Guardaos de la levadura de los fariseos
1.- Oración introductoria.
Señor, en este rato de oración que voy a realizar sobre el evangelio del día, me llama poderosamente la atención lo que se dice de Ti. “Miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros”. Me pregunto: ¿Qué tenía tu persona que tanto atraía a la gente? ¿Por qué la gente se pisaba por escucharte? Había en Ti algo inefable, misterioso. Brillaban tus ojos con luz propia. De tus labios salían palabras de bondad, de sabiduría, de gracia. Y, sobre todo, de verdad, de coherencia, de no decir nada que antes no lo hubieras hecho vida. Enséñame a vivir como Tú para poder dar un auténtico testimonio de Ti ante el mundo.
2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros. Jesús se puso a decir primeramente a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse. Porque cuanto dijisteis en la oscuridad, será oído a la luz, y lo que hablasteis al oído en las habitaciones privadas, será proclamado desde los terrados. Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehena; sí, os repito: temed a ése. ¿No se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Hay algo que Jesús no puede tragar: la hipocresía. No se puede vivir una doble vida. No se puede encender una vela a Dios y otra al Diablo. No se puede ser cristiano en el Templo y pagano en la calle. Ni tampoco se puede uno guardar “lo que ha visto y oído”. Lo vivido, lo sentido, lo experimentado hay que proclamarlo. Sabemos que en tiempo de Jesús, en las casas no había tejas sino azoteas, Allá se tenían diálogos, conversaciones, tertulias que, lógicamente, se escuchaban en la calle. A esto alude Jesús. Estamos en unos tiempos en los que debemos convertir nuestras casas en “terrazas” y proclamar públicamente nuestra fe. “A la crisis de Dios sólo se puede responder con la pasión por Dios” (Metz). Hoy más que nunca la Iglesia necesita hombres y mujeres apasionados de Dios, que no pueden callar lo que ellos “han visto y oído”. No hay que tener miedo. “Dios cuida hasta de los pajarillos y los cabellos de nuestra cabeza los tiene contados”. Dios, que se preocupa hasta de lo más pequeño, ¿se va a olvidar de nosotros que somos sus hijos? Él está siempre con nosotros hasta el fin del mundo. Salgamos a la calle, a los lugares más alejados, a las periferias, pero sin miedos ni complejos. Pero salgamos convencidos de que llevamos la mejor mercancía: El Evangelio de Jesús, capaz de hacer felices a las personas.
Palabra del Papa
Dios es tan grande que tiene también sitio para nosotros. Y el hombre Jesús, que es al mismo tiempo Dios, es para nosotros la garantía de que ser-hombre y ser-Dios pueden existir y vivir eternamente uno en el otro. Esto quiere decir que de cada uno de nosotros no seguirá existiendo sólo una parte que nos viene, por así decirlo, arrancada, mientras las demás se arruinan; quiere decir más bien que Dios conoce y ama a todo el hombre, lo que somos. Y Dios acoge en su eternidad lo que ahora, en nuestra vida, hecha de sufrimiento y amor, de esperanza, de alegría y de tristeza, crece y llega a ser. Todo el hombre, toda su vida es tomada por Dios y, purificada en Él, recibe la eternidad. ¡Queridos Amigos! Yo creo que esta es una verdad que nos debe llenar de profunda alegría. El cristianismo no anuncia solo una cierta salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo nos fue precioso y querido sería borrado, sino que promete la vida eterna, “la vida del mundo futuro”: nada de lo que es precioso y querido se arruinará, sino que encontrará plenitud en Dios. Todos los cabellos de nuestra cabeza están contados, dijo un día Jesús. El mundo definitivo será el cumplimiento también de esta tierra, como afirma san Pablo: “la creación misma será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Por tanto se comprende que el cristianismo de una esperanza fuerte en un futuro luminoso y abra el camino hacia la realización de este futuro. Nosotros somos llamados, precisamente como cristianos, a edificar este mundo nuevo, a trabajar para que se convierta un día en el “mundo de Dios”, un mundo que sobrepasará todo lo que nosotros mismos podríamos construir. (Homilía de S.S. Benedicto XVI, 16 de agosto de 2010).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)
5.- Propósito: Hoy voy a vivir apasionado por Jesús y contaré lo maravilloso que es vivir así.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor y Dios mío, antes de acabar esta oración, quiero pedirte que me llenes de tu Espíritu, que viva ilusionado por Ti, que tenga experiencias fuertes de tu amor. Que, desde mi propia vida, sepa dar alternativas nuevas a tanta gente que va por la vida sin haber descubierto su sentido y pasa la vida sin saber para qué está en este mundo. Que sepan que se puede vivir alegre, que la vida es hermosa, que hay un Dios que nos ama apasionadamente. Y que lo ha demostrado no con meras palabras sino muriendo por nosotros en la Cruz.
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