“No tentarás al Señor, tu Dios”
INTRODUCCIÓN
Lo primero que nos llama la atención en este relato es lo que nos dice el mismo texto: “Jesús, lleno del Espíritu Santo fue llevado al desierto”. Jesús está lleno del Espíritu, lleno de Dios. Con la fuerza del Espíritu Jesús va a vencer las tentaciones allá donde su pueblo había sucumbido (Num. 14,32). Jesús nos va a decir que las tentaciones no son malas, lo malo es creer que vamos a poder vencer las tentaciones con una vida vacía de Espíritu, vacía de Dios. El Tentador es fuerte, ejerce un gran poder de seducción. Sólo lo puede vencer otro más fuerte que él. Jesús es más fuerte que el fuerte. San Pablo lo experimentó cuando dijo: “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil. 4,13).
LECTURAS DEL DÍA
1ª Lectura: Dt. 26,4-10; 2ª lectura: Ro. 10,8-13.
EVANGELIO
Lc. 4, 1-13.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”». Respondiendo Jesús, le dijo: «Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
REFLEXIÓN
No cabe duda de que las tentaciones son un atentado contra la auténtica libertad del hombre. No somos libres del consumismo, ni del afán de triunfar, ni menos de la obsesión por el poder. Sólo Jesús, venciendo estas tentaciones, nos abre el camino de la libertad y, por consiguiente, de la verdadera felicidad, aunque nos resistamos a aceptarla. Lo decía muy bien Dostoievski en el gran Inquisidor: «Quieres ir por el mundo con las manos vacías, predicando una libertad que los hombres…no pueden soportar; una libertad que atemoriza, pues no hay ni ha habido jamás nada más intolerable para el hombre y la sociedad que el ser libres”.
PRIMERA TENTACIÓN: La del hombre que se resiste a ser el hombre que Dios quiso que fuera. El hombre de todos los tiempos quiere vivir de pan, de pan solo y nada más. Se conforma con tener satisfechas todas sus necesidades materiales, la de sus instintos, como los animales. Es la sociedad de consumo, la del culto al cuerpo, la sociedad del bienestar. No le interesa el bien-ser. Está a gusto en la inmanencia, en el más acá, en el pasarlo bien sin preocuparse de más. Jesús, venciendo esta tentación, le dice que hay en el hombre algo que supera al hombre. Le dice que existe otro tipo de “pan”. Jesús no se conforma con que el hombre recorte sus capacidades, estreche sus horizontes, se corte las alas que Dios le dio para volar por la inmensidad de los cielos, en vuelo vertical. En el salmo 8, el hombre contempla las maravillas de la creación y, tal vez en una noche serena, llena de estrellas, él mismo se hace esta pregunta: ¿Qué es el hombre? Ya por el hecho de preguntar está dando la respuesta. Los seres inanimados no pueden hacer preguntas. Los animales, tampoco. Sólo el hombre puede preguntar por tanta belleza, por tanta grandeza, y quedar anonadado y sin respuesta. La pregunta quedó abierta. La respuesta la dio Pilato cuando dijo: “He ahí el hombre”. El hombre auténtico, el hombre perfecto, el hombre libre, el modelo y paradigma del hombre. Sólo el hombre que siga a Jesús podrá llegar a una vida en plenitud.
SEGUNDA TENTACIÓN. La del hombre que busca el poder por encima de todo. En las otras dos tentaciones el demonio usa la lógica y se apoya en la Palabra de Dios, aunque mal interpretada. En esta pierde la lógica. ¿Quién es él para ofrecer los reinos del mundo? ¿Dónde ha adquirido el derecho de propiedad? Sin embargo, conoce bien el corazón humano y sabe la fuerza que ejerce el poder sobre las personas. Lo vemos en los políticos que, cuando tocan poder, hacen lo posible e imposible para mantenerse. El pueblo puede sufrir, puede pasar hambre, puede emigrar a otros pueblos. ¡No importa! Lo que importa es gastar el presupuesto en defenderse y mantenerse en el poder. En nuestro mundo todos desean tener más, llegar más alto, acumular más influencia y poder, nadar en el éxito y alcanzar mayores cotas de popularidad. También la Iglesia debe pedir perdón por el abuso de poder. El Papa Francisco habla constantemente contra los “carreristas”, los que buscan medrar y hacer carrera con lo religioso. No sea así entre vosotros. Quienes hemos decidido seguir a Jesús hemos de aprender a poner los pies allí donde el Maestro ha pisado primero. Y su huella es la del servicio, la disponibilidad, la acogida incondicional. El que vino a servir y no a ser servido nos ha mostrado el camino para darle la vuelta a la realidad. También para hacer emerger un nuevo modelo de Iglesia que ofrezca esperanza al mundo porque propone, con toda verdad, un modo alternativo de vivir. Más auténtico, más creíble, más audaz.
TERCERA TENTACIÓN.: La del hombre que quiere vivir de privilegios.Jesús pudo aprovecharse del privilegio de ser Hijo de Dios. Se podía tirar del pináculo del Templo sin hacerse daño porque estaba escrito: «te sostendrá en sus manos para que tu pie no tropiece en la piedra” (Salmo 91,12). Pero Jesús no quiso jugar con ventaja, ni vivir de privilegios. Pasó por la vida “como uno más, como uno de tantos” (Fil.2,7). La gran tentación humana es pretender ser más, sobresalir, buscar influencias. Esto que aparece en el mundo civil, también se da en el mundo eclesiástico. El Papa Francisco constantemente nos está hablando del pecado de “clericalismo”. «Solo una Iglesia liberada del poder y del dinero, libre de triunfalismos y clericalismos testimonia de manera creíble que Cristo libera al hombre. Y quien, por su amor, aprende a renunciar a las cosas que pasan, abraza este gran tesoro: la libertad. No se queda enredado en sus apegos, que cada vez le piden algo más, pero nunca dan paz, y siente que el corazón se expande, sin inquietudes, disponible para Dios y para los hermanos». (Discurso del 5 de mayo de 2018). Jesús rechazó con fuerza un mesianismo “triunfalista”.
Precisamente el evangelista Lucas ha cambiado el orden de las tentaciones y ha puesto ésta al final, probablemente para terminar en Jerusalén, según su esquema teológico. Desde un punto de vista práctico, está muy bien que el Mesías auténtico termine en una Cruz. Sólo desde la cima del amor sacrificado y desinteresado, ejercerá su poder. “Cuando yo haya sido elevado en alto, atraeré a todos hacia mí” (Jn. 12,32).
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