Oración introductoria
Lecturas de la Sagrada Escritura
Lectura de la primera carta del apóstol San Juan (I Jn 4, 9-15)
- Salmo:
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
+ Lectura del santo evangelio según San Juan (Jn 19, 31-34).
“En aquel tiempo los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua”. Palabra del Señor.
Homilía o reflexión
“En efecto, nadie ha visto a Dios tal como es en sí mismo. Y, sin embargo, Dios no es del todo invisible para nosotros, no ha quedado fuera de nuestro alcance. Dios nos ha amado primero, dice la citada Carta de Juan (cf. 4, 10), y este amor de Dios ha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues « Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él » (1 Jn 4, 9). Dios se ha hecho visible: en Jesús podemos ver al Padre (cf. Jn 14, 9). De hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente.
El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este « antes » de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta” (BENEDICTO XVI, Encíclica Deus caritas est, 17).
Tiempo de silencio.
Preces
Invoquemos, hermanos, a Jesús, manso y humilde de corazón, que en el sacramento de la Eucaristía nos ha dejado la prenda de su amor, y digámosle: MÍRANOS, SEÑOR, Y TEN PIEDAD.
Por la Iglesia santa de Dios; para que sea signo eficaz del amor del Padre por los hombres, reflejado en el Corazón del Redentor, ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por toda la humanidad; para que, a través del testimonio de los cristianos, descubra la insondable riqueza de la misericordia divina, ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por aquellos que buscan el sentido de sus vidas; para que se acerquen a Jesús, fundamento de la esperanza, ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por los que sufren, por los enfermos, por los pobres; para que en el Corazón de nuestro Salvador encuentren consuelo y fortaleza; ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por este Congreso dedicado al Corazón de Jesús, Fuente de Vida; para que contribuya a difundir la verdadera piedad hacia Cristo, ROGUEMOS AL SEÑOR.
Por todos nosotros; para que adorando al Señor en el santísimo Sacramento de su presencia, convirtamos nuestra vida en una respuesta generosa y comprometida al amor de Dios, ROGUEMOS AL SEÑOR.
Bendición
Oremos
Se hace una breve pausa en silencio, y el ministro prosigue:
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