sábado, 31 de marzo de 2018

REVISTA QUINCENAL, PUEBLO DE DIOS, DEL 1 AL 15 DE ABRIL DE 2018


SÁBADO SANTO


PELÍCULA: SILENCIO de Martín Scorsese



Segunda mitad del siglo XVII. Dos jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de un misionero que, tras ser perseguido y torturado, ha renunciado a su fe. Ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos. Adaptación de la novela de Shusaku Endo.


Sábado Santo. Vigilia Pascual. La Iglesia espera con María ante el sepulcro


El Sábado Santo conmemora el día en que Jesucristo estuvo en la tumba después de su muerte. Es el día después del Viernes Santo y el día antes del Domingo de Pascua. También se le conoce como víspera de Pascua
Después de que Jesús murió en la cruz el Viernes Santo, José de Arimatea, un adinerado miembro del Sanedrín y un discípulo secreto de Jesús, le pidió a Poncio Pilato el cuerpo de Jesús para enterrarlo. Pilato estuvo de acuerdo.
José de Arimatea roció el cuerpo de Jesús con mirra y áloe, lo envolvió con una capa de lino fino. Lo colocó en una tumba que había hecho para sí mismo e hizo rodar una enorme piedra sobre la tumba y se fue. Con esto, José cumplió la profecía de Isaías 53:
"Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca".
Su madre, María, los Apóstoles - particularmente San Juan y María Magdalena, lamentaron esta gran pérdida.

Hoy en día, en este Sábado Santo, nosotros también reflexionamos sobre la entrega generosa del Señor a una muerte en la cruz por todos nuestros pecados.
Algunas personas continúan el ayuno hasta el anochecer. Ningún servicio de la Santa Comunión se lleva a cabo sino hasta el atardecer, cuando muchas iglesias celebran la Vigilia Pascual. Es en este momento, en el que se realiza el encendido del Cirio Pascual.
El sacerdote enciende un nuevo Cirio cada año. Este iluminará todas las Santas Misas que se celebrarán durante los próximos 40 días, hasta la celebración de la Ascensión de Jesús al Cielo, entonces es retirada del altar.
El cirio pascual contiene cinco granos de incienso, que representan las cinco heridas de Jesús. La iluminación de la vela recuerda la luz y la vida de su resurrección. Las pilas bautismales que se vacían el Jueves Santo, se reponen con agua recién bendecida.
Tradicionalmente, los catecúmenos - Los nuevos en la fe - son bautizados en este día. Esto recuerda la Escritura: si somos bautizados en Cristo, moriremos en Cristo y encontramos la vida eterna con él.

¿Qué sucedió con Jesús mientras estuvo muerto?

Reflexionando ahora sobre el momento de Jesús y su reposo en la tumba: aunque su cuerpo estuvo allí, su espíritu se había ido al Seol - el lugar de los muertos - para liberar a las almas de los niños y adultos justos.
Jesús descendió a este Infierno, aunque este lugar al que Él fue, no es como el infierno o el purgatorio que conocemos hoy en día. Su presencia iluminó todas estas almas justas desde el principio del tiempo - Adán, Eva, Noé, Moisés - y así, el Seol se convirtió en un paraíso hasta la Ascensión de Jesús al Cielo.
Tras su ascensión, Jesús abrió las puertas del cielo a todos ellos, donde viven con él ahora y para siempre.
Muy temprano al día siguiente (domingo), en la tumba, sucedió algo tremendo. Así lo narra el Evangelio de Mateo (28,1-9):
"Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán". Esto es lo que tenía que decirles".
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él"
El Sábado Santo es el momento en que aprendemos a confiar en el sacrificio eterno de amor de Dios que la muerte no puede ni subyugar ni comprender.
En el Sábado Santo comenzamos a ver que es el mismo Dios quien ha hecho de la muerte su instrumento; No para aterrorizarnos, sino para llamarnos más íntimamente a su lado.
En la oscuridad purificadora del Sábado Santo descubrimos el Sábado de nuestra espera, descubrimos una esperanza sólida.
Sólo Cristo puede llevarnos a la mañana de Pascua, y así sucede con todos los sábados de nuestra vida. Amén.

viernes, 30 de marzo de 2018

Tertulia de Semana Santa 2018 - PopularTv La Rioja


Reza junto al Papa por los cristianos perseguidos


Unámonos en la oración del Papa Francisco por los cristianos que son perseguidos por su Fe, sin distinción de rito o confesión

El pretorio


Oración de sanación: Tu cruz es el triunfo del del amor sobre el odio


Oración para el Viernes Santo: Por sus llagas hemos sido sanados



El Viernes Santo es el viernes antes del Domingo de Pascua, y en el cual se conmemora el día en que Jesús murió en la cruz realizando su sacrificio de amor por toda la humanidad.
Usualmente, los Católicos observamos este día con servicios solemnes consistentes en himnos, lecturas de las Escrituras, oración, meditaciones sobre la muerte de Cristo en la cruz, peregrinaciones, entre otras.
Algunos, por tratarse de un día de recogimiento interior, eligen pasar este día en el silencio reflexionando sobre el misterio de la Cruz
El Viernes Santo puede ser una experiencia espiritualmente enriquecedora al recordar el dolor que Jesús sufrió, tanto antes, como durante Su crucifixión. También puede ser una preparación del alma para recibir el gozo que estaremos celebrando el Domingo de Pascua, el día de la Resurrección del Señor
Muchos se refieren al Viernes Santo con el buen Viernes, y aunque aparentemente no se vislumbra nada de "bueno" el día en que Jesús fue azotado, sufrió horriblemente y murió por nosotros, el resultado de todo esto sique lo fue: Fue el día en que Jesús se convirtió en el Cordero perfecto y sacrificado que derramó Su sangre para la remisión de nuestros pecados (Romanos 5,8;6,23; 1 Pedro 3,18).
Este fue el mayor acto de amor conocido por el hombre: Dios Padre envió a su único Hijo, Jesús, a morir para que nosotros tengamos vida.
Siempre debemos tener la muerte y resurrección de Jesús en nuestras mentes y corazones. Podemos conmemorar esto a lo largo del año con Misas de acción de gracias y celebrando la Santa Cena del Señor en la Eucaristía, un mandato nuevo que Jesús ordenó hacer a sus discípulos para "anunciar su muerte hasta que él venga" (1 Corintios 11,26)

Oración para el Viernes Santo

Señor, Dueño del tiempo y de la historia, como Tú yo quiero ser fuego que purifica, luz que ilumina en medio de las tinieblas, palabra que consuela en medio del sufrimiento.
Tú eres un Dios glorioso, lleno de vida y de esperanzas. Viniste al mundo para donarte y realizar un sacrificio perfecto de amor universal y romper así todas nuestras ataduras.
Rey mío, Dios mío, Tú nos has salvado con tu sangre y preferiste la muerte en la cruz antes que renunciar al amor. Bendito y alabado seas por tu poder derramado sobre toda la humanidad.
Cargaste una pesada cruz en donde fueron depositados insultos y humillaciones, una cruz transformada en victoria que me dio vida en abundancia, haciéndome capaz de enfrentar todos mis miedos y dolores.
Tu cruz es el triunfo del amor sobre el mal, del gozo sobre el dolor, de la verdad sobre la injusticia, de la luz sobre la oscuridad. Te doy gracias por esta acción poderosa y salvadora en mi vida.
Con tu gracia y tu bendición, sé que también puedo llevar con alegría el peso de mi cruz, porque siento que tu amor me sostiene, me fortalece y me conduce por caminos de esperanzas.
Confío en este gran misterio de amor y por eso no dejo de creer en Ti y en todo lo bueno que me ofreces para lograr mis sueños.
En tu cruz consigo las fuerzas para renovar mi corazón y vivir con actitud optimista creyendo que todo lo puedo en tu amor.
Amén.
 

