú mismo el salmo que dice: “Tú que en el aprieto, me diste anchura?” (Sal. 4,2). Angustia viene de angosto y Tú quieres que vivamos con el alma “enchanchada” y no “angustiada”. Dame tu luz para descubrir, en esta oración, el profundo significado de tus palabras.


2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: “¡Señor, ábrenos!” Y os responderá: “No sé de dónde sois.” Entonces empezaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas”; y os volverá a decir: “No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!” «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.


3.- Qué dice el texto.
Meditación y reflexión
El famoso especialista en Lucas, François Bovon comienza el comentario a este texto, diciendo: “Si este pasaje se nos hubiera transmitido en un solo fragmento de un papiro, nos daría una imagen muy severa del mensaje de Jesús”. Por eso, él mismo nos advierte de la necesidad de mirar el evangelio en su conjunto y en su contexto. No olvidemos que es precisamente Lucas el evangelio de la bondad y de la misericordia de Jesús, el único que nos trae la más maravillosa de las parábolas: “la del Padre bueno a quien le traiciona el corazón” (Lc.15, 11-32). Esto no quita el que debamos tener muy presentes las serias advertencias de Jesús sobre la exigencia de su seguimiento. Por otra parte, la doctrina de los fariseos dominantes en la época de Jesús, decía: “Todo Israel tiene participación en el mundo venidero” (Mishna, Sanhedrin 10,1). Tal vez estas palabras de Jesús vayan dirigidas a los fariseos de todos los tiempos que se creen “raza escogida” y por el hecho de pertenecer al pueblo de Dios, a la Iglesia, a la institución clerical etc, uno ya está salvado. El único que nos puede salvar es Jesús. Y el único que nos puede decir cuál es el camino seguro para salvarse, es Jesús. Nos podemos preguntar: ¿De verdad dijo Jesús esas palabras? Algunos quieren matizarlas al hablar de unas puertas estrechas, que apenas podían pasar los camellos cuando no llevaban carga, y que les era imposible cuando estaban cargados. Dejemos las palabras como aparecen en el evangelio: “es más fácil que un camello pase por el agujero de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos” (Mc. 10,25). Entonces, ¿Quién puede salvarse? Y dice el evangelio: ¡Nadie! si se trata de salvarse el hombre por sus solas fuerzas. ”Pero lo que es imposible a los hombres es posible para Dios” (Lc. 18,27). Por el hecho de ser libres, tenemos muchas puertas delante de nosotros. Pero la puerta de la salvación es una: “Yo soy la puerta” (Juan 10,9). Y la puerta de Jesús es “la puerta del amor”. Esta puerta del amor, para la mayoría de las personas es ancha, muy ancha, porque a cualquier cosa llaman “amor”. Pero esta puerta se va estrechando a medida que ese amor va ganando en calidad y sublimidad. “Nadie ama más que aquel que da la vida por los amigos” (Juan 15,13). Jesús nos invita a pasar por la “puerta estrecha” del amor auténtico, del amor gratuito, de amor sacrificado, del amor que realiza y hace crecer a las personas, del amor que nos hace plenamente felices, del amor de Jesús.

Palabra del Papa.
Jesús, sé bien que la puerta es estrecha, que el camino es difícil. Veo mi vida y me entra un poco el miedo porque muchas veces prefiero mi comodidad. Muchas veces me conformo con una vida mediocre. Tantas veces me olvido de Ti. Y otras tantas no vivo el mandamiento del amor. Y sé bien que eres justo y me reconozco pecador, ¿qué puedo hacer? ¿Qué puedo pensar al ver que cada día sigo siendo una oveja desobediente y perezosa? ¿Qué te puedo decir cuando Tú sabes bien que soy como ese hijo que se marcha de casa con la herencia y la despilfarra? Pues sí, soy así. Pero creo que Tú me puedes curar. Jesús, pongo en tus manos mi pecado, mi debilidad. Aquí me tienes. Quiero seguir luchando. Pondré todo lo que esté de mi parte para entrar por la puerta angosta. No me conformaré con vivir en la mediocridad. Creo que puedo cambiar, pero no puedo solo. Dame tu gracia y tu luz para que sepa dónde caminar. «La Iglesia no nace aislada, nace universal, una y católica, con una identidad precisa pero abierta a todos, no cerrada, una identidad que abraza al mundo entero, sin excluir a nadie. La madre Iglesia no le cierra a nadie la puerta en la casa. A nadie, ni siquiera al más pecador, a nadie, y esto por la gracia y la fuerza del Espíritu Santo. La madre Iglesia abre sus puertas a todos porque es madre» (Homilía de S.S. Francisco, 24 de mayo de 2015

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)

5.- Propósito. Hoy me comprometo a amar al estilo de Jesús, es decir, a fondo perdido.


6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, al acabar este rato de oración debo agradecerte que me has aclarado todas mis dudas. La puerta estrecha es la puerta del amor. Y el amor es lo único que no cansa, no agobia, no esclaviza, con tal que sea verdadero amor. ¿Cómo poder ser felices sin amar y ser amados? Pero un amor egoísta nos envilece; en cambio un amor gratuito y sacrificado como el de Jesús, nos ennoblece, nos eleva, nos enriquece, nos hace felices. Señor, ¡danos siempre de ese amor!

martes, 30 de octubre de 2018

18 de noviembre, II Jornada Mundial de los pobres 2018

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Mensaje del papa Francisco para la II Jornada Mundial de los pobres

El papa Francisco ha hecho público su Mensaje para la II Jornada Mundial de los pobres que se celebrará el 18 de noviembre. “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó” es el lema que ha elegido para la Jornada de este año.
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
II JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
18 de noviembre de 2018
“Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”

1. «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34, 7). Las palabras del salmista se vuelven también las nuestras a partir del momento en que somos llamados a encontrar las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en las que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de “pobres”. Quien escribe tales palabras no es ajeno a esta condición, al contrario. Él tiene experiencia directa de la pobreza y, sin embargo, la transforma en un canto de alabanza y de acción de gracias al Señor. Este salmo permite también a nosotros hoy comprender quiénes son los verdaderos pobres a los que estamos llamados a volver nuestra mirada para escuchar su grito y reconocer sus necesidades.


Se nos dice, ante todo, que el Señor escucha los pobres que claman a Él y que es bueno con aquellos que buscan refugio en Él con el corazón destrozado por la tristeza, la soledad y la exclusión. Escucha a cuantos son atropellados en su dignidad y, a pesar de ello, tienen la fuerza de alzar su mirada hacia lo alto para recibir luz y consuelo. Escucha a aquellos que son perseguidos en nombre de una falsa justicia, oprimidos por políticas indignas de este nombre y atemorizados por la violencia; y aun así saben que en Dios tienen a su Salvador. Lo que surge de esta oración es ante todo el sentimiento de abandono y confianza en un Padre que escucha y acoge. En la misma onda de estas palabras podemos comprender más a fondo lo que Jesús proclamó con las bienaventuranzas: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 3).


