viernes, 19 de abril de 2024

Domingo 4º, tiempo pascual: 21 de abril de 2024

 Yo soy el buen Pastor



INTRODUCCIÓN

“En tiempo de Jesús, los pastores tenían mala fama. El oficio de pastor estaba en las listas de “oficios despreciados”. Porque tenían fama de tramposos y ladrones (J. Jeremías). El contraste es Jesús, quien considera a las ovejas como algo tan suyo que por ellas se deja la vida. Es más, también siente como suyas las “otras ovejas” que llenan el ancho mundo”. (P. Castillo)

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Hech. 3,13-15.17-19.                  2ª lectura: 1Jn. 2,1-5ª

EVANGELIO

Jn. 10,11-18

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

REFLEXIÓN

Tal vez la mejor explicación al evangelio de hoy sea el salmo 23: El Señor es mi Pastor. De él se ha dicho: “Es el ruiseñor de los salmos: pequeño y con un plumaje ordinario; que canta tímidamente en la sombra, pero su canto ha llenado el mundo entero con una preciosa melodía; más bella no se puede concebir. Bendito el día en que nació este salmo, pues ha calmado él solo, más dolor que toda la filosofía del mundo” (H.W. Becher). En realidad, nos habla de Yavé bajo dos imágenes: Dios como Pastor y Dios como Anfitrión. Dos imágenes que recorren la experiencia del Pueblo. El Señor guía al pueblo por el desierto como un rebaño, dándole agua, comida y reposo.  (Vida nómada). Al llegar a la tierra prometida (vida sedentaria) le recibe como Anfitrión en su tierra.  Veamos la primera parte. Especiales sensaciones que despierta:

1.– NADA ME FALTA. Sensación de plenitud.  Frente a nuestras constantes experiencias de que, en esta vida, todo se nos queda corto, nada nos llena, nada nos satisface, la experiencia del salmista es que Dios le llena del todo. Es lo que sentía Teresa de Jesús: SOLO DIOS BASTA. Y esta frase en Teresa no quiere decir que se pasa todo el día rezando y no le interesan ya las demás cosas. Su vida concreta lo desmiente.  Quiere decir: que cuando Dios no está en nuestra vida, todo suena a vacío; en cambio cuando está, todo se llena de sentido.

2.– EN VERDES TRADERAS ME HACE RECOSTAR.  Sensación de bienestar. Sabemos por experiencia que un campo de hierba verde relaja nuestra vista. Y nada más gratificante que descansar en la hierba después de una caminata en un día de bochorno. La tierra, la madre tierra, me acoge, me abraza, me acaricia. Y esa tierra maternal es Dios para el salmista. Entonces, ¿qué es orar? Descansar en Dios.  Y ¿dónde descansa mejor un niño? En los brazos de su mamá. Lo decía muy bien San Agustín: «Nos has hecho, Señor, para Ti y nuestro corazón va de tumbo en tumbo mientras no descansa en Ti”.

3.– AUNQUE PASE POR CAÑADAS OSCURAS NADA TEMO. Sensación de seguridad. Hay en el rebaño un momento de inquietud. Las ovejas, al llegar la noche, les llega el miedo y el azoramiento.  Pierden el sentido de orientación y no saben dónde están. ¿Quién les quita el miedo? El golpe seco del cayado del Pastor. ¡Ahí está! Estamos en los domingos de Pascua.  ¿Quién será capaz de quitar nuestros miedos?  ¿Y cuando tengamos que atravesar esa “cañada oscura de la muerte”?  Es el Buen Pastor que, dando un golpe seco a la muerte, va delante de nosotros a prepararnos sitio.  Porque donde Él está, quiere que estemos también nosotros (Jn. 14,1-3). 

4.– PORQUE TÚ VAS CONMIGO. Es muy interesante este quiebro literario del salmista. Hasta ahora siempre ha hablado en tercera persona: en forma narrativa: Me conduce, me hace recostar… Y, de repente, pasa a la segunda persona en forma exclamativa: ¡Tú vas conmigo! Es una exclamación jubilosa. Ese Dios sobre el que ha ido reflexionando, ahora lo siente vivo, cercano, íntimo. Una cosa es hablar de Dios y otra sentirlo dentro, gustarle, saborearlo, disfrutarlo. Hay que saber pasar de la tercera persona a la segunda.

PREGUNTAS

1.– Cuando hablo de Dios, ¿De qué Dios estoy hablando?  ¿Del Dios aprendido en libros o del Dios experimentado en la vida?  

2.– Creo en Cristo Resucitado. ¿Y todavía sigo teniendo miedo a la muerte?

3.- ¿Soy agua para tanta gente sedienta? ¿Soy seguridad para tanta gente insegura? ¿Soy alegría para tanta gente triste?  Y si no soy eso ¿qué soy?

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