Oración para el Jueves Santo: En el servicio se encuentra el amor a los demás



El Jueves Santo es el primero de los tres días catalogados como Triduo Pascual en el que se conmemora la Santa Cena de Jesucristo con sus Apóstoles, la Institución de la Eeucaristía y el Sacerdocio.
Igualmente, el Evangelio pone de manifiesto en este día, el acto del Lavatorio de Pies, en el cual el Señor nos enseña que si realmente deseamos amar a nuestro prójimo debemos ser capaces de servir.
En la misa del Jueves Santo, el sacerdote que preside lava los pies de 12 feligreses para simbolizar el número de los apóstoles de Jesús. La ceremonia se suele celebrar por la noche, después del atardecer.
El Evangelio de San Juan es el único que describe este noble acto de Jesús.
"Pues si yo que soy el Maestro y el Señor os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo, para que lo que yo os he hecho , también vosotros lo hagáis" (Juan 13,14-15)
Recordando un poco, nuestro vicario y pastor Papa Francisco en el 2016, lavó los pies de los jóvenes refugiados en un asilo al norte de Roma. En el 2015, lavó los pies de los presos en una prisión en Roma. En 2014, realizó el simbólico lavado de ancianos y discapacitados en un centro de Roma.
En su primer Jueves Santo como Papa, fue a una prisión donde lavó los pies de los presos en un centro de detención juvenil y en este año 2017, lavará los pies de los reclusos en la prisión de Paliano, al sur de Roma.
Con este ejemplo de servicio de nuestro amado Papa Francisco, imitando a Nuestro Señor Jesucristro, nosotros también estamos invitados a hacer del servicio nuestro estilo de vida, a atender al necesitado, a dar refugio al inmigrante, a aliviar a los enfermos, alimentar al hambirento, vestir al desnudo, etc.

Oración para el Jueves Santo

Señor, quiero que mi relación contigo sea más intensa cada día. Te alabo desde lo profundo de mi corazón porque has decidido quedarte con nosotros y acompañarnos hasta el fin de los tiempos.
Has decidido alimentarnos con tu propio cuerpo a través de la Sagrada Eucaristía y aunque nuestros engañosos sentidos humanos solo vean un trozo de pan, allí estás Tú, esperando que nos hagamos uno contigo
Ayúdame a entender que para seguir tu proyecto de vida debo amar y ser servidor de los demás, pues si Tú, siendo el Rey de reyes, lavaste los pies a tus discípulos, yo debo también debo imitarte en obras y pensamientos
Así como Tú has sanado mis heridas, sé mi fuente de poder para poder hacer lo mismo con aquellos que no han salido de su dolor, escucharlos, atenderlos y sobre todo, acercarlos a tu amor.
Con el ejemplo que me has dado me enseñas a vivir en el amor y a salir de ese camino egoísta que la sociedad hoy propone: "la superación personal sin importar a quien dejo atrás en el camino".
Dame, Señor mío, conciencia para crecer y ser cada día mejor, que tu alimento divino sea la fuente que me impulse y me proyecte a hacerlo todo bien sembrando esperanzas a mi paso
Te doy gracias por todas las bendiciones que hoy me darás.  Ayúdame a esforzarme sin desánimo y a ser la mejor versión de mí mismo.
Te amo, confío en tu poder transformante que consuela y renueva el espíritu victorioso en cada uno de nosotros a través de la Eucaristía.
Amén.

miércoles, 28 de marzo de 2018

Mensaje de Semana Santa de Mons. Carlos Escribano


Oración para el Miércoles Santo: traicionamos a Dios con nuestra indiferencia



Hoy, Miércoles Santo, trae consigo una reflexión muy importante que debemos llevar grabada siempre en el corazón: ¡Mejor morir que pecar!
En nuestro caminar, muchas veces olvidamos que hay cosas más importantes que la misma vida y otras peores que la muerte. Judas olvidó esto cuando traicionó a Jesús por 30 monedas de plata. Por su pecado de traición, traicionó al mismo Dios, rompiendo así su relación con Dios, que es mucho más importante que la vida misma.
Hoy, la Lectura nos trae unas palabras de Jesús que pueden sonar duro, pero que en el fondo invitan a meditar cómo es nuestra relación con Dios:
"¡Ay de aquel por quien el Hijo del Hombre va ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido". (Mateo 26,24)
Como decía aquel joven Santo discípulo de San Juan Bosco:
"Prefiero morir que pecar" (Santo Domingo Savio)
Esta es una enseñanza difícil, sobre todo porque, a menudo, nos damos excusas por nuestros propios pecados diciendo cosas como: "mis pecados no son tan graves como el de Judas, así que estoy bien".
Debemos de tener cuidado, el pecado nos separa de Dios, de su gracia, de su amor. Morir, separado del amor de Dios por toda la eternidad, es un destino peor que cualquier cosa que podamos imaginar
Todo el dolor y sufrimiento que sintamos, o quizás, las alegrías y momentos llenos de éxitos que atravesemos en este mundo, terminará con la muerte física, pero la eternidad es infinita y nuestros actos definirán cuál eternidad viviremos, la del Cielo y la del infierno
Jesús no nos prometió una vida fácil, de hecho, Él nos dijo que tomáramos nuestra cruz diariamente y lo siguiéramos; pero seguirlo no es fácil, mucho menos en el sufrimiento.
Cuando afrontemos los sufrimientos debemos ofrecerlos a Dios y confiar en que Él nos dará su asistencia divina para superarlos, Dios estará con nosotros, Él nunca falla
También, es bueno recordar que Judas no fue el único apóstol que traicionó a Jesús; Pedro también lo hizo. Sin embargo, después de que Pedro pecó, se arrepintió y volvió a Dios con un corazón contrito y se convirtió en un gran santo.
Si rompemos nuestra relación con Dios por medio del pecado, si realmente sentimos nuestros pecados, podemos repararlo mediante el hermoso regalo de la confesión y obtener así una segunda oportunidad de vida eterna con Dios.
Todo esto, nos deja tres preguntas para la reflexión:
  • ¿No crees que es mejor morir que pecar?
  • ¿Cuándo pecas, te sientes tan avergonzando que inmediatamente corres a reparar tu relación con Dios?
  • ¿Entregas hoy a Jesús de alguna manera? ¿Con tu indiferencia hacia el prójimo quizás, o con hacerlo a un lado para ir tras los éxitos del mundo?
Te invitamos ahora a apartarte un momento de todo lo que estás haciendo, encontrar un lugar tranquilo y disfrutar cada palabra de esta oración de sanación