En virtud de esta experiencia única y, en muchos sentidos, inmerecida e imposible de describir por completo, nace por cierto el deseo de contarla a otros, en primer lugar a aquellos que son, como el salmista, pobres, rechazados y marginados. En efecto, nadie puede sentirse excluido del amor del Padre, especialmente en un mundo que con frecuencia pone la riqueza como primer objetivo y hace que las personas se encierren en sí mismas.


2. El salmo caracteriza con tres verbos la actitud del pobre y su relación con Dios. Ante todo, “gritar”. La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios. ¿Qué expresa el grito del pobre si no es su sufrimiento y soledad, su desilusión y esperanza? Podemos preguntarnos: ¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles? En una Jornada como esta, estamos llamados a hacer un serio examen de conciencia para darnos cuenta si realmente hemos sido capaces de escuchar a los pobres.


El silencio de la escucha es lo que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Se está tan atrapado en una cultura que obliga a mirarse al espejo y a cuidarse en exceso, que se piensa que un gesto de altruismo bastaría para quedar satisfechos, sin tener que comprometerse directamente.


3. El segundo verbo es “responder”. El Señor, dice el salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde. Su respuesta, como se testimonia en toda la historia de la salvación, es una participación llena de amor en la condición del pobre. Así ocurrió cuando Abrahán manifestaba a Dios su deseo de tener una descendencia, no obstante él y su mujer Sara, ya ancianos, no tuvieran hijos (cf. Gén 15, 1-6). Sucedió cuando Moisés, a través del fuego de una zarza que se quemaba intacta, recibió la revelación del nombre divino y la misión de hacer salir al pueblo de Egipto (cf. Éx 3, 1-15). Y esta respuesta se confirmó a lo largo de todo el camino del pueblo por el desierto: cuando el hambre y la sed asaltaban (cf. Éx 16, 1-16; 17, 1-7), y cuando se caía en la peor miseria, la de la infidelidad a la alianza y de la idolatría (cf. Éx 32, 1-14).


La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en Él obre de la misma manera dentro de los límites de lo humano. La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo y de toda región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío. Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un signo de compartir para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la presencia activa de un hermano o una hermana. Los pobres no necesitan un acto de delegación, sino del compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor. La solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia – que es necesaria y providencial en un primer momento –, sino que exige esa «atención amante» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199) que honra al otro como persona y busca su bien.


4. El tercer verbo es “liberar”. El pobre de la Biblia vive con la certeza de que Dios interviene en su favor para restituirle dignidad. La pobreza no es buscada, sino creada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia. Males tan antiguos como el hombre, pero que son siempre pecados, que involucran a tantos inocentes, produciendo consecuencias sociales dramáticas. La acción con la cual el Señor libera es un acto salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de Dios. Tantos salmos narran y celebran esta historia de salvación que se refleja en la vida personal del pobre: «Él no ha mirado con desdén ni ha despreciado la miseria del pobre: no le ocultó su rostro y lo escuchó cuando pidió auxilio» (Sal 22, 25). Poder contemplar el rostro de Dios es signo de su amistad, de su cercanía, de su salvación. «Tú viste mi aflicción y supiste que mi vida peligraba, […] me pusiste en un lugar espacioso» (Sal 31, 8-9). Ofrecer al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador” (cf. Sal 91, 3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para que pueda caminar expedito y mirar la vida con ojos serenos. La salvación de Dios toma la forma de una mano tendida hacia el pobre, que ofrece acogida, protege y hace posible experimentar la amistad de la cual se tiene necesidad. Es a partir de esta cercanía, concreta y tangible, que comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).


5. Me conmueve saber que muchos pobres se han identificado con Bartimeo, del cual habla el evangelista Marcos (cf. 10, 46-52). El ciego Bartimeo «estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna» (v. 46), y habiendo escuchado que pasaba Jesús «empezó a gritar» y a invocar el «Hijo de David» para que tuviera piedad de él (cf. v. 47). «Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más fuerte» (v. 48). El Hijo de Dios escuchó su grito: «“¿Qué quieres que haga por ti?”. El ciego le contestó: “Rabbunì, que recobre la vista!”» (v. 51). Esta página del Evangelio hace visible lo que el salmo anunciaba como promesa. Bartimeo es un pobre que se encuentra privado de capacidades básicas, como son la de ver y trabajar. ¡Cuántas sendas conducen también hoy a formas de precariedad! La falta de medios básicos de subsistencia, la marginación cuando ya no se goza de la plena capacidad laboral, las diversas formas de esclavitud social, a pesar de los progresos realizados por la humanidad… Como Bartimeo, ¡cuántos pobres están hoy al borde del camino en busca de un sentido para su condición! ¡Cuántos se cuestionan sobre el porqué tuvieron que tocar el fondo de este abismo y sobre el modo de salir de él! Esperan que alguien se les acerque y les diga: «Ánimo. Levántate, que te llama» (v. 49).


Lastimosamente a menudo se constata que, por el contrario, las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir. Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, considerados no sólo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento. Se tiende a crear distancia entre ellos y el proprio yo, sin darse cuenta que así se produce el alejamiento del Señor Jesús, quien no los rechaza sino que los llama así y los consuela. Con mucha pertinencia resuenan en este caso las palabras del profeta sobre el estilo de vida del creyente: «soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; […] compartir tu pan con el hambriento, […] albergar a los pobres sin techo, […] cubrir al que veas desnudo» (Is 58, 6-7). Este modo de obrar permite que el pecado sea perdonado (cf. 1Pe 4, 8), que la justicia recorra su camino y que, cuando seremos nosotros lo que gritaremos al Señor, Él entonces responderá y dirá: ¡Aquí estoy! (cf. Is 58, 9).


6. Los pobres son los primeros capacitados para reconocer la presencia de Dios y dar testimonio de su proximidad en sus vidas. Dios permanece fiel a su promesa, e incluso en la oscuridad de la noche no hace faltar el calor de su amor y de su consolación. Sin embargo, para superar la opresiva condición de pobreza es necesario que ellos perciban la presencia de los hermanos y hermanas que se preocupan por ellos y que, abriendo la puerta del corazón y de la vida, los hacen sentir amigos y familiares. Sólo de esta manera podremos «reconocer la fuerza salvífica de sus vidas» y «ponerlos en el centro del camino de la Iglesia» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 198).


