1.- Oración introductoria.
Señor, he dado un vistazo al evangelio del día y me ha dado vértigo. Me he quedado con esta sola palabra: ¡Necio! Yo no quiero ser necio, sino cuerdo; quiero aprovechar esta vida que Tú me has dado como un regalo tuyo. Quiero poner mi corazón en lo que no perece, en lo que es eterno. Señor, líbrame del apego al dinero y dame la gracia de poner mi corazón en Ti y sólo en Ti.
2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 12, 13-21
Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes». Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?” Y dijo: “Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
3.- Qué dice el texto
Meditación-Reflexión
Comenzamos con unas palabras de Pablo: “En Cristo hemos sido enriquecidos con toda clase de bienes” (Ef. 1,3). Desde este momento, la división entre ricos y pobres ya no se hace por razón del dinero, sino por relación a Jesucristo. Son ricos los que poseen a Cristo y pobres los que no lo poseen. La parábola de Jesús nos habla de la pobreza de un hombre rico, que ha acumulado muchos bienes y no sabe qué hacer con ellos. Si nos fijamos bien, es un hombre que está solo, y sólo habla consigo mismo: ¿Qué haré?…edificaré…diré a mi alma… ¿Qué tipo de persona es ésta que no tiene relación con nadie? ¿Qué tipo de hombre es éste que sólo sabe hablar consigo mismo? Si la esencia de la persona es el ser sociable, el relacionarse con los demás, el participar con los otros…, he ahí un hombre que no es hombre. La riqueza le ha anulado, le ha deshumanizado, le ha despersonalizado. El propio evangelio le llama ¡Necio! Y eso que sólo hablamos de este mundo. ¿Y su futuro? Lo tiene muy negro. En cambio, el que se ha enriquecido con la riqueza de Dios, que es Jesucristo, será feliz ya aquí en este mundo y después por toda la eternidad.
Palabra del Papa
En la Liturgia resuena la palabra provocadora de Eclesiastés: “vanidad de vanidades… todo es vanidad”. Los jóvenes son particularmente sensibles al vacío de significado y de los valores que a menudo les rodean. Y lamentablemente pagan las consecuencias. Sin embargo el encuentro con Jesús vivo, en su gran familia que es la Iglesia, llena el corazón de alegría, porque lo llevan de verdadera vida, de un bien profundo, que no pasa y no se marchita: lo hemos visto sobre los rostros de los jóvenes en Río. Pero esta experiencia debe afrontar la vanidad cotidiana, el veneno del vacío que se insinúa en nuestras sociedades basadas en el beneficio y en el haber, que engañan a los jóvenes con el consumismo. El Evangelio de este domingo nos llama la atención precisamente sobre lo absurdo de basar la propia felicidad en el haber. El rico se dice a sí mismo: “Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, como, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. Queridos hermanos y hermanas la verdadera riqueza es el amor de Dios, compartido con los hermanos. Ese amor que viene de Dios y hace que lo compartamos y nos ayudamos entre nosotros. Quién experimenta esto no teme a la muerte, y recibe la paz del corazón. Confiamos esta intención, esta intención de recibir el amor de Dios y compartirlo con los hermanos, a la intercesión de la Virgen María (Ángelus de S.S. Francisco, 4 de agosto de 2013).
4.- Qué me dice ahora a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio)
5.-Propòsito. Hoy y no mañana, hago una opción radical de seguir a Jesús como el único tesoro de mi vida.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, gracias porque hoy tu Palabra me ha dado un fuerte aldabonazo a mi cabeza y ha cambiado mis pensamientos y mi proyecto de vida. He visto con claridad el engaño que supone el poner el corazón en las riquezas y en los bienes de este mundo. A la hora de la muerte, sólo me van a proporcionar desasosiego y remordimientos. Me sentiré profundamente vacío. Por eso hago el compromiso de poner el corazón en Jesucristo, el Buen Pastor, el que me acompaña a la verdadera vida, una vida en plenitud.
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