Oración para el Miércoles Santo

Mi Dios, mi Señor y mi Todo, te agradezco porque sé que estás pronto a escucharme y a darme las gracias que me hacen falta para continuar firme en mis luchas por este camino angosto de salvación.
Quiero tener los ojos abiertos para no tropezar, saber discernir lo que es correcto y lo que no para mi vida, por eso, me dejo guiar por tu Palabra, porque en ella encuentro paciencia y consuelo para no desesperarme.
Necesito de tu fuerza y de tu amor para poder realizar las cosas bien. No quiero fiarme por lógica del mundo, sino que quiero sentirte, palparte y encontrarte en cada situación, que a diario me regalas.
Quiero desprenderme de ese materialismo mundano que me lleva por los caminos de mi propia vanagloria, un camino lleno de egoísmo y soberbia que poco a poco me distancia de la felicidad que quieres darme.
No permitas que mi apego a los bienes y la búsqueda de triunfos mundanos sean las 30 monedas de plata por las que yo pretenda cambiarte. Te pido que sanes mi corazón de esas malas inclinaciones.
No quiero contarme entre los traidores que han antepuesto sus logros y éxitos personales antes que servirte y amarte por sobre todas las cosas. Líbrame de la aspereza y dureza del corazón.
Que seas Tú mi primera prioridad. Confío en la certeza de tu Palabra de que si te elijo como centro de mi vida todo lo demás se me dará por añadidura.
Toda mi vida te la encomiendo a tu presencia porque a través de ella quedan pulverizadas mis inseguridades. Confío en tu gracia santificante.
Amén.

Oración para el Martes Santo: No cambies tu salvación por afán de dinero



  1. Estamos en la Semana Santa, específicamente en el Martes en donde la Liturgia nos presenta la escena del Evangelio en la que se muestra el rostro oculto de la deslealtad y el desamor.
    Hoy, la Lectura nos revela un acontecimiento muy triste: ¡la traición!:
    "Cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: "Yo les aseguro que uno de vosotros me va a entregar (Juan 13,21)
    ¿Seremos capaces también nosotros de traicionar a Nuestro Señor de la vida, dándole la espalda a su amor por ir tras nuestros propios intereses?
    Pidamos la gracia al Señor de no traicionar su amor con nuestra indiferencia hacia el prójimo, con nuestro afán de riqueza, o por la búsqueda empecinada de logros y metas por alcanzar, buscando triunfos mundanos que alimentan nuestra vanidad.
    Hoy, Jesús quiere vivir en tu corazón, quiere que abras espacio en ÉL para que su amistad perdure para siempre y seas bendecido con la gracia de su amor y de su perdón.

    Oración para el Martes Santo

    Señor, al levantarme te doy gracias por el don de la vida y del amor. Hoy, quiero pedirte que me des la capacidad de saber escucharte con el alma dispuesta y el corazón dócil y abierto a tus inspiraciones.
    Necesito encontrarme contigo en la oración, que me des tu fuerza y tu poder para poder sentir con humildad cada una de las manifestaciones de amor que a diario pones a todo mi alrededor.
    Quiero poder decirte con veracidad que por Ti daría mi vida, pero luego me acuerdo de Pedro, quien sintió el pánico venir y por su debilidad dejó que su corazón se inundara de miedo y negó hasta tu amistad
    No quiero dejarme llevar tampoco por mis decisiones humanas, sino que sea tu Palabra mi guía, pues no quisiera terminar como Judas, quien, habiendo sido testigo de tus milagros, vendió su salvación por el afán del dinero.
    Oh mi Dios, mi gran consuelo, muchas veces lloro mis pecados, mis malas inclinaciones y vicios me atormentan y angustian mi alma, soy débil, pero tu Santo Espíritu me anima a levantarme y a seguir adelante.
    Sé que seguirte exige una entrega total y sacrificio de muchas cosas, pero aun así me acerco a Ti para que me libres de mis egoísmos, de mi orgullo y de todo aquello que no me permite donarme a tu proyecto de vida.
    Eres el amigo que no defrauda, el que nunca abandona y el que, en la aparente derrota, manifiestas tu grandeza y me levantas victorioso.
    Te amo, eres el dueño de mi vida, confío en que estás a mi lado y me das la fuerza para enfrentar todas mis dificultades.
    Amén.

Oración para el Lunes Santo: ¿con qué perfume adorarás a Dios?





El Lunes Santo se diferencia con todos los demás lunes de la Cuaresma, puesto que su significado entra en un proceso de reflexión seis días antes de la Pascua.
Hoy es tiempo para reflexionar sobre la mayor unción de todas: la del Espíritu Santo sobre nosotros y su invitación a presentarnos ante el Señor con todo lo mejor que tenemos para ofrecerle.
Recordando la lectura de hoy:
"María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume" (Juan 12,3)
La adoración de María a los pies de Jesús fue un acto lleno de fe y de amor. Todo lo que ella quería hacer era adorar a su Señor de la mejor forma que ella conocía, y en la cual los discípulos la recibieron con protesta e indignación. "Es una mujer, mira... Y no sólo eso, es además una poderosa pecadora".
Esta acción atrevida de María nos enseña a los hombres un par de cosas. Ella entiende y aprende en un plano espiritual en donde la compasión y la acogida es extrema.
Todos los testigos ven el perfume e inmediatamente piensan en el costo y el derroche absurdo; mientras que ella a eso le importa poco y acaricia suavemente los tobillos y dedos de los pies de su Señor, los unge con un aroma delicado y de inmediato es abrazada por la salvación, dejándose llevar por el profundo deseo de su corazón: ¡adorar a Dios!
Nuestro Señor, Dios todopoderoso, Rey y Salvador del mundo, no es ungido por profetas o sacerdotes, sino por una prostituta
Los cristianos estamos llamados a ser sacrificio vivo; para adorar a Dios diariamente con nuestras acciones y palabras.
¿Qué estamos dispuestos a ofrecerle hoy al Señor? ¿Con qué queremos lavar los pies de nuestro amado Dios? ¿Estamos dispuesto a darle lo mejor que tenemos? ¿Con cuál perfume queremos adorarle, con el de nuestra indiferencia o con lo mejor que hayamos guardado para Él?
El Señor nos recibe, Él nos recibe siempre, por muy pecadores que seamos Él está dispuesto a consolarnos con todo su poder. No tengas miedo de acercarte a su presencia, ofrécele lo mejor de ti: un corazón contrito y con ganas de reonovarse bajo la fuente de su Divino Amor