En esta Jornada Mundial estamos invitados a hacer concretas las palabras del Salmo: «los pobres comerán hasta saciarse» (Sal 22, 27). Sabemos que en el templo de Jerusalén, después del rito del sacrificio, tenía lugar el banquete. En muchas Diócesis, esta fue una experiencia que, el año pasado, enriqueció la celebración de la primera Jornada Mundial de los Pobres. Muchos encontraron el calor de un una casa, la alegría de una comida festiva y la solidaridad de cuantos quisieron compartir la mesa de manera simple y fraterna. Quisiera que también este año y en el futuro esta Jornada fuera celebrada bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos y compartir la comida el día domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana, que el evangelista Lucas describe en toda su originalidad y simplicidad: «Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. […] Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno» (Hch 2, 42. 44-45).


7. Son innumerables las iniciativas que diariamente emprende la comunidad cristiana para dar un signo de cercanía y de alivio a las variadas formas de pobreza que están ante nuestros ojos. A menudo la colaboración con otras realidades, que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana, hace posible brindar una ayuda que solos no podríamos realizar. Reconocer que, en el inmenso mundo de la pobreza, nuestra intervención es también limitada, débil e insuficiente hace que tendamos la mano a los demás, de modo que la colaboración mutua pueda alcanzar el objetivo de manera más eficaz. Nos mueve la fe y el imperativo de la caridad, pero sabemos reconocer otras formas de ayuda y solidaridad que, en parte, se fijan los mismos objetivos; siempre y cuando no descuidemos lo que nos es propio, a saber, llevar a todos hacia Dios y a la santidad. El diálogo entre las diversas experiencias y la humildad en el prestar nuestra colaboración, sin ningún tipo de protagonismo, es una respuesta adecuada y plenamente evangélica que podemos realizar.


Frente a los pobres, no es cuestión de jugar a ver quién tiene el primado de la intervención, sino que podemos reconocer humildemente que es el Espíritu quien suscita gestos que son un signo de la respuesta y cercanía de Dios. Cuando encontramos el modo para acercarnos a los pobres, sabemos que el primado le corresponde a Él, que ha abierto nuestros ojos y nuestro corazón a la conversión. No es protagonismo lo que necesitan los pobres, sino ese amor que sabe esconderse y olvidar el bien realizado. Los verdaderos protagonistas son el Señor y los pobres. Quien se pone al servicio es instrumento en las manos de Dios para hacer reconocer su presencia y su salvación. Lo recuerda San Pablo escribiendo a los cristianos de Corinto, que competían ente ellos por los carismas, en busca de los más prestigiosos: «El ojo no puede decir a la mano: “No te necesito”, ni la cabeza, a los pies: “No tengo necesidad de ustedes”» (1Cor 12, 21). El Apóstol hace una consideración importante al observar que los miembros que parecen más débiles son los más necesarios (cf. v. 22); y que «los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera» (vv. 23-24). Mientras ofrece una enseñanza fundamental sobre los carismas, Pablo también educa a la comunidad en la actitud evangélica respecto a los miembros más débiles y necesitados. Lejos de los discípulos de Cristo sentimientos de desprecio o de pietismo hacia ellos; más bien están llamados a honrarlos, a darles precedencia, convencidos de que son una presencia real de Jesús entre nosotros. «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25, 40).


8. Aquí se comprende cuánta distancia existe entre nuestro modo de vivir y el del mundo, el cual elogia, sigue e imita a quienes tienen poder y riqueza, mientras margina a los pobres, considerándolos un desecho y una vergüenza. Las palabras del Apóstol son una invitación a darle plenitud evangélica a la solidaridad con los miembros más débiles y menos capaces del cuerpo de Cristo: «¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría» (1Cor12, 26). Del mismo modo, en la Carta a los Romanos nos exhorta: «Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes» (12, 15-16). Esta es la vocación del discípulo de Cristo; el ideal al cual aspirar con constancia es asimilar cada vez más en nosotros los «sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2, 5).


9.Una palabra de esperanza se convierte en el epílogo natural al que conduce la fe. Con frecuencia son precisamente los pobres los que ponen en crisis nuestra indiferencia, hija de una visión de la vida en exceso inmanente y atada al presente. El grito del pobre es también un grito de esperanza con el que manifiesta la certeza de ser liberado. La esperanza fundada sobre el amor de Dios que no abandona a quien en Él confía (cf. Rom 8, 31-39). Santa Teresa de Ávila en su Camino de perfección escribía: «La pobreza es un bien que encierra todos los bienes del mundo. Es un señorío grande. Es señorear todos los bienes del mundo a quien no le importan nada» (2, 5). Es en la medida que seamos capaces de discernir el verdadero bien que nos volveremos ricos ante Dios y sabios ante nosotros mismos y ante los demás. Así es: en la medida que se logra dar el sentido justo y verdadero a la riqueza, se crece en humanidad y se vuelve capaz de compartir.


10. Invito a los hermanos obispos, a los sacerdotes y en particular a los diáconos, a quienes se les impuso las manos para el servicio de los pobres (cf. Hch 6, 1-7), junto con las personas consagradas y con tantos laicos y laicas que en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos hacen tangible la respuesta de la Iglesia al grito de los pobres, a que vivan esta Jornada Mundial como un momento privilegiado de nueva evangelización. Los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día, deudores con ellos, para que tendiendo recíprocamente las manos, uno hacia otro, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, hace activa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en el camino hacia el Señor que viene.


Vaticano, 13 de junio de 2018
Memoria litúrgica de San Antonio de Padua

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«¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza”



1.- Oración introductoria.
Señor, leyendo hoy el evangelio, me dan ganas de decirte: hazme pequeño, como ese granito de mostaza. No quiero presumir de saber mucho, de tener mucho, de valer mucho. Quiero presumir de mi pequeñez. Y eso es lo que te ofrezco: “eso poquito que hay en mí”. Tú, Dios Padre, sabrás que vas a edificar “con lo poco que soy”.

2.- Lectura reposada del evangelio Lucas 13, 18-21
En aquel tiempo dijo Jesús: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».

3.- Qué dice el texto.
Meditación
En estas parábolas Jesús busca el contraste entre lo pequeño de los comienzos y lo grandioso del final. La semilla de mostaza es un granito como la punta del alfiler y, en algunas partes de Palestina llega a convertirse en árbol de cuatro metros de altura. Parece que Dios siente inclinación por lo pequeño: Tomó un poco de barro para crear al primer hombre; David, el hijo más pequeño, el que va detrás de las ovejas, será el rey de Israel. Y es que la “mirada de Dios no es como la del hombre”. Y a la hora de elegir a su madre, Dios elige a María: la humilde, la pequeña, la esclava, la que no cuenta. ¿Por qué nuestros ojos se van detrás de lo grande? Dios, con nuestra pequeñez, puede hacer maravillas! ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar lo pequeño? El futuro de la Iglesia se va a jugar con pequeños grupos de fe y de amor, con la fuerza de su testimonio. Lo importante de la levadura es que se mete “en toda la masa”. Nada se queda al margen de esa fuerza transformadora. Y yo, ¿dejo que el evangelio me penetre del todo y transforme toda mi persona? Dentro de mí puede haber zonas oscuras, parcelas ocultas, donde no ha entrado la fuerza de la fe. Esas zonas son paganas y se pueden convertir peligrosamente en terreno abonado para los ídolos.

