1.- Introducción.
Señor, mi oración de hoy se dirige a Ti que eres “nuestro hermano mayor”. Los hermanos viven con el Padre en el mismo hogar, comen en la misma mesa, hacen los trabajos de casa según las posibilidades de cada uno. Nadie se siente más que otro. Todos se ayudan y defienden. Esa fraternidad, bajo la mirada cariñosa del Padre, es como una bonita fiesta. Dame, hoy, la gracia de sentirme especialmente hermano de todos y todas que tienen mi misma fe.
2.- Lectura reposada del Evangelio. Mateo 23, 1-12
Entonces Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Reflexionamos sobre unas palabras sorprendentes de Jesús: “A nadie llaméis padre en la tierra. Sólo es Padre el que está en el cielo”. El verdadero Padre es Dios porque lo propio del Padre-Dios es “dar y darse” del todo en el hijo. En esta vida nadie es padre así porque estamos “para dar y recibir”. Dando y recibiendo nos realizamos, Todos tenemos algo que dar y algo que recibir. Y, de esta manera, nos igualamos. “A nadie llaméis maestro”. El maestro es “el que enseña”. No sólo enseña ciencias o letras, sino enseña a vivir. En este sentido sólo Jesús es el “Maestro de la vida”. Los demás pasamos por la vida “enseñando y aprendiendo” los unos de los otros. Nadie es tan ignorante que no tenga algo que enseñar; ni tan sabio que no tenga algo que aprender. Y así aprendiendo y enseñando nos igualamos. “A nadie llaméis señor”. El Señor es el que está por encima de los súbditos. Y en esta vida nadie es más que nadie. Todos somos hijos de Dios y gozamos de la misma dignidad. El título de Señor se lo dieron a Jesús después de haber muerto y Resucitado. Es el Señor de la vida y de la historia. ¿Adónde quiere llevarnos Jesús con estas imágenes? “Todos vosotros sois hermanos” (23,8). Jesús sueña con poder crear en este mundo una auténtica “fraternidad”.
Palabra del Papa
En el pasaje de hoy, Jesús amonesta a los escribas y fariseos, que en la comunidad desempeñaban el papel de maestros, porque su conducta estaba abiertamente en contraste con la enseñanza que proponían a los demás con rigor. Jesús subraya que ellos «dicen, pero no hacen» (Mt 23, 3); más aún, «lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar» (Mt 23, 4). Es necesario acoger la buena doctrina, pero se corre el riesgo de desmentirla con una conducta incoherente. Por esto Jesús dice: «Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen» (Mt 23, 3). La actitud de Jesús es exactamente la opuesta: él es el primero en practicar el mandamiento del amor, que enseña a todos, y puede decir que es un peso ligero y suave precisamente porque nos ayuda a llevarlo juntamente con él (cf. Mt 11, 29-30). (Benedicto XVI, Ángelus, Plaza de San Pedro, 30 de octubre de 2011)
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.-Propósito: Miraré en este día a cada hombre o mujer como mi hermano o mi hermana.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y yo ahora le respondo con mi oración.
Yo, Señor, al acabar este rato de oración, quiero darte gracias porque he descubierto el don de la fraternidad. Es un bonito regalo que nos has hecho. El que ese hombre o esa mujer que tengo a mi lado, sean mi hermano o mi hermana, es el hallazgo más precioso de mi vida. Yo ya no estoy solo en la vida. Vivo bajo la mirada cariñosa de Dios, mi Padre y la compañía gratificante de mis hermanos.
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