Oración para el Lunes Santo

Mi Señor, que bueno es saber que escuchas mis súplicas y estás atento a mis necesidades, susurrando constantemente a mi espíritu tu invitación a vencer el miedo y a lanzarme con confianza a enfrentar cada una de mis batallas.
Te pido que siempre pueda tener lucidez para tomar las mejores decisiones y diferenciar lo bueno de lo malo, esforzarme por serte fiel y no dejar que nadie me quite las ganas de hacer las cosas bien.
Me cuento entre los pecadores que siempre vuelven a caer. Reconozco que en algunas ocasiones me faltan fuerzas y te fallo; por eso me humillo ante Ti, ante tu poder y clamo por tu compasión.
Como María de Betania quisiera también ponerme a tus pies y ofrecerte el mejor de mis perfumes, que no es otro que el de hacer obras agradables a Ti y alejarme de todo aquello que hace mal a mi alma.
Gracias por recibirme una vez más, por cuidarme, por hacerme sentir que soy valioso e importante para Ti. Tú eres grande, poderoso, invencible, supremo, glorioso, con un corazón rico en misericordia.
Me siento bendecido porque en tu amor he encontrado esa paz que me invita a luchar con todas mis fuerzas contra el pecado. Con tu presencia rebosante en amor y perdón podré superar toda mala inclinación.
Tú tocas las dimensiones de toda mi vida y no haces diferencias entre mi riqueza o pobreza, sino en cuánto amor estoy dispuesto a ofrecer
Te amo y te entrego mi corazón ahora para que lo renueves con tu Amor.
A pesar de mis debilidades, en tu Nombre, sé que puedo salir adelante sabiéndome consolado en tu amistad y que te pertenezco para siempre.
Amén.

jueves, 22 de marzo de 2018

PREGÓN DE LA SEMANANA SANTA DE LOGROÑO 2018



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Excelentísimas e ilustrísimas autoridades, señor presidente de la Hermandad de Cofradías de la pasión de la ciudad de Logroño, delegado diocesano de cofradías y prior de la hermandad, presidentes y hermanos mayores de las cofradías de la Semana Santa de Logroño, cofrades y hermanos todos. Agradezco de corazón esta oportunidad que se me brinda de poder pronunciar el Pregón de la Semana Santa. Me siento muy honrado al poder compartir con vosotros estas sagradas fechas en las que conmemoramos los días grandes de la fe de los cristianos.

Queridos hermanos cofrades, en mi carta pastoral para la Misión diocesana os recuerdo la importancia de vuestra participación en la misma: “Las cofradías de nuestros pueblos y ciudades, y especialmente las de Semana Santa, tenéis un precioso desafío que acometer. Valorar e insertar la religiosidad popular en este dinamismo misionero es uno de los grandes retos que tenemos por delante y que puede ayudaros, cofrades y hermanos, a vivir con más intensidad vuestra relación con Cristo; y, a través de las devociones que con tanto fervor custodiáis, a ser artífices del anuncio misionero al que todos estamos llamados”.

Las Cofradías y los cofrades han contribuido decisivamente a conservar los valores religiosos de nuestra sociedad. Su labor será hoy más necesaria que nunca, en una época de secularización y descristianización. El Papa Francisco en la Evangelii Gaudium nos recuerda que “en la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización”.

Y a ello me gustaría contribuir de algún modo con este Pregón. A aprender a descubrir, a leer en expresión de Francisco, el trasfondo de lo que se presenta y representa estos días ante nuestros ojos.
Cuando uno se asoma al diccionario de la Real Academia Española encuentra dos sugerentes acepciones de la palabra pregón. Por un lado se define como la promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de algo que conviene que todos sepan. Y una segunda acepción recoge que se trata de un discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella. La pretensión de mis palabras recoge esta doble propuesta. Creo de verdad que conviene que todos sepan que la Semana Santa logroñesa con sus procesiones, cofrades, saetas y predicaciones está muy próxima y que es mucha su belleza y hondura espiritual.
Quizá lo más importante es lo que esta pía manifestación evoca: el misterio de la entrega en la cruz de Jesucristo, nuestro Señor, por la salvación de todos los hombres.
Por ello quiero invitarles a participar en ella. No solo por la belleza, recogimiento y solemnidad con la que se celebra, sino también por la fuerza del misterio de amor que pone ante nuestros ojos. Misterio incompresible, desgarrador para muchos y hoy desconocido y vilipendiado casi por igual. Pero esto no es nuevo. La propuesta del crucificado sigue siendo escándalo y necedad como ya nos anunciaba San Pablo. En el fondo nos encontramos ante la expresión sublime de un misterio de amor: el señor Jesús, aquel que murió en el Calvario en Jerusalén y resucitó al tercer día, sigue ofreciéndonos su abrazo paternal con los brazos extendidos, destrozados y clavados al madero del patíbulo.

El domingo de Ramos, con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, da comienzo el trascurrir de las procesiones que concluirán con la del Resucitado el domingo siguiente. Los discípulos de Jesús, nos narra la Sagrada Escritura, se preparan para subir a Jerusalén y, si era necesario, morir con Él. La cuaresma que está terminando y la semana Santa que vamos estrenar nos invitan a vivir actualizando esta invitación.

Es curioso observar en el Evangelio de San Marcos el sugerente prólogo con que nos sorprende el evangelista antes de narrar el episodio de la entrada en Jerusalén. Nos propone a un personaje ciego, hijo de un tal Timeo. Esta sentado al borde del camino. Una y otra vez llama al Señor, aunque de manera reiterada le hacen callar. Cuando al fin el Señor le manda llamar, cruzan unas palabras que nos descubren un mundo nuevo a la hora de sentirnos convocados en la semana Santa. “¿Qué quieres que te haga?”, dirá Jesús. Y el responderá con fe recién estrenada: “Señor, que vea”.

Los cofrades vais a caminar junto a Jesús, portándolo sobre vuestros hombros o en las carrozas en los próximos días mostrándonos escenas de su Pasión. En vuestro trascurrir por las calles de Logroño vamos a encontrar a muchos espectadores, que como Bartimeo, estarán al borde del camino. Yo mismo tuve el año pasado esa sensación cuando os veía pasar con gran devoción por las calles de nuestra ciudad en una mezcla de belleza cautivadora que sumiéndonos en unos hechos del pasado interpelaban con gran firmeza nuestro presente y nuestro futuro riojano. Ojalá vuestro paso suscite en quienes os vean y en vuestro mismo corazón aquella suplica que escucharon entonces las calles de Jericó: “que vea”. Que vea, puede ser la descripción de nuestro ánimo, la expresión de un deseo que nos induce a percibir mucho más de lo que nuestras retinas nos muestran.

Os propongo, en este pregón, un recorrido para contemplar con los ojos y el corazón el paso del Señor por las calles de Logroño. La Semana Santa logroñesa nos muestra muchos momentos en los que poder entablar esos diálogos de fe. Las celebraciones litúrgicas en nuestros templos. Las procesiones que salpican nuestras calles a lo largo de los días santos. Los toques de vuestras bandas, las saetas, lo bailes de los pasos que expresan la profundidad de un sentimiento. Todo ellos nos habla de Dios y de un amor inmenso que nos supera pero que nos hace reflexionar. La capital de La Rioja se trasforma en estos días y se convierte en un magnifico escenario que muestra a la ciudad y al mundo el misterio del amor más grande. Es difícil abstraerse a la belleza de este pregón de fe: las procesiones se convierten en una magnífica invitación para descubrir la grandeza de unos días que nos impulsan a vivir de un modo distinto la fuerza de nuestra fe cristiana.