Palabra del Papa
La imagen del grano de mostaza. Si bien es el más pequeño de todas las semillas está lleno de vida y crece hasta volverse ‘más grande que todas las plantas de huerto’. Así es el reino de Dios: una realidad humanamente pequeña y aparentemente irrelevante. Para entrar a ser parte es necesario ser pobres en el corazón; no confiarse en las propias capacidades sino en la potencia del amor de Dios; no actuar para ser importantes a los ojos de mundo, sino preciosos a los ojos de Dios, que tiene predilección por simples y los humildes. Cuando vivimos así, a través de nosotros irrumpe la fuerza de Cristo y transforma lo que es pequeño y modesto en una realidad que hace fermentar a toda la masa del mundo y de la historia. (Ángelus de S.S. Francisco, 14 de junio de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado. (Silencio)

5.-Propósito: En lo que voy a hacer este día, nada hay pequeño ante los ojos de Dios. Lo aprovecharé al máximo.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, yo quiero aprender de este evangelio la gran lección de la humildad. Quiero aceptarme como soy: con mis limitaciones, mis errores, mis miserias, mis pecados. Eso es todo lo que te puedo ofrecer. Con este barro, puedes hacer un hombre; con este granito de mostaza y este poquito de levadura, Tú puedes hacer un santo.

MISIÓN DIOCESANA

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lunes, 29 de octubre de 2018

Ángelus del 28/10/2018



Después de la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus ante 25,000 fieles, en la Plaza de San Pedro. “La escucha requiere tiempo, atención, apertura de la mente y del corazón”, aseguró el Santo Padre y expresó agradecido que el Sínodo “ha sido un tiempo de consuelo y de esperanza, precisamente a través del trabajo exigente y también agotador, fue ante todo un momento de escucha”.

"Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado”

1.-Oración introductoria.
Señor, me pongo a rezar sirviéndome de una escena delicada, sensible, encantadora: Tu postura ante una pobre mujer que lleva 18 años enferma sin poder enderezarse. Tú, Señor, la ves y te compadeces; no das tiempo ni a que ella misma te lo pida ni que pase la fiesta del sábado. Para ti la persona es lo primero. Demasiado tiempo lleva padeciendo; por eso no estás dispuesto a que siga sufriendo ni un solo minuto más. Haz que yo tenga esa prisa por hacer el bien.

2.- Lectura reposada del Evangelio, Lucas 13, 10-17
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos días a curaros, y no en día de sábado. Replicole el Señor: ¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado? Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.  

3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
En este relato podemos observar tres comportamientos frente a la mujer enferma: el del jefe de la sinagoga, el de Jesús y el del pueblo.
  1. a) El Jefe de la sinagoga se indigna porque Jesús ha curado en sábado. Para él lo que importa es la observancia del sábado. Se podía haber esperado al día siguiente. La ley puede endurecer el corazón de modo que nos impida escuchar los gritos de los que sufren. Incluso podemos dar más importancia al asno que va a abrevar, que a una persona que sufre. Mientras se gastan cantidades fabulosas para cuidar con exceso a los animales, se están muriendo de hambre millones de niños.
  2. b) Postura de Jesús. No puede ver sufrir a la gente. Se le conmueve el corazón y pone a las personas por encima de las leyes. Jesús humaniza: ve a la mujer, la endereza, le devuelve su dignidad, y pone las manos sobre ella, es decir, le acaricia. Por eso, lo primero que le nace del corazón a esa mujer es glorificar a Dios.
  3. c) La reacción de la gente es distintas: mientras los adversarios quedan confundidos, la gente sencilla se alegra de las maravillas de Dios. Lo mismo que ahora: mientras los hipócritas de siempre condenan al Papa Francisco, la gente sencilla se acerca a Dios y le agradece el regalo de este Papa para la Iglesia y para el mundo de hoy.
Palabra del Papa.
“Cuando llegó la noche, después de la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados”. Si pienso en las grandes ciudades contemporáneas, me pregunto dónde están las puertas ante las cuales llevar a los enfermos esperando que sean sanados. Jesús nunca se ha desentendido de su cuidado. Nunca ha pasado de largo, nunca ha vuelto la cara hacia otro lado. Y cuando un padre o una madre, o incluso simplemente gente amiga le llevaban delante de un enfermo, para que lo tocase y lo sanase, no ponía tiempo de por medio; la curación estaba antes que la ley, incluso de aquella tan sagrada como el descanso del sábado. Los doctores de la ley reprendían a Jesús, porque curaba en sábado. Hacía el bien el sábado. Pero el amor de Jesús era dar la salud, hacer el bien. Y eso está en el primer lugar siempre. Jesús envía a sus discípulos a hacer su misma obra y les da el poder de curar, ósea para acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el final. (Catequesis de S.S. Francisco, 10 de junio de 2014)
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4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.- Propósito: En este día miraré a la gente que sufre con la mirada de Jesús.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, qué contento y feliz me siento de haberte conocido. Eres maravilloso. Nadie ha mirado a los hombres y mujeres de este mundo con una mirada tan cercana, tan compasiva, tan entrañable, como Tú. Si en este mundo ha habido algo realmente importante es tu mirada de compasión y bondad sobre tanta miseria humana. Este mundo es mucho más rico desde que Tú le miras con unos ojos parecidos a los nuestros.

domingo, 28 de octubre de 2018

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

Este ciego de nacimiento se gana la vida pidiendo. Extiende su capa por donde cree que va a pasar gente y espera que alguien se compadezca de él y le eche alguna moneda para poder vivir. Su capa es instrumento de trabajo. Aquel día está de suerte porque por allí va a pasar mucha gente: “una gran muchedumbre”. Pero sobre todo está contento porque por allí va a pasar Jesús. Él ha buscado ese momento. Ha oído las maravillas que hace Jesús y desea ardientemente encontrarse con Él. No puede perder esa oportunidad. Por eso “se puso a gritar”. La gente se lo quería impedir, pero él “gritaba mucho más”. La gente va “a lo suyo” y le molesta que alguien le interrumpa en su camino. Si a los pobres se les quitan todos los derechos, al menos que se les deje “el derecho a gritar”.

EVANGELIO: Marcos 10,46-52
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»
Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.»
Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?»
El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.»
Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
COMENTARIO-REFLEXIÓN

Examinemos los verbos que usa el texto acerca del comportamiento de Jesús.:
1) Se detuvo. No puede seguir adelante su camino cuando hay alguien que sufre, que grita. Jesús va de camino y tiene muchas cosas que hacer, pero ante una necesidad, no puede seguir adelante, sabe detener el tiempo. En realidad, para Jesús, tener tiempo es emplearlo para hacer el bien.

