VIGILIA DE DIFUNTOS
Monitor:
Hermanos: Nos hemos reunido esta tarde para hacer memoria y rezar por nuestras hermanas y hermanos que han dejado este mundo.
Sus cuerpos, como el de todos nosotros, serán transformados en el día de la resurrección de la carne, entonces gloriosa y perdurable.
Esta es nuestra fe.
Si durante la Solemnidad de todos los Santos se recuerda y honra a los que ya gozan de Dios en el cielo, pensemos que solo a través de la muerte obtuvieron la entrada en el Reino.
Que nuestra Madre Santísima de los Desamparados interceda por todos nuestros hermanos que están sufriendo esta terrible situación.
ADORAMOS AL SEÑOR
De rodillas
Lector:
Todos:
Venimos, Señor, a tu presencia.
Lector:
Te alaba y te canta toda la creación,
Todos:
Venimos, Señor, a tu presencia.
Lector:
Jesús nos unimos a tu oración y a tu adoración al Padre, uniéndonos a tu inmolación por toda la humanidad,
Todos:
Venimos, Señor, a tu presencia.
Lector:
Unidos por nuestros hermanos difuntos con la Iglesia Triunfante que canta eternamente tu gloria,
Todos:
Venimos, Señor, a tu presencia.
Lector:
Para orar por todos aquellos de entre nosotros que han sido llamados a la Casa del Padre
Todos:
Venimos, Señor, a tu presencia.
Lector:
Para llenarnos de ti, para ser luego signo de tu presencia y de tu Amor,
Todos:
Venimos, Señor, a tu presencia.
Lector:
Deseamos, Señor, fortalecernos con el Pan de Vida para estar siempre disponible, en actitud de servicio, en entrega constante a ti, a la Iglesia, a los hermanos…Y por eso,
Todos:
Venimos, Señor, a tu presencia.
Evangelio (Jn 14,1-6)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino. Tomás le dijo: — Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? — Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida — le respondió Jesús—; nadie va al Padre si no es a través de mí».
PALABRA DEL SEÑOR
Comentario al Evangelio
Después de celebrar ayer la fiesta dedicada a todas las personas que gozan de la presencia de Dios en el Cielo, la Iglesia nos invita a rezar de modo especial por los difuntos.
El Evangelio seleccionado recoge una pequeña parte del diálogo de Jesús con sus apóstoles durante la Última Cena, en el que, a raíz de una pregunta de Tomás, les revela que solo a través de Él se puede llegar al Padre.
Podemos imaginar la inquietud e incertidumbre de los apóstoles ante los acontecimientos que están viviendo. Desde la preparación de la cena los días previos con las indicaciones concretas sobre el lugar de la celebración; el comienzo con el lavatorio de los pies y el mandato universal de amarse y servirse los unos a los otros como él hizo durante los tres años de enseñanza con ellos. El Maestro se ha mostrado en un modo especialmente solemne y, también, emotivo. Seguramente percibirían que estaban a las puertas de algo grande, quizá ese algo que no terminaban de entender desde que comenzaron gozosos a seguirle.
Es natural que los hombres, ante la muerte, sintamos también inquietud e incertidumbre. Incluso miedo. Es el momento final, aquel al que nos hemos preparado desde siempre y que sabemos que a todos nos llegará algún día. En este contexto, Jesús nos pide que confiemos en él. Que creamos en Él, porque no nos dejará solos en ese momento y nos llevará a su morada celestial. Por eso Jesús es el Camino, porque no somos nosotros quienes alcanzamos el cielo, sino que nos conduce Él.
Jesús es la Verdad porque en ese trance imponente de la muerte, todas las verdades que nos rodean se deshacen ante la única Verdad del amor de un Dios que da la vida por sus hijos y que solo espera que le acojamos. Por último, Jesús es también la Vida porque Él participa desde toda la eternidad de la vida divina junto a su Padre de la que, mediante su resurrección, nos dejó un testimonio inquebrantable a todos los hombres.
Adoración en silencio
Presidente:
Señor Jesús:
Tú compartiste nuestra vida humana, alegrías y penas, y, sin acusarnos, por amor, cargaste con la responsabilidad de nuestras culpas para redimirnos. Ayúdanos a seguir tu ejemplo desde nuestra situación de pecadores redimidos.
Ante ti, Señor, nos sentimos sinceramente responsables de un mundo al que pertenecemos, que estamos contribuyendo a forjar, y con el que estamos comprometidos especialmente por tu amor. Avergonzados de nuestras obras, fruto del olvido o rechazo culpable de tus enseñanzas, te pedimos perdón y ayuda.
Lector:
Por las propagandas de ateísmo, las blasfemias contra el nombre de Dios, el desprecio de sus obras.
Todos:
Perdón, Señor, perdón.
Lector:
Por los ataques y persecuciones a la Iglesia y a sus miembros, por la críticas destructivas, intencionadas o inconscientes y superficiales.
Todos:
Perdón, Señor, perdón.
Lector:
Por todas las opresiones, injusticias, violencias que atentan contra la libertad y los derechos del hombre en el plano político, social, laboral, familiar.
Todos:
Perdón, Señor, perdón.
Lector:
Por todas las inmoralidades y corrupciones que condicionan y empujan al individuo a una degradación moral o física, disuelven los vínculos familiares y desenfocan los verdaderos valores de la vida.
Todos:
Perdón, Señor, perdón.
Lector:
Por todos los escándalos, y por todos los respetos humanos.
Todos:
Perdón, Señor, perdón
PETICIÓN EN LA ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que concedes a los justos el premio de sus méritos y a los pecadores que hacen penitencia les perdonas sus pecados, ten piedad de nosotros y danos, por la humilde confesión de nuestras culpas, tu paz y tu perdón. Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
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