sábado, 15 de junio de 2024

Domingo 11º, tiempo ordinario: 16 de junio de 2024

 El Reino es como una semilla de mostaza…

INTRODUCCIÓN

Quien conoce el Antiguo Testamento, advierte que esta parábola recoge una comparación de Ezequiel modificándola radicalmente. Este profeta se dirige a los judíos de su tiempo, desanimados por tantas desgracias políticas, económicas y religiosas. Para infundirles esperanza, compara al pueblo con un árbol. Pero no con el modesto arbolito de la mostaza, sino con un majestuoso cedro, del que Dios arranca un esqueje para plantarlo «en un monte elevado, en la montaña más alta de Israel». Todo es grandioso en Ezequiel; en el evangelio, todo es modesto. Pero el resultado es el mismo: en ambos árboles pueden anidar los pájaros. La comparación de Ezequiel recuerda la imagen de una iglesia universal dominante, grandiosa, respetada y admirada por todos. La de Jesús, una comunidad modesta, sin grandes pretensiones, pero alegre de poder acoger a quien la necesite. (J.L. SICRE)

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Ez.17,22-24.                  2ª lectura: 2Cor. 5, 6-10

EVANGELIO

San Marcos 4, 26-34:

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.» Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.» Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

REFLEXIÓN

Dos parábolas de Marcos que son dos joyas. La primera nos habla de la “gratuidad” y la segunda de la “importancia de lo “pequeño” Dios es puro don, y no se puede comprar con nada. Por otra parte, a Dios le tira “lo pequeño, lo que no cuenta, lo humilde, lo sencillo”. También Dios tiene derecho a tener sus PREFERENCIAS.    

1.- SEMILLA QUE CRECE SOLA.  Dios, al crear la tierra, nos puso a los hombres dos tareas: la primera fue la de cultivarla, trabajarla, transformarla. Y ésta la hemos cumplido y la estamos cumpliendo, aunque con limitaciones.  Pero la otra fue la de “contemplarla”. Y esto lo hemos hecho muy mal. El Señor nos invita a contemplar: “Mirad los lirios cómo crecen en primavera”. No trabajan…no hilan…y, sin embargo, Dios los viste de preciosos colores. (Mt. 6,28). En la parábola de la semilla “que crece sola”, el Señor nos pide que contemplemos la maravilla de lo que Dios hace en soledad, en silencio, sin la presencia del hombre, incluso cuando éste está dormido. Primero echa tallos, luego la espiga, después el grano. ¡Qué trabajo tan bonito hace Dios en lo escondido! Y si eso hace Dios en la tierra con las plantas, ¿qué maravillas hará Dios con sus hijos, en el corazón de cada persona? Si no miramos, si no contemplamos, la vida se nos llena de rutina o de hastío. Allá donde no hay capacidad de “contemplar”, no hay capacidad de sorpresas. Qué bella la frase de este evangelio: “sin saber cómo”. Lo decía muy bien la madre de los Macabeos: “Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, no fui yo quien os regaló la vida” (2Mac. 7,22).  Una madre, sin saber nada de  biología ni anatomía,  en nueve meses y sin dejar su trabajo ordinario, hace  un mundo de maravillas: la maravilla del ojo, del oído, del corazón, del cerebro. En el salmo 139 aparece Dios como un “divino tejedor bordando nuestros tejidos en el misterio de la maternidad”. Y cada uno de nosotros tenemos experiencias en nuestra vida de haber solucionado asuntos que nos parecían imposibles de resolver “sin saber cómo”. En los hechos irrelevantes, en la simplicidad y normalidad de cada día, se esconde el germen del reino de Dios. Descuidando lo cotidiano, se corre el riesgo de perder la cita con lo eterno”. (Casa de la Biblia).

2.– EL GRANO SE MOSTAZA. Aquí el evangelista no se fija en la semilla, sino en la “pequeñez de la semilla”. Después se hace una gran hortaliza.  Esta parábola de Jesús está en contraposición a lo que nos dice el profeta Ezequiel en el capítulo 17 y que la liturgia, con acierto, ha puesto como primera lectura. La visión del profeta respecto del pueblo de Dios es a lo grande: Ha escogido un “esqueje” de la cima del alto cedro y la plantará en una montará alta. Se convertirá en alto cedro. Lo que domina es el adjetivo “alto”. En la parábola de Jesús todo es pequeño. La semilla no la escoge del viejo tronco de Israel. Será una semilla pequeña ¡eso sí!  con fuerza interior para crecer y hacerse gran hortaliza, pero nunca un árbol. En esta parábola Dios se recrea en lo pequeño. Y sólo desde la humildad se puede crecer. A la hora de elegir Dios una madre no se fue ni a la sabia Grecia ni a la opulenta Roma, sino a Nazaret, un pueblecito desconocido. Y allí escoge a una muchacha humilde, a quien Dios va a mirar con mucho cariño. Si algo grande ha ocurrido en este mundo ha sido esa mirada de Dios sobre María. Y ¿qué ha mirado Dios en ella? Lo dice María: La pequeñez de su esclava”. ¡Qué bien y que a gusto trabaja Dios con lo pequeño! Y qué mal con los sabios y entendidos de este mundo (Mt. 11,25). Los ojos de Dios se van detrás de lo pequeño. Y, como dice San Juan de la Cruz, el mirar de Dios es amar. Hay dos maneras de ir a Dios: Por las buenas o por las malas. Ir por las malas es ir en plan de exigencia, como el fariseo. Ir por las buenas es ir en plan de indigencia, como el publicano.  No es cuestión de “puños cerrados” sino de “manos abiertas”

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de que sólo sintiéndome un regalo de Dios puedo yo convertirme en don para los demás?

2.- ¿Me siento a gusto con la gente sencilla y humilde? ¿Me encanta trabajar con ellos y aprender de ellos?

3.- ¿He caído en la cuenta de la cantidad de cosas que podría hacer con un grupo de “pequeños” que nos pusiéramos de acuerdo en una parroquia?

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