2) Lo llama. Para Jesús toda persona es importante, no es un número, tiene un nombre. Es importante el detalle. No lo llama él personalmente sino que dice: Llamadle. Aquellos que no querían escuchar los gritos del ciego, son ahora los que van a llamarle. Jesús quiere que la gente se implique, colabore en hacer una nueva humanidad.

3) lo cura. Le devuelve la vista. Y con la vista lo rehabilita para poder ganarse la vida sin necesidad de mendigar.
El camino de Jesús sólo lo puede recorrer aquel que es iluminado por Jesús. El seguimiento de Jesús en este ciego tiene unas características especiales:

1.-Arrojó el manto”. El manto es su instrumento de trabajo. Es aquello que lleva el pobre para protegerse del frío en las noches. “Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de la puesta del sol, porque es lo único que tiene para cubrir su cuerpo. Si no, ¿con qué va a dormir?” (Ex 22, 25-26). Y sin embargo, lo arroja. No se queda nada. Se ha encontrado con Jesús y ya no necesita nada. Es lo contrario del joven rico. Éste tenía muchas riquezas y prefirió las riquezas a Jesús. El ciego, una vez que se encontró con Jesús, no necesitó más que a Jesús. Por eso tira hasta el manto, lo único que tenía.

2.Dio un salto“. Es el salto de gozo, de júbilo, de entusiasmo, al encontrarse con Jesús. Es lo contrario del joven rico que se quedó con su riqueza, pero se quedó muy triste. Es lo contrario de la vulgaridad y mediocridad de los discípulos que siguen a Jesús de mala gana, sin entusiasmo, sin alegría, sólo preocupados por los primeros puestos, por ser los importantes. Es lo que suele ocurrir en la vida de muchos cristianos No puede haber cristianismo sin alegría. El encuentro con Jesús es fuente inagotable de gozo. Lo dice muy claro el Papa Francisco: “la alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (E.G. 1).

3.-Y siguió a Jesús por el camino”. Y el camino conducía a Jerusalén donde Jesús iba a encontrarse con la Cruz y con la muerte. Lo normal hubiera sido ir a su casa y comunicar esa noticia a los familiares. Una vez que ha conocido a Jesús ya no tiene tiempo sino para seguirle. Y seguirle por el camino que le ha marcado Jesús. Este ciego de nacimiento será el modelo auténtico del cristiano de todos los siglos. Es el que nos enseña el verdadero seguimiento a Cristo. San Pedro seguía a Jesús, pero se escandalizó de la Cruz. Los apóstoles seguían a Jesús, pero sólo pensaban en sus propios intereses. Sólo el ciego sigue a Jesús sin poner condiciones. Seguir a Jesús no es copiarle desde fuera sino sumergirse en su persona y bajar con Él a beber de la misma agua y del mismo pozo. “Cristo no sólo vino a realizar la obra de la Encarnación. La palabra de Dios se hizo carne para llevar adelante la obra de la redención. El misterio de Cristo es también nuestro misterio. Lo que ocurrió en la cabeza debe ocurrir también en los miembros. Encarnación, Muerte y Resurrección; es decir, arraigo, desarraigo, y transformación. Una vida no es auténticamente cristiana si no contiene ese triple riesgo”. ( De Lubac)
PREGUNTAS.
1.– Cuando tanto me cuesta desprenderme de las cosas, ¿no será que Jesús no es todavía el Absoluto en mi vida?
2.- ¿Vivo mi fe en Jesús con verdadera alegría? ¿Brillan mis ojos ante el descubrimiento de Jesús como un tesoro que estaba escondido?
3.- ¿Sé ponerme detrás de Jesús para que sea Él quien me marque el camino?

ORACIÓN
ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:
Señor, un bello relato
nos cuentas en tu Evangelio.
Nos sentimos reflejados
en el ciego “Bartimeo”.
Al saber las condiciones
que implica tu “seguimiento”,
no queremos comprenderlas,
preferimos estar “ciegos”.
Servir, amar, dar la vida,
Señor, nos da mucho miedo
y nos sentamos “al borde
del camino” verdadero.
Tú pasas a nuestro lado
y nos miras con afecto.
A tu llamada, Tú esperas
que salgamos a tu encuentro.
Necesitamos soltar
todos nuestros “mantos” viejos,
decirte con convicción:
“Queremos ver bien, “Maestro”.
Gracias a la fe, podremos
“ver” Señor, con “ojos nuevos”.
Tú serás para nosotros
como el sol que está en el cielo.
Entonces te seguiremos
por el camino del Reino.
Entre amigos, el amor
siempre es “ala”, nunca “peso”.
JOSÉ JAVIER. PÉPEZ BENEDÍ

sábado, 27 de octubre de 2018

Pero él le respondió: “Señor, déjala por este año todavía”

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1.- Oración introductoria.
Señor, te pido que me enseñes en esta oración a descubrir lo que verdaderamente piensas sobre el dolor y el sufrimiento humano. Es inmenso y cada día hay mucha violencia donde mueren víctimas inocentes y torres de Siloé que caen y aplastan a muchos hermanos nuestros. Estamos envueltos en accidentes, enfermedades, guerras, muertes… Estos son, Jesús, nuestros problemas. ¿Qué piensas de todo esto?

2.- Lectura sosegada del evangelio: Lucas 13, 1-9
En aquel tiempo llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: ¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?” Pero él le respondió: “Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, las cortas.”

Meditación-reflexión
Todavía hoy hay mucha gente que piensa que todos los males son castigos de Dios, por su mala vida. Jesús afirma rotundamente en este evangelio: ¡Os digo que no! Nos debe quedar muy claro que uno no es malo porque las cosas les salgan mal ni bueno porque ´todo le sonríe”. Esta manera de ver las cosas ha sido superada por Jesús. Le llevaron a Jesús un ciego de nacimiento. La preguntan: Maestro, ¿Quién ha pecado? ¿El o sus padres, para que naciera ciego? Y Jesús contesta: “Ni él ni sus padres” (Jn. 9,3). Pensar que Dios está en el cielo apuntando nuestros errores para echárnoslos a la cara, avergonzarnos y castigarnos en un momento oportuno, es una falsa imagen de Dios que debemos desterrarla para siempre. Lo que de verdad preocupa a Dios es nuestra conversión. Y la palabra que se usa es “metanoia” un cambio de mente, una distinta manera de pensar. Dios es ese viñador que, a pesar de llevar la higuera tres años sin dar fruto, no la arranca sino que espera un año más. ¿Para qué? Para regarla, cuidarla, abonarla. Dios nos anima a cambiar porque está convencido de que así y sólo así, podemos ser felices. Siendo unos criados holgazanes, despreocupados, desconfiados del dueño, no podemos madurar como personas. El Señor tiene una enorme paciencia con nosotros y nunca se cansa de esperar. Sólo aquel que ama sabe esperar.

