El 22 de agosto, la Iglesia celebra a Santa María Reina, una fiesta que resalta la gloria de la Madre de Dios en el Cielo.
El Papa Pío XII, en 1954, instituyó esta solemnidad tras proclamar el dogma de la Asunción. Si Cristo es Rey, la Virgen María —su Madre— es también Reina, asociada a su victoria sobre el pecado y la muerte.
La tradición cristiana siempre la ha venerado como Reina: en letanías, oraciones y arte sagrado aparece coronada de estrellas, como lo narra el Apocalipsis: “Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12,1).
Ser Reina no le quita dulzura de Madre; al contrario, desde su trono celestial intercede por cada uno de sus hijos.
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