sábado, 29 de julio de 2023

Domingo 17, tiempo ordinario: 30 de julio de 2023

 El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo…



INTRODUCCIÓN

Estas dos parábolas: “el tesoro” es decir, lo más valioso, y “la perla” es decir, lo más precioso” son la clave para entender todo el evangelio.  Se habla de “vender todo”; pero no como condición para  adquirir el tesoro,  sino como consecuencia después de haberlo encontrado. La parábola al revés, no funciona. El vender todo lo que tienes, no es garantía ninguna de encontrar el tesoro. Hay que dejar nuestro corazón abierto para llenarnos del “gran tesoro” que es JESÚS. Lo demás vendrá solo.

LECTURAS BÍBLICAS

1ª lectura: 1Re. 3,5.7-12.     2ª lectura: Ro. 8,28-30

EVANGELIO

San Mateo 13, 44-52:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»  Ellos le contestaron: «Sí.» Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN

Estas parábolas de Jesús se aclaran   si entendemos el hallazgo del tesoro o la perla como el flechazo de una persona que se enamora. Todo lo que supone para ella  el tener que dejar casa, padres, ambiente, incluso el país,  le parecerá normal ante el gozo de vivir con la persona a quien tanto ama.  Lo importante, en nuestra fe, es ser seducidos por Jesucristo y descubrir el gozo de vivir con Él.

1.-  Hay que descubrir a Dios como el verdadero tesoro de la vida. Tal vez en otros tiempos en los que “lo religioso” estaba presente en el mundo social y lo impregnaba todo, la fe pudo vivirse de otra manera. Hoy, en un mundo secularizado, nos jugamos todo en un “encuentro personal con Jesucristo”. Este encuentro con Jesús cambia radicalmente nuestra vida. Como cambió la vida de aquellos primeros discípulos que seguían a Jesús sin conocerle. Jesús les dice: ¿Qué buscáis? Y ellos le responden: ¿Dónde moras?  “Venid y ved”. El texto ya no nos dice qué vieron, qué sintieron, qué palparon. Sólo nos dice que estaban en el desierto, es decir, donde Jesús no podía ofrecerles nada y, sin embargo, se quedaron con Él.  Quedaron seducidos por su persona (Jn. 1, 35-39). A Jesús hay que descubrirle como Alguien que nos ayuda, nos anima, nos hace buenos, nos llena de ilusión y de esperanza.

2.– Lo que debe motivar la decisión por seguir a Jesús es el “gozo”. La religión de Jesús es la religión de la alegría. Los Salesianos lo tienen claro: “Nosotros ponemos la esencia de la santidad en vivir siempre alegres”. Han captado la esencia del evangelio. Es una mala Catequesis hablar de las exigencias que comporta la vida cristiana sin haber hecho una presentación cautivadora de la persona de Jesús. Si Lucas escribe un evangelio a los no-judíos, es porque Él quedó fascinado por la “bondad y la dulzura de Jesús”. Y si a lo largo de los siglos, miles y miles de hombres y mujeres han dejado todo por seguirle, no es porque eran unos locos, sino porque quedaron entusiasmados de la persona de Jesús.  Lo único que cambia a una persona es otra persona. Y lo único capaz de cambiar la vida de los cristianos es “el encuentro al vivo con Jesús”.

3.– Diferencia entre las parábolas del tesoro y la perla con la parábola de la red. La parábola de la red que se llena de peces y los ángeles separan los gordos de los pequeños y éstos son arrojados al mar, para sacar la consecuencia de que los malos son arrojados al horno de fuego donde hay llanto y rechinar de dientes, no encaja con las dos primeras. Esta parábola, metiendo miedo a la gente, no fue dicha por Jesús sino puesta por el evangelista con fines moralizantes. Notemos que, desde la parábola pronunciada por Jesús, explicada por los predicadores y narrada por el Evangelista han pasado cuarenta años y la parábola ha podido quedar desdibujada. Para nuestra satisfacción, se ha encontrado esta parábola en el evangelio apócrifo de Tomás, redactado en Copto, contemporáneo a los evangelios canónicos y descubierto en 1945. Y  dice así:” El reino de los cielos se parece a un pescador que salió a pescar y le entró un pez grande, hermoso. Tiró  al mar los pececillos que había pescado, y se quedó con el pez grande”. Ese pez grande, hermoso, es JESUCRISTO,  Los pececillos ya no interesan. Esta sería la parábola original de Jesús, que está en la misma línea de las anteriores.           

PREGUNTAS

1.- ¿He descubierto a Jesucristo como lo más grande y bonito que ha ocurrido en mi vida?  ¿No? ¿A qué esperas?

2.- ¿Me siento feliz y orgulloso de mi fe cristiana? 

3.- ¿Siento necesidad de comunicarla y hacer también felices a otras personas? 

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