Palabra del Papa.
No es fácil entender este comportamiento de la misericordia, porque estamos acostumbrados a juzgar: no somos personas que dan espontáneamente un poco de espacio a la comprensión y también a la misericordia. Para ser misericordiosos son necesarias dos actitudes. La primera es el conocimiento de sí mismos: saber que hemos hecho muchas cosas malas: ¡somos pecadores! Y frente al arrepentimiento, la justicia de Dios… se transforma en misericordia y perdón. Pero es necesario avergonzarse de los pecados. Es verdad, ninguno de nosotros ha matado a nadie, pero hay muchas cosas pequeñas, muchos pecados cotidianos, de todos los días… Y cuando uno piensa: “¡Pero qué corazón tan pequeño: ¡He hecho esto contra el Señor!” ¡Y se avergüenza! Avergonzarse ante Dios y esta vergüenza es una gracia: es la gracia de ser pecadores. “Soy pecador y me avergüenzo ante Ti y te pido perdón”. Es sencillo, pero es tan difícil decir: “He pecado”. (Cf. S.S. Francisco, 17 de marzo de 2014, homilía en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado (Guardo silencio)

5.-Propósito. Hoy cambiaré mi manera de pensar y tomaré por modelo el evangelio.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy he descubierto muchos errores en mi vida; pero ante todo me interesa fijarme en uno: reconozco que, después de tantos años intentando ser cristiano, no te conozco. No sólo no conozco tus proyectos, tus ideales, tus pensamientos, tu manera de enfocar la vida, sino que no te conozco a Ti como el Dios del amor. No acabo de fiarme de Ti, de abandonarme en tus brazos, de descansar en tu corazón de Padre. El día que me crea de verdad esto, seré el hombre más feliz del mundo. ¡Ayúdame, Señor!

viernes, 26 de octubre de 2018

+ Roberto Jiménez Jiménez

Don Roberto Jiménez JiménezResultado de imagen de yo soy la resurreccion y la vida

+ María Milagros Terroba Tobías

Doña María Milagros Terroba Tobías
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P. Tom Uzhunnalil: "Le pedí a Dios que me diera la gracia para aguantar"



Del 19 al 21 de octubre se celebró en Madrid el III el Congreso “Todos Somos Nazarenos” cuyo tema principal fue la libertad religiosa pero centrado principalmente en los niños y jóvenes perseguidos.

Dentro de la serie de testimonios que se presentaron, uno de ellos fue el del sacerdote salesiano Tom Uzhunnalil, secuestrado por un grupo yihadista en el año 2016.

El padre nos habló de su cautiverio que se prolongó en 18 meses y del poder de la oración.


¡No te pierdas su valioso testimonio!

Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?

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1.- Oración introductoria.
Señor, me encanta que ya en tu época nos hablaras tan claro de la importancia de los “signos de los tiempos”, de esa manera de hablar tan suave y penetrante, de modo que tu palabra siempre sea actual. No es hora de remiendos, sino de sacar del arca del Evangelio un vestido nuevo. Dame la gracia de una conversión radical al evangelio.

2.-Lectura reposada del evangelio: Lucas 12, 54-59
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: “Va a llover”, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: “Viene bochorno”, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.

3.- Qué dice el texto
Meditación-Reflexión
Nos sorprenden estas palabras del Evangelio: “¿Cómo no exploráis este tiempo? El evangelio se adelanta a lo que el Concilio Vaticano II dirá sobre los signos de los tiempos. “Es propio del Pueblo de Dios, pero especialmente de los pastores y teólogos, discernir e interpretar con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la Palabra de Dios” (G.S.44). El Concilio nos invita a situarnos en la época concreta en la que nos toca vivir, sin añoranzas paralizantes del pasado y detectar todo lo que hay de bueno y positivo en esta época, a la luz de la Palabra de Dios. El no hacer este discernimiento nos traería graves consecuencias. San Bernardo escribe una carta al Papa Eugenio III, el cual había sido discípulo suyo, y le da este consejo: “Has de considerar atentamente lo que esta época espera de ti”. El Papa Juan XXIII, al contemplar el cambio radical que se estaba dando en el mundo contemporáneo, tuvo la feliz idea de convocar un Concilio Ecuménico para dar respuesta a los nuevos interrogantes que le lanzaba a la Iglesia la nueva sociedad. Y el Papa Francisco no hace otra cosa sino tratar de dar respuestas a los interrogantes del hombre de hoy, distinguiendo bien lo que es esencial de lo accidental. Jesús nos recomienda vivir con justicia, saber dar a Dios lo debido y a los hombres. Y en el corazón de tal justicia, que está lejos de ser legalista y fría, encontramos el perdón y la misericordia.

Palabra del Papa.
Si la ley no lleva a Jesucristo, si no nos acerca a Jesucristo, está muerta. Y por esto Jesús les reprende por estar cerrados, por no ser capaces de reconocer los signos de los tiempos, por no estar abiertos al Dios de las sorpresas: Y esto debe hacernos pensar: ¿Estoy tan apegado a mis cosas, a mis ideas, cerrado? ¿O estoy abierto al Dios de las sorpresas? ¿Soy una persona quieta o una persona que camina? ¿Creo en Jesucristo, en lo que ha hecho: -ha muerto, ha resucitado- y ahí termina la historia… o creo que el camino sigue hacia la madurez, hacia la manifestación de la gloria del Señor? ¿Soy capaz de entender los signos de los tiempos y ser fiel a la voz del Señor que se manifiesta en ellos? Podemos hacernos hoy estas preguntas y pedir al Señor un corazón que ame la ley, porque la ley es de Dios; que ame también las sorpresas de Dios y que sepa que esta ley santa no termina en sí misma.  Y el camino es una pedagogía que nos lleva a Jesucristo, al encuentro definitivo, donde habrá este gran signo del Hijo del hombre (Cf Homilía de S.S. Francisco, 13 de octubre de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado. (Guardo silencio).

5.- Propósito: No dar nunca respuestas a preguntas que hoy nadie me hace.

6.- Dios me ha hablado hoy por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, te quiero agradecer lo importante que ha sido para mí el comprender mejor “los signos de los tiempos”, esa manera que Tú tienes de hablar a través de cada época. Haz que yo no esté anclado en el pasado, cerrando mi corazón a las sorpresas que Tú me ofreces en el presente.

jueves, 25 de octubre de 2018

Semanario Católico de Información, Alfa y Omega


¡Fuego he venido a traer a la tierra!