Por ello te invito querido amigo a abrir tus ojos. Mira a Jesús y déjate mirar por Él. Son muchos los personajes, muchas las miradas que en estos días podemos descubrir en los relatos evangélicos de la Pasión. Los pasos de nuestras procesiones nos pueden ayudar a vislumbrar un horizonte nuevo e insospechado en esta bella expresión de la fe de un pueblo.
Permitidme que comparta, observando vuestra semana santa, algunas reflexiones sobre las escenas y procesiones que contemplaremos y que pueden suscitar en nuestro corazón un diálogo de fe. Os invito, en definitiva, a mirar a Jesús y a dejaros mirar por Él.

La Entrada en Jerusalén
Comienza nuestra Semana Santa. La Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén pone ante nuestros ojos el paso de la ‘borriquita’. Jesús ha anunciado a los suyos un nuevo viaje. Ellos aun no lo saben pero se trata del viaje definitivo. El destino: Jerusalén. La ciudad entera se conmueve. La gente que le acompaña estalla de alegría. Los discípulos están desconcertados. Jerusalén entraña el que se puedan concretar las profecías sobre su muerte. Y Él les sorprende: va a entrar en Jerusalén a lomos de un burro. Ejerce un derecho que solo corresponde a los reyes: confiscar un animal para un uso determinado. ‘El Señor lo necesita’ será la escueta explicación de los discípulos. Comienzan a entender. Acompañan al rey que anunciaban los profetas. Todo un honor, aunque temen que este se convierta en amargura.
Y al adentrarse en las calles de Jerusalén los jóvenes le vitorean con fuerza inusual. Los jóvenes son los que miran las cosas de un modo nuevo y se dejan sorprender por Jesús. La frescura de los más jóvenes se contagia de la fuerza de aquel hombre que es proclamado rey. La fuerza de aquella juventud jerosolimitana nos sitúa ante nuestros jóvenes de Logroño a quienes invitáis para que participen en el Vía Crucis de la juventud y que nutren muchas de vuestras bandas procesionales.
Jóvenes a los que la Iglesia quiere escuchar para ayudarles a tomar conciencia de que ellos son los mejores evangelizadores de los otros jóvenes. En su mensaje de convocatoria del Próximo Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, Francisco nos recordaba: “En Cracovia, durante la última Jornada Mundial de la Juventud, les pregunté varias veces: ‘Las cosas, ¿se pueden cambiar?’. Y ustedes exclamaron juntos a gran voz ‘¡sí!'”. Esa es una respuesta que nace de un corazón joven que no soporta la injusticia y no puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder ante la globalización de la indiferencia. (…) Un mundo mejor se construye también gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro. También la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores”.
La mirada de los jóvenes y su aliento empujó a Jesús a cumplir su misión redentora. Ellos son el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad. La mirada y el compromiso de los jóvenes del tercer milenio nos ayudarán, sin duda, a anunciar entre los hombres el mandamiento del Amor que Jesús nos dejó como la mejor de las herencias.

La oración en el huerto de los olivos

Es el momento de la soledad, del sufrimiento. Deja que tu mirada y la suya se entrecrucen de algún modo. Los olivos envuelven la escena: es el eco del paraíso donde se produjo la ruptura. Ha llegado el momento de la restauración: feliz culpa que mereció tal Redentor. Pero esta, sólo se alcanza en la entrega de la pasión. Y Jesús toma conciencia de que debe asociarse a ella. Él nos ha enseñado que el dolor, la soledad o la marginación pueden convertirse, paradójicamente, en pedagogos del amor. El mirar a Jesús en ese estado trasforma nuestros ojos en los del buen samaritano que saben mirar al que sufre y sanarle las heridas:
“Buen Samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Esta parada no significa curiosidad, sino más bien disponibilidad… el buen Samaritano de la parábola de Cristo no se queda en la mera conmoción y compasión. Estas se convierten para él en estímulo a la acción que tiende a ayudar al hombre herido. Por consiguiente, es en definitiva buen Samaritano el que ofrece ayuda en el sufrimiento, de cualquier clase que sea. Ayuda, dentro de lo posible, eficaz. En ella pone todo su corazón y no ahorra ni siquiera medios materiales. Se puede afirmar que se da a sí mismo, su propio « yo », abriendo este « yo » al otro…. El hombre no puede « encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás», Buen Samaritano es el hombre capaz precisamente de ese don de sí mismo”.
Cuando en la Magna Procesión del Santo Entierro la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, nos acerque a Jesús en su oración desgarrada, contempla el sufrimiento de Cristo, con los ojos del buen samaritano.
Esa agonía anticipada de Cristo, nos desvela parte del enigma del misterio execrable del dolor: este puede hacerse presente para irradiar amor que surge de un corazón, que puede ser el tuyo y el mío, que no está dispuesto a quedarse indiferente ante el sufrimiento del prójimo.


La flagelación del Señor atado a la columna

El toque de los tambores resonará por nuestras calles y, cerca de la Parroquia de Santa Teresita, tendremos la oportunidad de rezar el Vía Crucis acompañando el desgarrador paso de la Flagelación del Señor. La Pasión ya ha comenzado. La flagelación de Cristo nos recuerda la crudeza de un castigo que es antesala de la muerte. La Palabra de Dios había sido pronunciada como espada de doble filo: incisiva y penetrante, iluminadora y redentora. Muchos corazones se habían sentido interpelados por aquel hombre que hablaba con autoridad. Ahora todas aquellas alocuciones se actualizaban de modo macabro al ritmo que imponían los verdugos con sus golpes. “Haced el bien a los que os maldicen”, “ofreced la mejilla izquierda a los os abofetean en la derecha”, “bienaventurados los perseguidos por la justicia”. Todas aquellas frases resonaban en la mente de los testigos y los látigos actuaban a modo de cincel que graba en sangre para la historia la grandeza de un mensaje. Y la mirada perdida y desconsolada de Jesús sigue hablando: “Temed a los que pueden hacer daño a vuestra alma, no a quienes puedan herir vuestro cuerpo”.
¿Quién le mira entonces? Los que le escucharon y nos lo cuentan: los evangelistas. Todos narran con discreción la dureza del repúgnate tormento, pero nadie oculta la verdad. La Iglesia aprende desde el principio que el mensaje de Salvación debe trasmitirse en su integridad. Aunque duela. Por eso la Palabra del Señor no se pronuncia para ocultarla. No se dulcifica, para que sea más fácil digerirla. Y el Señor se sume en el mutismo.
Hacer historia personal las Palabras de Jesús, se nos presenta como una misión de titanes. Pero el Señor tiene una pedagogía a la que no está dispuesto a renunciar. La ha practicado en su vida pública, la ha plasmado en la última cena al lavar los pies de sus apóstoles y ahora nos la propone a nosotros. Habla desde la fuerza del compromiso y del testimonio, sus palabras no son huecas. Aquello que dice o propone está el dispuesto a cumplirlo primero.
El toque de los tambores y cornetas de la banda de la Cofradía de la Flagelación del Señor, se nos presentarán como majestuosos ecos que en las calles de Logroño nos muestran la Palabra muda que pronunciaran las imágenes procesionales como mensaje incisivo que mendiga nuestra respuesta.

