Da la sensación, a menudo, de que vivimos entre desgracias, impotencias para resolver los problemas y sacrificios sin sentido. Los cristianos solemos participar de estas sensaciones. Ello sucede porque nos alejamos de nuestro principal objetivo, que es buscar al Maestro, para aprender de Él y cobijarnos en Él. Cuando le buscamos sinceramente, los contratiempos se convierten en acicate para seguir trabajando, el dolor se transforma en consuelo para parecernos más a Él, y encontramos solución a todo lo que, sin su ayuda, nos parece imposible. La cercanía a Jesús nos trae paz, consuelo y fuerzas para ver las cosas con otra mirada.
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