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1.- Oración introductoria
¡Dame, Señor, tu Espíritu Santo para descubrir el significado profundo de tus palabras que, a primera vista no entiendo. Sé que Tú sólo quieres nuestro bien, luego no quieres castigarnos con fuego. Tú sólo quieres nuestra unión, luego no puedes querer que nos separemos. Tú sí que quieres demostrarnos el amor que nos tienes. Por eso quieres un bautismo de sangre. “Nadie ama más al amigo que aquel que da la vida por él”. ¡Qué maravilloso eres, Señor!
2.- Lectura reposada del Evangelio. Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
Estas palabras de Jesús no pueden entenderse al pie de la letra sino en sentido simbólico. “He venido a traer fuego a la tierra”. ¿Acaso Jesús es un pirómano? “No he venido a traer la paz” ¿Acaso Jesús es violento? ¿Qué es eso de bautismo de sangre? Veamos. El fuego del que habla Jesús no es material sino el espiritual, es decir, el fuego del amor. Dios se le manifestó a Moisés en una “zarza que ardía y no se consumía”. Una viva imagen de un Dios que arde en llamaradas de vida, en llamaradas de amor. Y ojalá que este amor avanzase en el gran bosque del mundo. “No estoy para dar la paz”. Jesús ha venido a traer la paz, la verdadera paz, pero no las “paces” a cualquier precio. Cristo no puede pactar con un mundo injusto, egoísta, materialista, hedonista. Quiere la paz, fruto de la verdad, la justicia y el amor. El bautismo de sangre alude al bautismo de la Cruz. Pero no es la sangre, ni la Cruz, ni el sufrimiento lo que nos redime, sino EL AMOR. La muerte de Cristo en la Cruz es la carta más bella escrita por Dios sobre el amor: el más grande, más sublime, más escandaloso
.
Palabra del Papa
Una palabra de Jesús que nos pone en crisis, y que se ha de explicar, porque de otro modo puede generar malentendidos. Jesús dice a los discípulos: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división”. ¿Qué significa esto? Significa que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión, como si fuese un pastel que se le decora con nata. No, la fe no es esto. La fe comporta elegir a Dios como criterio- base de la vida, y Dios no es vacío, Dios no es neutro, Dios es siempre positivo, Dios es amor, y el amor es positivo. Después de que Jesús vino al mundo no se puede actuar como si no conociéramos a Dios. Como si fuese una cosa abstracta, vacía, de referencia puramente nominal; no, Dios tiene un rostro concreto, tiene un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros.» (S.S. Francisco, 18 de agosto de 2013)

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)

5.- Propósito: Vivir todo el día con la llama del amor bien encendida.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, gracias porque he descubierto hoy mejor la profundidad de tus palabras. Quiero ser “fuego” pero no para hacer daño a nadie, sino para encender el amor en los demás. No quiero una paz de cementerio donde nadie discute, pero allí no hay vida; y no me apunto a una religión de sufrimiento sino a una religión de amor.

miércoles, 24 de octubre de 2018

A quien se le dio mucho se le reclamará mucho

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1.- Oración introductoria.
Señor, dame la fuerza de tu Espíritu para profundizar en tu Palabra, para hacerla actual, para escucharla hoy para mí. Y te pido que me hagas comprender que “se me ha dado mucho” y debo responder con generosidad a tanto regalo, tanto mimo que he recibido de Ti. Miro mi vida tejida toda ella con hilos de tu amor y me avergüenzo de lo tacaño que he sido contigo. Pero quiero cambiar y ser responsable. Quiero que mi respuesta esté a la altura de los sueños que Tú, desde toda la eternidad, has tenido sobre mí.



2.- Lectura reposada del Evangelio. Lucas 12, 39-48
Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». Dijo Pedro: «Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?» Respondió el Señor: «¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. «Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.

3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
En el evangelio, además de las bienaventuranzas ya clásicas hay otras muchas, no menos importantes. Por ejemplo cuando Jesús dice: “Bienaventurados los que sin ver, creyeren”. Los primeros cristianos necesitaron apariciones para creer, pero Jesús nos habla de una bienaventuranza especial para los que creen, sin necesidad de apariciones. Otra bienaventuranza maravillosa es la que tenemos en el evangelio de hoy: “Dichoso a quien Dios, cuando llegue, encuentre cumpliendo su deber”. El Señor quiere que nuestro encuentro con Él no lo limitemos a lo extraordinario, a lo que se sale de lo normal. Al Señor le encanta encontrarse con nosotros en lo cotidiano, en lo que hacemos cada día, con la mirada puesta en el Padre Dios que cada día nos envía el sol, el aire, la lluvia, y sobre todo, el amor. Hubo un tiempo en la Iglesia primitiva en el que se creía que la última venida del Señor ya estaba cerca. Y por eso se vivía más en el “más allá” que en “más acá”. Pero fue precisamente el evangelista Lucas el que retrasó esa venida. Desde entonces el mundo se nos ofrece como tarea: debemos continuar la obra de Jesús que “pasó por la vida haciendo el bien”. Lo nuestro es “humanizar” la sociedad abriendo caminos de libertad, de solidaridad, de responsabilidad y de fraternidad. Y esto superando la “cultura del miedo” (J. Delumeau) e imponiendo la cultura del amor y de la alegría. 

Palabra del Papa
Representa una responsabilidad. Y Jesús ha dicho: “Al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”. Por lo tanto, preguntémonos: en esta ciudad, en esta Comunidad eclesial, ¿somos libres o somos esclavos, somos sal y luz? ¿Somos levadura? O ¿estamos apagados, sosos, hostiles, desalentados, irrelevantes y cansados? Sin duda, los graves hechos de corrupción, surgidos recientemente, requieren una seria y consciente conversión de los corazones, para un renacer espiritual y moral, así como un renovado compromiso para construir una ciudad más justa y solidaria, donde los pobres, los débiles y los marginados estén en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestras acciones de cada día. ¡Es necesaria una gran y cotidiana actitud de libertad cristiana para tener la valentía de proclamar, en nuestra Ciudad, que hay que defender a los pobres, y no defenderse de los pobres, que hay que servir a los débiles y no servirse de los débiles! (Homilía de S.S. Francisco, 31 de diciembre de 2014).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)



5.-Propósito: Vivir este día haciendo lo que tengo que hacer, pero con alegría y amor.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Ya ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy quiero acabar mi oración pidiéndote algo tan sencillo como esto: “Hacer sencillamente en este día lo que tengo que hacer”. Y este mi deber lo voy a realizar no con pereza, no con rutina, no con cara larga sino con una inmensa alegría al saber que así puedo escuchar de tus labios una bienaventuranza      que nos puede sonar a nueva: la bienaventuranza de la cotidianidad.

Papa con jóvenes y ancianos: Acoger a los inmigrantes es un mandato bíblico


martes, 23 de octubre de 2018

¡Sed como hombres que esperan que su señor venga de una boda!