Jesús Cautivo
Jesús cautivo recorre nuestras calles. La belleza estética de su paso, no oculta la crudeza de los que le ocurre a aquel inocente. Al final lo presentan ante Pilato. Y es Pilato quien mira a Jesús. No quiere saber quién es ese hombre. No le interesa la verdad y construye su historia desde el autoengaño. Jesús aparece ante él desfigurado, roto, hecho un despojo humano, sin aparente dignidad. Nuestra mirada y nuestro corazón están, en muchas ocasiones, más endurecidas que la del gobernador romano. Y entonces descubrimos que algo se rompe, se quiebra. Es mi dignidad pues no me estoy comportando conforme a lo que soy.
Benedicto XVI describe esta escena en su libro Jesús de Nazaret:
“En Jesús aparece lo que es propiamente el hombre. En El se manifiesta la miseria de todos los golpeados y abatidos. En su miseria se refleja la inhumanidad del poder humano que aplasta de esta manera al impotente. En Él se refleja lo que llamamos ‘pecado’: en lo que se convierte el hombre cuando da la espalda a Dios y toma en sus manos, por cuenta propia, el gobierno del mundo.
Pero también es cierto el otro aspecto: a Jesús no se le puede quitar su íntima dignidad. En Él sigue presente el Dios oculto. También el hombre maltratado y humillado continúa siendo imagen de Dios. Desde que Jesús se ha dejado azotar, los golpeados y heridos son precisamente imagen del Dios que ha querido sufrir por nosotros. Así, en medio de su pasión, Jesús es imagen de su esperanza: Dios está al lado de los que sufren”.
Hoy no estamos en Jerusalén, en el palacio del gobernador romano. Pero con el marco de nuestro Logroño de hoy, veremos pasar a Jesús en el momento de su sentencia a muerte. En esos momentos mira a Jesús. Es la hora de tu veredicto. Es la hora de la justicia.

El silencio y la Magdalena
El silencio preña en nuestro corazón. Nos quedamos atónitos, sin palabras, ante lo que está aconteciendo ante nuestros ojos. Quizá estemos buscando el modo de recorrer un camino interior para comprender. Esa es la invitación de la procesión del Silencio que recorre nuestras calles al arrancar el Viernes Santo con la Cofradía de María Magdalena.
Un camino que nos muestra otra mujer también enamorada de Cristo y muy cercana a nosotros en el tiempo: Santa Teresa de Calcuta. La santa misionera nos ayuda a leer el silencio y desde él desarrollar un modo de vida: “el fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”. Un camino que nos llena de sabiduría y de vida.
La Magdalena recorre también su camino interior. Por ello se nos presentará como la primera testigo de la Resurrección. Sus ojos se abren a la verdad y nos invita a que nosotros también vivamos esa experiencia. Pero… (también nos lo recuerda la Magdalena) para que nuestros ojos se abran como le ocurrió a aquella mujer el día de la Resurrección, primero hay que aprender a estar con Jesús junto a la Cruz (cfr. San Juan).

Jesús con la cruz acuestas, camino del calvario
A Jesús le roban la vida… y quieren robarle también la muerte. El Sanedrín induce a Pilatos a crucificarle. Podrían haberle dado muerte por lapidación pero esa ejecución, aunque terrible, era la muerte de los profetas. No. Jesús era demasiado peligroso, no tenía derecho ni a una muerte profética. Le condenan a una muerte degradante y para ello necesitan la muerte infame de los infames: el patíbulo de la cruz. El pacífico condenado por violento; el que había propuesto un Reino que no es de este mundo, el Reino de Dios, es acusado de conspirar contra el reino de los hombres.
Y Jesús carga con la Cruz. Una comitiva ensordecedora le acompaña. No le aclaman como cuando recorría las calles de Jerusalén montado en la borrica. Parece que todos los ojos se cierran. Es conducido por ciegos que han decidido extinguir la luz. Cuanta gente en su entorno, pero muy pocas son las miradas que quieren procurarle consuelo en aquel ominoso recorrido.
En aquel dramático momento aparece la figura de su madre. Esta escena está grabada también en el corazón y en la retina de los logroñeses. Por dos veces podemos contemplarla: el miércoles santo el Nazareno viniendo desde la parroquia de Santiago, se encontrará con su Madre, la Virgen de Dolorosa de la Cofradía de Virgen de la Soledad, entre la calle Portales y 11 de junio. Y en la procesión del viernes se nos presentará de nuevo con el paso del encuentro de la Cofradía de la Santa Cruz. Es un momento de especial intensidad. No renuncio a imaginar la mirada de la Madre. Nos lo relata Martín Descalzo:
“Se miran. Y en la mirada se abrazan sus almas. Y el dolor de los dos disminuye al saberse acompañados. Y el dolor de los dos crece al saber que el otro sufre. Y luego los dos se olvidan de sus dolores para unirse en la aceptación. Es ahí – en la común entrega – donde se sienten verdadera y definitivamente unidos. Lo que en realidad distingue a estos dos corazones de todos cuantos han existido no es la plenitud de su dolor, sino la plenitud de su entrega”.
Cuando la mirada de la Madre le es arrebatada, Jesús se derrumba. Y aparecen otros ojos compasivos. Son los ojos de un hombre que recibe su bautismo al abrazar el madero. Comienza a ver. Aquel deshecho humano, aquel reo exhausto, casi moribundo, le regala la vida. Simón, el cirineo, tiene la oportunidad en aquel encuentro inopinado de hacer realidad el evangelio de Jesús: “Cuando lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. Las palabras de Jesús comienzan a cumplirse. Su sangre está siendo redentora, antes incluso, de ser clavado en la Cruz.
“A mí me lo hicisteis”. Esta frase estalla en los oídos del creyente. El cirineo abre un camino de salvación que muchos han seguido. Si, el Señor se empeña en seguir apareciendo ante nuestra mirada, para que fijemos los ojos en Él y le descubramos en el desfigurado disfraz del pobre y del que sufre. Ese mirar acuña en el corazón el mandamiento nuevo del amor. Pero no para que lo pronunciemos campanudamente como si de una frase hueca e irreal se tratase. Es el reto de no dejarnos atrapar por la indiferencia ante el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas.
Cuantas veces nos lo recuerda el Papa Francisco: “Cada uno de nosotros le interesamos a Dios; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia”. Pasa a la acción y abraza la cruz de Jesús, que procesiona cada día por las calles y las casas de Logroño. Mírale con los ojos del Cirineo. Eso es evangelio en estado puro.

