jueves, 4 de octubre de 2018

Homilía del Papa Francisco en la Misa de Apertura del Sínodo sobre los Jóvenes (03/10/2018)




Jóvenes, fe y discernimiento vocacional
Comienza en Roma el Sínodo de los Obispos con una Misa presidida por el Papa Francisco


Después de meses de preparativos, comenzó en Roma este miércoles 3 de octubre la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos centrada en los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
En una plaza de San Pedro llena de fieles, frente a la Basílica vaticana, y en un día especialmente luminoso, el Papa Francisco presidió la Misa de apertura del Sínodo, Misa de gran solemnidad que se desarrolló en gran parte en latín.
En su homilía, el Santo Padre animó a los Padres Sinodales en los trabajos que comenzarán esta misma tarde, y les aseguró que “la Iglesia los mira con confianza y amor”.
El Papa pidió a los Padres Sinodales “trabajar para revertir las situaciones de precariedad, exclusión y violencia a las que están expuestos nuestros muchachos”.
“Nuestros jóvenes, fruto de muchas de las decisiones que se han tomado en el pasado, nos invitan a asumir junto a ellos el presente con mayor compromiso y luchar contra todas las formas que obstaculizan sus vidas para que se desarrollen con dignidad”.
Aseguró que los jóvenes “nos piden y reclaman una entrega creativa, una dinámica inteligente, entusiasta y esperanzadora, y que no los dejemos solos en manos de tantos mercaderes de muerte que oprimen sus vidas y oscurecen su visión”.
Toda la homilía del Papa se articuló en torno a la importancia de que los Padres Sinodales se dejen guiar por el Espíritu Santo para el éxito del Sínodo.

El Papa invocó al Espíritu Santo para que “nos dé la gracia de ser Padres sinodales ungidos con el don de los sueños y de la esperanza para que podamos, a su vez, ungir a nuestros jóvenes con el don de la profecía y la visión”.
“Que nos dé la gracia de ser memoria operante, viva, eficaz, que de generación en generación no se deja asfixiar ni aplastar por los profetas de calamidades y desventuras ni por nuestros propios límites, errores y pecados, sino que es capaz de encontrar espacios para encender el corazón y discernir los caminos del Espíritu”.
Recordó que “nuestros jóvenes serán capaces de profecía y de visión en la medida que nosotros, ya mayores o ancianos, seamos capaces de soñar y así contagiar y compartir esos sueños y esperanzas que anidan en el corazó

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