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1.-Oración introductoria.
Señor, hoy tu palabra me enchancha el corazón, me da alegría, me ofrece esperanza. ¿Cómo puedo estar triste esperando a Jesucristo que viene de bodas y me invita a su mesa? ¿Cómo tener miedo a Jesucristo que viene a dialogar individualmente con cada uno de nosotros y a servirnos uno a uno? ¿Cabe mayor delicadeza? ¿Cabe mayor signo de amistad? ¡Gracias, Señor, por ser como eres!

2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 12, 35-38
Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!

3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
En este evangelio el Señor nos dice que debemos estar preparados, con las lámparas encendidas. Pero, ¿a quién debemos esperar? A nuestro Señor Jesucristo. ¿Y cómo debemos esperarlo? ¿Con miedo? ¿Con tristeza? No se puede esperar con cara triste a uno que viene de una boda. Se supone que ha comido bien, que ha bebido buen vino y se ha divertido con otra gente que también ha estado de bodas. Es impresionante que Jesús, a la hora de hablar de DIOS, nunca se le ocurra decir que el Reino de los cielos es semejante a unos que vienen de un entierro. Habla de comida, de bebida, de banquete de bodas. Lo único que se nos pide es que no nos durmamos, que estemos despiertos, que trabajemos a gusto en su viña. Si lo hacemos así, Él mismo nos sentará a la mesa, conversará con nosotros de uno en uno, y nos servirá. Él será nuestro anfitrión. Por eso termina la parábola diciendo: !Dichosos! Dichosos de nosotros que tenemos la suerte de creer en Jesús. ¿Y todavía seguimos teniendo miedo a la muerte?

Palabra del Papa
Jesús está junto a Dios Padre, donde intercede para siempre en nues­tro favor (cf. Hb 9, 24). Como afirma san Juan en su Primera Carta: Él es nuestro abogado: ¡qué bello es oír esto! Cuando uno es llamado por el juez o tiene un proceso, lo primero que hace es buscar a un abogado para que le defienda. Nosotros tenemos uno, que nos defiende siem­pre, nos defiende de las asechanzas del diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados… Contamos con este abogado: no tenga­mos miedo de ir a Él a pedir perdón, bendición, misericordia. Él nos perdona siempre, es nuestro abogado: nos defiende siempre. No olvidéis esto (Homilía del 17.4.13)

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio).

5.-Propósito. Vivir con gozo al Señor que me espera en los hermanos con quienes hoy me voy a encontrar.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Antes de acabar mi oración te quiero agradecer lo maravilloso que te presentas en esta parábola. Al hablar de vigilancia, yo me esperaba una especie de amenaza ante la muerte. Y ahora resulta que eres Tú mismo el que me sales al encuentro y me hablas de la alegría de una boda, del gozo de un encuentro, de la satisfacción tuya al poder servirnos… Señor, ¡Qué bueno eres con nosotros! Y nosotros, ¡todavía sin enterarnos!…

lunes, 22 de octubre de 2018

¡Necio! esta misma noche te van a pedir cuentas!…

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1.- Oración introductoria.
Señor, he dado un vistazo al evangelio del día y me ha dado vértigo. Me he quedado con esta sola palabra: ¡Necio! Yo no quiero ser necio, sino cuerdo; quiero aprovechar esta vida que Tú me has dado como un regalo tuyo. Quiero poner mi corazón en lo que no perece, en lo que es eterno. Señor, líbrame del apego al dinero y dame la gracia de poner mi corazón en Ti y sólo en Ti.

2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 12, 13-21
Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes». Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?” Y dijo: “Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
 
3.- Qué dice el texto
Meditación-Reflexión
Comenzamos con unas palabras de Pablo: “En Cristo hemos sido enriquecidos con toda clase de bienes” (Ef. 1,3). Desde este momento, la división entre ricos y pobres ya no se hace por razón del dinero, sino por relación a Jesucristo. Son ricos los que poseen a Cristo y pobres los que no lo poseen. La parábola de Jesús nos habla de la pobreza de un hombre rico, que ha acumulado muchos bienes y no sabe qué hacer con ellos. Si nos fijamos bien, es un hombre que está solo, y sólo habla consigo mismo: ¿Qué haré?…edificaré…diré a mi alma… ¿Qué tipo de persona es ésta que no tiene relación con nadie? ¿Qué tipo de hombre es éste que sólo sabe hablar consigo mismo? Si la esencia de la persona es el ser sociable, el relacionarse con los demás, el participar con los otros…, he ahí un hombre que no es hombre. La riqueza le ha anulado, le ha deshumanizado, le ha despersonalizado. El propio evangelio le llama ¡Necio! Y eso que sólo hablamos de este mundo. ¿Y su futuro? Lo tiene muy negro. En cambio, el que se ha enriquecido con la riqueza de Dios, que es Jesucristo, será feliz ya aquí en este mundo y después por toda la eternidad.

Palabra del Papa
En la Liturgia resuena la palabra provocadora de Eclesiastés: “vanidad de vanidades… todo es vanidad”. Los jóvenes son particularmente sensibles al vacío de significado y de los valores que a menudo les rodean. Y lamentablemente pagan las consecuencias. Sin embargo el encuentro con Jesús vivo, en su gran familia que es la Iglesia, llena el corazón de alegría, porque lo llevan de verdadera vida, de un bien profundo, que no pasa y no se marchita: lo hemos visto sobre los rostros de los jóvenes en Río. Pero esta experiencia debe afrontar la vanidad cotidiana, el veneno del vacío que se insinúa en nuestras sociedades basadas en el beneficio y en el haber, que engañan a los jóvenes con el consumismo. El Evangelio de este domingo nos llama la atención precisamente sobre lo absurdo de basar la propia felicidad en el haber. El rico se dice a sí mismo: “Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, como, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. Queridos hermanos y hermanas la verdadera riqueza es el amor de Dios, compartido con los hermanos. Ese amor que viene de Dios y hace que lo compartamos y nos ayudamos entre nosotros. Quién experimenta esto no teme a la muerte, y recibe la paz del corazón. Confiamos esta intención, esta intención de recibir el amor de Dios y compartirlo con los hermanos, a la intercesión de la Virgen María (Ángelus de S.S. Francisco, 4 de agosto de 2013).

4.- Qué me dice ahora a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio)

5.-Propòsito. Hoy y no mañana, hago una opción radical de seguir a Jesús como el único tesoro de mi vida.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, gracias porque hoy tu Palabra me ha dado un fuerte aldabonazo a mi cabeza y ha cambiado mis pensamientos y mi proyecto de vida. He visto con claridad el engaño que supone el poner el corazón en las riquezas y en los bienes de este mundo. A la hora de la muerte, sólo me van a proporcionar desasosiego y remordimientos. Me sentiré profundamente vacío. Por eso hago el compromiso de poner el corazón en Jesucristo, el Buen Pastor, el que me acompaña a la verdadera vida, una vida en plenitud.