El Crucificado
En los días santos vamos a tener la oportunidad de contemplar en nuestras calles a Jesús abrazado a la cruz y entregando su vida por nuestra salvación. Jesús sufriente y crucificado se nos va a hacer presente en la oración espontánea que surgirá estos días del corazón de los creyentes en los distintos Vía Crucis que recorrerán nuestras calles.Tres hombres son ejecutados un 14 de Nisán

. Tres cruces, que parecen idénticas, les abrazan terriblemente. Tres hombres que mueren juntos pero lo hacen por distinta causa. El espectáculo es aberrante. La sangre de Jesús se mezcla con la de sus compañeros de patíbulo. Sangre que se derramaba a la vista de todos. ¡Y… no comprendían que la redención estaba sucediendo!
Aquellos hombres que contemplan la escena no solo tienen cerrados los ojos, también han necrosado su corazón. La orgia de insultos va en aumento. La elocuencia de la muerte de Jesús proyecta ante su mirada lo contenido en el libro de la Sabiduría o en el relato del profeta Isaías cuando, mucho antes de que acontezca, relata de manera exacta lo que allí está sucediendo con aquel hombre sufriente. Y ellos conocen las escrituras, pero no les importa. Tienen los datos necesarios que les pueden llevar al fondo de lo que están viendo, pero la salvación prometida ya no tiene sentido. Tiene un precio demasiado alto que no están dispuestos a pagar: reconocer que Jesús es Dios. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Y sus dos compañeros de suplicio protagonizan con Él aquella locura. Están en la misma escena, contemplan la misma realidad, fijan sus ojos en Jesús y sus reacciones son totalmente divergentes. Uno de ellos se contagia de aquella vorágine. Y deja que Dios pase de largo, no le permite que incida en su existencia, lo desprecia, lo insulta… en el fondo lo ignora.
El otro le mira y bajo aquel rostro desfigurado, bajo aquel cuerpo roto intuye el misterio de Jesús. Un cartel pende de la cruz: aquel hombre, compañero de suplicio, es rey. Al mirarle descubre en sus ojos la mirada de Dios. Y “le miró amándole”. Es la misma mirada que perdonó al joven rico cuando, subiendo a Jerusalén, se lo cruzó cerca de Jericó. Es la mirada del Santo Cristo de las Siete Palabras que no debe dejarnos indiferentes.
El agonizante se encuentra con la vida. Se da cuenta de que aquel crucificado a su lado hace realmente visible el rostro de Dios. Esta junto al verdadero rey, aquel a quién esperaba Israel. La respuesta de Jesús nos llena de esperanza. El Señor acoge siempre, incluso cuando hemos estado separados de Él.
Miremos a Jesús en la cruz, al Cristo de la Reconciliación, para encontrar como el buen ladrón sentido nuestra vida. Mirémosle cuando ya ha entregado su vida. La cofradía del Santo Cristo de las Ánimas baila al Cristo con reverente respeto en la mañana del Viernes Santo y nos ayuda a sumergirnos en ese momento de amor y dolor.

El descendimiento
Todo ha terminado. El paso de la Cofradía del Descendimiento de Jesús de la Cruz irrumpe para mostrarnos la aparente derrota. María, la Magdalena y San Juan contemplan la escena. Pronto lo depositarán en el sepulcro. El bello paso del Sepulcro nos cautiva con el rostro sereno de Cristo que ha entregado su vida por nosotros. Trasmite paz. Los logroñeses lo hemos podido venerar con afecto el miércoles santo en la Capilla de los Ángeles, presentado por la Cofradía del Santo Sepulcro.
Es entonces cuando aparecen dos personajes que poco protagonismo han tenido en el relato de la pasión: José de Arimatea y Nicodemo. Los más cercanos se han dispersado casi todos. Pero surgen desde el primer momento los frutos que provienen de la entrega generosa de Cristo. El Señor ha muerto, sus enemigos han triunfado sobre Él. Aun en la derrota los corazones de aquellos que buscan la verdad empiezan a intuir que algo va a ocurrir y van perdiendo el miedo. No sabemos lo que pasaría por la cabeza de aquellos hombres, sí que nos podemos detener en lo que verían sus ojos.
El sol empezaba a descender. Pilatos les ha concedido el permiso para desclavar a Jesús y enterrarle. Pero hay que darse prisa, la noche les introduce en el sábado pascual y no pueden contaminarse tocando un cadáver.
Cien libras de mirra y áloe se presentan para embalsamar al reo. Una cantidad desproporcionada, propia de un rey: cuando parece que todo está acabado, comienza a emerger de modo misterioso su gloria. La noche se hace presente. Una noche preñada de duelo e injusticia.
De noche también se encontraron, tiempo atrás, Jesús y Nicodemo: “tienes que volver a nacer” escuchó aquel hombre que se acercó a Jesús, oculto en la penumbra, para no ser visto. Los niños, cuando nacen, abren los ojos aunque no son capaces de ver con claridad. Es lo que le pasa a aquel judío que en el fondo no hacía sino buscar la Misericordia de Dios que le mostraba el camino para la vida plena.
También el Señor quiere regalarnos a todos su Misericordia. Los días santos son el tiempo de la misericordia por excelencia. Nos lo recuerda el Papa Francisco. “Este es el tiempo de la misericordia. Cada día de nuestra vida está marcado por la presencia de Dios, que guía nuestros pasos con el poder de la gracia que el Espíritu infunde en el corazón para plasmarlo y hacerlo capaz de amar. Es el tiempo de la misericordia para todos y cada uno, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios y de la potencia de su ternura. Es el tiempo de la misericordia, para que los débiles e indefensos, los que están lejos y solos sientan la presencia de hermanos y hermanas que los sostienen en sus necesidades. Es el tiempo de la misericordia, para que los pobres sientan la mirada de respeto y atención de aquellos que, venciendo la indiferencia, han descubierto lo que es fundamental en la vida. Es el tiempo de la misericordia, para que cada pecador no deje de pedir perdón y de sentir la mano del Padre que acoge y abraza siempre”.
Aquellos dos hombres se atreven a dar el paso. Abrazan la Misericordia de Dios para con la humanidad en un cuerpo destrozado. Pero la abrazan con convicción, como si fueran a nacer de nuevo. Y sus ojos se abren.

