El Papa reconoce y condena «con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por miembros de la Iglesia»
El Papa ha publicado una carta escrita a todo el pueblo de Dios en la que condena «con fuerza» el «crimen» de los abusos sexuales a menores perpetrados por miembros de la Iglesia, y pide «unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte».
Es el segundo pronunciamiento de la jerarquía de la Iglesia Católica sobre este tema en menos de una semana después del comunicado del viernes del director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burk, en el que decía que la Iglesia siente «vergüenza y dolor» ante «estos horribles crímenes» que condena «inequívocamente».
Ambas declaraciones han surgido tras la reciente publicación de un informe del Gran Jurado de Pensilvania que reveló los abusos sufridos por cerca de 1.000 menores de edad por parte de 300 sacerdotes en los últimos 70 años.
Garantizar la protección de los menores
La carta de Francisco –publicada este lunes– pretende «reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad».
Sin embargo, el Pontífice reconoce que «mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado» y «mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse».
Dolor de las víctimas
En la misiva, el Santo Padre asegura que «la mayoría de los casos» descritos en el informe de Pensilvania «corresponden al pasado», pero «con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen; las heridas nunca prescriben».
El dolor de estas víctimas –que «también es nuestro dolor»– «es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado», reconoce Bergoglio. «Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad. Clamor que el Señor escuchó demostrándonos, una vez más, de qué parte quiere estar».
Asimismo, el Papa asegura «con vergüenza y arrepentimiento» que «no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas».
No basta con pedir perdón
Ante la magnitud de los hechos, y la falta de respuestas en el pasado, Francisco subraya en la carta que «no basta» asumir los hechos y tomar conciencia de lo sucedido, y pide proteger a las víctimas y rescatarlas de su dolor. «Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendido en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura».
En este sentido, exige «denunciar todo aquello que ponga en peligro la integridad de cualquier persona» y «luchar contra todo tipo de corrupción, especialmente la espiritual».
Demora en las soluciones
En la carta, el Papa también ha querido reconocer el trabajo que se está desarrollando en distintas partes del mundo para garantizar y generar las mediaciones necesarias que den seguridad y protejan la integridad de niños y de adultos en estado de vulnerabilidad.
De esta forma, se ha referido a la «implementación de la tolerancia cero y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos». Sin embargo, ha admitido, «nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro».
Contra el clericalismo
Antes de concluir, el Santo Padre ha invitado a todo el pueblo de Dios a la oración y a la penitencia y ha reclamado la participación activa de los laicos. «Es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos», ha dicho.
En este sentido, ha reconocido que «es imposible imaginar una conversión sin la participación activa de todos los integrantes del pueblo de Dios. Es más, cada vez que hemos intentado suplantar, acallar, ignorar, reducir a pequeñas élites al pueblo de Dios, construimos comunidades, planes, acentuaciones teológicas, espiritualidades y estructuras sin raíces, sin memoria, sin rostro, sin cuerpo, en definitiva, sin vida».
Por ello ha arremetido contra el clericalismo que ha definido como «una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia» y de la que ha dicho que es común «en muchas comunidades en las que se han dado las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia».
Para Francisco, el clericalismo no solo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene «una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de la gente». «El clericalismo, favorecido sea por los propios sacerdotes como por los laicos, genera una escisión en el cuerpo eclesial que beneficia y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos. Decir “no al abuso”, es decir enérgicamente “no a cualquier forma de clericalismo”».
«Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables. Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión», concluye.
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
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