sábado, 31 de marzo de 2018

Sábado Santo. Vigilia Pascual. La Iglesia espera con María ante el sepulcro


El Sábado Santo conmemora el día en que Jesucristo estuvo en la tumba después de su muerte. Es el día después del Viernes Santo y el día antes del Domingo de Pascua. También se le conoce como víspera de Pascua
Después de que Jesús murió en la cruz el Viernes Santo, José de Arimatea, un adinerado miembro del Sanedrín y un discípulo secreto de Jesús, le pidió a Poncio Pilato el cuerpo de Jesús para enterrarlo. Pilato estuvo de acuerdo.
José de Arimatea roció el cuerpo de Jesús con mirra y áloe, lo envolvió con una capa de lino fino. Lo colocó en una tumba que había hecho para sí mismo e hizo rodar una enorme piedra sobre la tumba y se fue. Con esto, José cumplió la profecía de Isaías 53:
"Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca".
Su madre, María, los Apóstoles - particularmente San Juan y María Magdalena, lamentaron esta gran pérdida.

Hoy en día, en este Sábado Santo, nosotros también reflexionamos sobre la entrega generosa del Señor a una muerte en la cruz por todos nuestros pecados.
Algunas personas continúan el ayuno hasta el anochecer. Ningún servicio de la Santa Comunión se lleva a cabo sino hasta el atardecer, cuando muchas iglesias celebran la Vigilia Pascual. Es en este momento, en el que se realiza el encendido del Cirio Pascual.
El sacerdote enciende un nuevo Cirio cada año. Este iluminará todas las Santas Misas que se celebrarán durante los próximos 40 días, hasta la celebración de la Ascensión de Jesús al Cielo, entonces es retirada del altar.
El cirio pascual contiene cinco granos de incienso, que representan las cinco heridas de Jesús. La iluminación de la vela recuerda la luz y la vida de su resurrección. Las pilas bautismales que se vacían el Jueves Santo, se reponen con agua recién bendecida.
Tradicionalmente, los catecúmenos - Los nuevos en la fe - son bautizados en este día. Esto recuerda la Escritura: si somos bautizados en Cristo, moriremos en Cristo y encontramos la vida eterna con él.

¿Qué sucedió con Jesús mientras estuvo muerto?

Reflexionando ahora sobre el momento de Jesús y su reposo en la tumba: aunque su cuerpo estuvo allí, su espíritu se había ido al Seol - el lugar de los muertos - para liberar a las almas de los niños y adultos justos.
Jesús descendió a este Infierno, aunque este lugar al que Él fue, no es como el infierno o el purgatorio que conocemos hoy en día. Su presencia iluminó todas estas almas justas desde el principio del tiempo - Adán, Eva, Noé, Moisés - y así, el Seol se convirtió en un paraíso hasta la Ascensión de Jesús al Cielo.
Tras su ascensión, Jesús abrió las puertas del cielo a todos ellos, donde viven con él ahora y para siempre.
Muy temprano al día siguiente (domingo), en la tumba, sucedió algo tremendo. Así lo narra el Evangelio de Mateo (28,1-9):
"Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán". Esto es lo que tenía que decirles".
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él"
El Sábado Santo es el momento en que aprendemos a confiar en el sacrificio eterno de amor de Dios que la muerte no puede ni subyugar ni comprender.
En el Sábado Santo comenzamos a ver que es el mismo Dios quien ha hecho de la muerte su instrumento; No para aterrorizarnos, sino para llamarnos más íntimamente a su lado.
En la oscuridad purificadora del Sábado Santo descubrimos el Sábado de nuestra espera, descubrimos una esperanza sólida.
Sólo Cristo puede llevarnos a la mañana de Pascua, y así sucede con todos los sábados de nuestra vida. Amén.

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