La soledad de María
María se ha hecho presente en nuestras calles acompañando el dolor de su Hijo y enseñándonos a mirarle. El rezo contemplativo de los misterios dolorosos del Rosario nos han presentado estos momentos cargados de intensidad. La habéis portado como maestra paciente que intenta, olvidándose de sí, enseñarnos a contemplar la grandeza de cada uno de los misterios de la Pasión que nos presentan vuestras cofradías y hermandades. El paso del Stabat Mater portada por la cofradía de la Santa Cruz nos muestra el gran misterio que cada corazón debe descifrar, que al principio nos da vértigo pero que, al ir desvelándolo, engendra en nosotros alegría y la paz.
Aun así, me siento superado por el desgarro que la soledad produce en el corazón de la Madre. Ver a la Virgen Dolorosa llena el espíritu de emoción. Ver a la Madre abrir los brazos y la vida para acoger de nuevo en su seno a su Hijo, portado por la Cofradía de nuestra Señora de la Piedad, conmueve. Logroño entero se para escuchar el susurro de la Madre. Dejadme usar palabras de otro, de Martín Descalzo, y escuchad como nos narra el mirar despojado y sufriente de María, que afianza nuestro mirar dubitativo:
“Conocía la noche de la fe, pero nunca creí que fuera tan profunda. Ni una sola ventana con luz, sólo creer, esperar, cerrar los ojos, entrar en la cuesta arriba. Sí, ayer cuando la losa cayó tras de su cuerpo, nada de ángeles, nada de voces del Padre. Sólo la noche y el sonar de los latigazos en los oídos, y las carcajadas, y las blasfemias y las risas, el golpe final de la piedra, cerrándose.
¡Qué lejos ahora lo de Belén y aun las pequeñas angustias de Nazaret cuando él se alejaba! Entonces ¿es esto ser una madre? En la noche no hay nada. Sólo la noche. Y la certeza de que el sol está al fondo y volverá mañana.
Pero, ¿por qué se ha de salvar siempre con sangre? ¿Es que son tan hondos los pecados del hombre que sólo pueden borrarse con manos y frente desgarradas? No, no le hubierais reconocido ayer si le hubieseis visto subir por la pendiente. Las madres sí; olemos a los hijos desde miles de kilómetros, porque no es verdad que salgan nunca de nosotros. Están fuera, caminan, lloran, triunfan, viven, pero no es verdad; siguen estando dentro. Ayer el calvario estaba más en mi seno que en Jerusalén, clavaban dentro, martilleaban dentro.
Por eso no hubo nadie junto a él. Juan, Magdalena… todos estaban sin estar. Y hasta el Padre se fue y nos dejó solos. (…)
Estábamos unidos, sí, pero los dos entramos solitarios en la muerte. Vi doblarse su cabeza y supe que pensaba en quienes le habían abandonado: el Padre y los hombres. Fue entonces, y no cuando los martillazos, cuando yo di mi vida.
Después de muerto volvió a pertenecerme. Quitando sangre, espinas, barro, fui reconquistando su cuerpo, y, si cerraba los ojos, podía pensar que le estaba lavando otra vez como cuando era niño. Le hablé como entre sueños. Y me pareció como si me entendiera.
Ahora ha vuelto la calma. La calma nocturna, pero calma al cabo. Ya sólo queda esperar y ver la puerta que se abre y sus ojos que brillan. Me gustaría que viniera con las heridas. Serían un buen recuerdo de este segundo parto en que le he dado a luz mucho más que la primera vez”.

El Resucitado

Tus ojos. Hasta ahora hemos mirado con los ojos de los otros. Lo que realmente importa es tu mirada, la mirada de tu fe. El borde del camino ya no es tu sitio. Como Bartimeo siéntete llamado a participar en el cortejo que acompañará, por las calles de Logroño, a Jesús Resucitado. Él lo hace todo nuevo e inunda de alegría nuestra fe y nuestra vida.
La Procesión que sale del cementerio de Logroño consigue expresar de modo sentido la Resurrección de Cristo y nos ayuda a introducirnos después de los días Santos en la serena alegría de la Pascua. El encuentro con el Resucitado te introduce en un nuevo orden, te hace salir de la realidad que aparece en principio ante tus ojos, y te sumerge en ese nuevo horizonte que solo se puede descubrir con los ojos de la fe.
La frase que pronunció aquel ciego de Jericó, ‘que vea’, puede ser de nuevo pronunciada y atendida en las calles de Logroño. Mirar a Jesús y dejarnos mirar por Él. Pasar de la oscuridad a la luz, expresa muy bien lo que entraña vivir con Cristo o permanecer sin Él. Su luz no agrede, invita; no juzga, ama.
 
Invitación final
Logroñeses y cofrades, amigos todos, salid a las calles de nuestra ciudad. La Semana Santa de Logroño, con las procesiones de nuestras cofradías, es un tiempo propicio para participar en estas celebraciones hondas y expresivas.
Las celebraciones litúrgicas que tendrán lugar en La Redonda y en las parroquias de Logroño, los toques de los tambores y los bombos, el olor a incienso y el colorido de vuestros trajes penitenciales, las saetas y los bailes de nuestros pasos, seguro que avivan nuestros sentidos para descubrir el hondón de lo que se representa. Ese descubrimiento, puede ser un buen motivo para dar el salto y ponernos a caminar. Para encarnar en la realidad y en la historia los acontecimientos que ponéis ante nuestros ojos, no como una fábula épica del pasado, sino como algo que ocurrió de verdad y que sigue aconteciendo en el comienzo de este tercer milenio.
 
La solidaridad, el compromiso con los pobres, el amor a los que sufren, la entrega generosa de lo que somos y tenemos, el amor más grande, volverá a tomar nuestras calles al paso de las procesiones. Cada imagen, cada paso, cada cofrade nos presentarán una historia inacabada cuyo final requiere tu implicación y la mía. Muchas gracias.

domingo, 18 de marzo de 2018

SEMANA SANTA 2018 / PARROQUIA SAN PÍO X

Parroquia San Pío X2018_logrono_opt



SEMANA SANTA - PASCUA 2018
SAN PÍO X , LOGROÑO


 Domingo de Ramos – 25 de marzo
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Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo!
  (Mt 21,9) 





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12:00: Procesión de Ramos y Eucaristía


Martes Santo - 27 de marzo
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19:00: Celebración penitencial - Confesiones
                                       "EXAMEN DE CONCIENCIA"
Abrir en PDF

Jueves Santo - 29 de marzo
 
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Os doy un mandamiento nuevo- dice el Señor-; que os améis unos a otros, como yo os he amado.










18:00: Eucaristía de la Cena del Señor22:00: Oración comunitaria . Hora Santa 

Viernes Santo-  30 de marzo

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Venid, adoremos a Cristo, Hijo de Dios,

que nos redimió con su sangre.



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12:00: Vía Crucis de la Misericordia

   


    18:00: Liturgia de la Pasión del Señor


 
                                 21:00: Video/ Fórum: " Silencio"

Martin Scorsese lleva a la pantalla una adaptación de Silencio, la novela histórica del católico japonés Shusaku Endo, publicada en 1966, sobre los misioneros jesuitas portugueses en el Japón del siglo XVII. La trama principal gira en torno al personaje real de Cristóbal Ferreira, un jesuita que apostató públicamente tras sufrir torturas y ver morir a sus compañeros. La novela –y la película– siguen los pasos del padre Rodrigues, un joven jesuita que viaja desde Macao a Japón para averiguar qué ha sido de Ferreira, su antiguo maestro, y ayudar a los cristianos perseguidos.









Sábado Santo - 31 de marzo


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"MADRE DE MISERICORDIA"







                              Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso,


disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu


21:00: Vigilia Pascual
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Domingo de Resurrección -  1 de abril
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En verdad ha resucitado el Señor, aleluya. A él la gloria y el poder por toda la eternidad (Lc 24,34)






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12:00: Eucaristía dominical
 


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