sábado, 9 de julio de 2022

EL MANANTIAL DE LA VIDA. Domingo 15, tiempo ordinario: 10 de julio de 2022

 «Anda y haz tú lo mismo»

INTRODUCCIÓN

El centro es amar.

Demasiadas veces ponemos el centro de lo religioso en entender, aceptar, creer verdades. No es así. El centro no es el cerebro, sino el corazón. El centro no es la teoría sino el comportamiento. El secreto no es la erudición sino la con-pasión. Dios no es un enigma de naturalezas y personas, de procesiones y trascendencias. Dios es Abbá, es decir, Dios es amor. Y el amor no es entender, es sentir, conmoverse, acercarse, dar la mano, ser positivo, aceptar…No hace falta que nadie suba a las estrellas o viaje a los confines del mar. No hace falta que se escriban bibliotecas enteras sobre la divinidad y la humanidad. El evangelio es Buena Noticia sobre todo, porque es sabiduría de los sencillos, evidente para los hombres de buena voluntad. Ni Jesús es complicado, ni la cristología es un crucigrama, ni la divinidad es para especialistas. «Jesús, lleno del Espíritu, exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado todo esto a los sabios y a los poderosos y lo has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así lo has querido» (José Enrique Galarreta).

LECTURAS DEL DÍA

1ª lectura: Dt. 30,10-14.             2ª Lectura: Col. 1,15-20

EVANGELIO

Lucas, 10,25-37

En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».

El respondió: «“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”». Él le dijo: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:

«¿Y quién es mi prójimo?».

Respondió Jesús diciendo:

«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”. ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».

REFLEXIÓN

1.- El amor no consiste en palabras sino en obras. Ante la pregunta del fariseo ¿quién es mi prójimo? Jesús no hace un discurso bonito sobre el amor, sino que le deja ante un caso de extrema necesidadAquel hombre que estaba medio muerto no tenía nombre. No se dice que fuera un judío o un pagano. Era simple y llanamente: un hombre. En la caridad no hay que mirar a las etiquetas que ponemos los hombres. Basta que sea una persona.El sacerdote y el escriba que bajaban “casualmente” por ahí… Ellos están acostumbrados a los caminos que llevan al Templo, pero no frecuentan los caminos y las cunetas de los hombres con sus problemas… Dan un rodeo. Desde Jesús ya no se puede ir a Dios dando rodeos al hombre. El templo ya no es el gran templo de Jerusalén recientemente reconstruido por Herodes el Grande. El Templo es cada persona con sus derechos y su dignidad.

2.- El amor no consiste sólo en dar, sino en darse. El samaritano, el que nunca va al templo de Jerusalén, no pasa de largo, sino que se queda con aquel que lo necesita… Lleva su marcha, su programa, su proyecto…pero ante aquel hombre deja todo y se pone a servirle… Le dio aceite, vinagre, le curó, le montó en la cabalgadura… Nos preguntamos qué hubiera pasado si el samaritano le hubiera dejado el aceite, el vinagre y la cartera…Pues que se hubiera muerto. ¡eso sí! Con la cartera a su lado… Lo montó en la cabalgadura… Y él se apeó…La caridad no consiste en dar sino en darse… Dar una limosna para que ese pobre deje de molestarme no es caridad. Párate un poco, pregunta cómo se llama, de donde viene, qué le ocurre…y déjale tu limosna. Lo que más te va a agradecer no es la limosna sino el pequeño tiempo que le has dado. Al final, sonreirá y tú te marcharás contento. (No te digo que lo tengas que hacer con todos. Hazlo con alguno). 

3.- Jesús cambia la pregunta al maestro de la ley. Aquel maestro preguntó a Jesús:¿Quién es mi prójimo? ¿Quién me está próximo, cercano, ¿quién se me aproxima para darle? Pero la pregunta de Jesús es otra: ¿Quién se hizo prójimo?  ¿Quién se acercó al que lo necesitaba? El buen cristiano no espera a que el pobre venga a pedirme, a humillarse delante de mí. El buen cristiano dice: ¿Quién me necesita? ¿Quién necesita mi ayuda, mi dinero, mi tiempo, mi persona?… El prójimo no lo elijo, se me impone. Yo puedo cerrar los ojos para no verlo; pero no por eso su pobreza y su miseria dejarán de mirarme. Jesús tiene necesidad de mí: de mis manos, de mis pies, de mi corazón. Me necesita para servir a los más pequeños, los más débiles, los más abandonados.

PREGUNTAS

1.- ¿Soy un cristiano teórico, que me conformo con decir que el evangelio es maravilloso? ¿O intento cumplir lo que él dice?

2.- ¿Estoy convencido de que la mejor manera de distanciarme de Dios es dar rodeos al hombre?

3.- ¿Busco a la persona que me cae bien, que me está cercana, o intento ir a la que está lejos y me necesita?

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