sábado, 28 de julio de 2018

XVII Domingo del Tiempo Ordinario

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El hecho de que este milagro de la multiplicación de los panes esté narrado en los cuatro evangelios es suficiente para pensar en la importancia que se le dio en la Iglesia Primitiva. La voluntad de Dios, al crear el mundo, fue que los alimentos de la tierra llegaran a todos. Esa gran mesa levantada sobre esa alfombra natural de la hierba tierna, es un signo claro de que el Padre Dios está feliz y contento cuando todos sus hijos tienen lo necesario para vivir. Más aún, es necesario recuperar el verbo que usan los sinópticos antes de realizar el milagro. El “sintió compasión” (Mc. 6,32). Y en el original significa “sentir conmoción en las propias entrañas”. El compadecerse de los pobres, de los que no tienen para comer, obedece a ese “vuelco del corazón”. El dar   una limosna o hacer una obra de caridad debe responder en nosotros a una mirada del corazón.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,1-15):

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. 
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?» 
Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.» 
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» 
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. 
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» 
Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Palabra del Señor

COMENTARIO-REFLEXIÓN
El tema de este Domingo es el más grave, el más urgente, el más actual. No plantea un problema sino “el problema”. El gran problema de la existencia de hambre en el mundo. Y, con el problema, una pregunta:¿Cómo es posible que en el siglo XXI, dos terceras partes de la humanidad tenga hambre? Esto significa que de cada tres personas una se come el pan de las otras dos. En el evangelio se dan tres soluciones:

PRIMERA SOLUCION: La de Felipe. (Falsa). Dice: “ doscientos denarios no bastan para que a cada uno le toque un denario”. Sólo habla de denarios, de dinero. Que el problema del hambre lo solucione “el capital”. Que se junten todos los banqueros del mundo. Y sabemos que si se juntan los banqueros es para ver cómo el capital es más rentable para los ricos. Pensar que la solución al problema del mal ha de venir del capital es una ilusión. Y, además, un modo de “echar balones fuera”. Que el problema lo arreglen “los otros”. A mí que nadie me toque lo “mío” pues lo he conseguido honradamente.

SEGUNDA SOLUCIÓN: La de Andrés. (Es buena). “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”. La solución viene de ponerse a compartir lo poco que se tenga. Es el tema de la solidaridad. Jesús podría haber hecho el milagro sin necesidad de “esos pocos panes y peces” pero no quiso porque prefirió destacar el signo de la solidaridad como “milagro permanente”. En la primera comunidad cristiana ·nadie pasaba necesidad porque “los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de las ventas , lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos. 4,34). Según la apología de San Justino del siglo II, al final de la Misa se repartía a los pobres lo que los fieles habían ofrecido. Por eso, desde el principio, la Eucaristía ha estado vinculada a los pobres. El día en que todos los hombres y mujeres del mundo nos demos la mano, ya no habrá más manos pidiendo pan.

TERCERA SOLUCIÓN: La de Jesús. (Es óptima). En Mc. 6,42 se dice: ”Todos comieron”. Jesús nunca hubiera aceptado esos pocos panes y peces para comer Él y sus discípulos solos. La alegría de Jesús es que “comieron todos”. Jesús miró al cielo antes de hacer el milagro. En el cielo está el Padre de todos, que quiere que los alimentos de sus hijos lleguen a todos. Jesús está feliz cuando ve que el alimento ha llegado a todos. No importa que los alimentos no sean exquisitos. Jesús no multiplicó “angulas “ ni siquiera un “pan de trigo”. Eras peces normales y pan de cebada. !Qué felices seríamos el día en que nos pudiéramos comer un plato abundante de patatas, sabiendo que ese plato lo habían comido todos los hombres y mujeres del mundo!. Qué impresionantes las palabras de Jesús: “Recoged los pedazos que han sobrado, que nada se desperdicie”. Los que han vivido en el Tercer Mundo saben todo lo que se puede hacer allá, con lo que a nosotros “nos sobra” acá. Y nos seguimos preguntando:¿Nos es lícito derrochar tanto en cosas superfluas mientras tantos hermanos nuestros carecen de las necesarias?

PREGUNTAS
1.- ¿Estoy convencido de que el hambre en el mundo no lo solucionarán los que más tienen? ¿Por qué sigo pensando de esta manera?
2.- ¿Creo que el problema del hambre se solucionará por el milagro de la solidaridad? ¿Por qué no soy más solidario?
3.- Por la fe sé que el plan de Dios es que los bienes de este mundo estén mejor repartidos. ¿Qué estoy haciendo para que esto se cumpla?

ORACIÓN
Este evangelio, en verso, suena así:
Con este “signo”, Señor,
ante el mundo te presentas
como único “Pan de Vida”,
El esperado “Profeta”.
El “Reino” del Padre Dios
es parecido a una “mesa”.
Todos sus hijos estamos
invitados a la Fiesta.
Pero algunos, dominados
por la ambición y soberbia,
se comen tu pan y dejan
a “tantas gentes” hambrientas.
Tú nos miras y nos dices
hiriendo nuestra conciencia:
Dadles de comer, vosotros.
Sentadlos sobre la hierba.
Sólo nos pides, Señor,
el pan de nuestra pobreza:
los cinco panes y peces
de aquel zagal de tu tierra.
Si ponemos en tus manos
nuestros bienes, nuestra hacienda,
todos se hartarán de pan
y sobrarán doce cestas.
Cambia, Señor, con tu amor
nuestro corazón de piedra.
Quien se hace pan y comparte
sigue de verdad tus huellas.
(José-Javier Pérez Benedí)

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