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No todo el que me diga: «Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos”
1.- Oración introductoria.
Hoy la Palabra de Jesús en el evangelio es dura y exigente. Me dices Jesús que debo vivir en verdad y no aparentar lo que no soy. Tu palabra debe transformar mi vida. Si me limito a escucharla cada día pero sigo igual, no avanzo, no cambio, no me transformo, no me parezco cada día un poco más a ti, estoy edificando mi vida sobre la arena movediza. En cualquier momento, todo puede terminar en una ruina total. Ayúdame, Señor, a edificar mi vida sobre la roca firme de las obras.
2.- Lectura reposada de la Palabra del Evangelio Mateo 7, 21-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me diga: «Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?» Y entonces les declararé: «¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!» Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina. Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.
Meditación-reflexión
Nosotros, los que tomamos el evangelio cada día en nuestras manos, no podemos olvidar que la Palabra de Dios es “interpelación”. Es un desafío que nos invita a cambiar, a transformarnos, a ajustar nuestra vida al evangelio. Y nos preguntamos. ¿Por qué leyendo el Evangelio todos los días se nota tan poco en nuestras vidas? Seguimos teniendo los mismos defectos, las mismas limitaciones, las mismas rutinas. Y lo peor es que podemos seguir engañándonos a nosotros mismos y creer que ya somos buenos. Ya en el siglo IV San Juan Crisóstomo advertía a sus fieles:” ¿Acaso creéis que el fervor espiritual consiste simplemente en venir continuamente a la celebración de la Divina Liturgia? Eso no sirve para nada si no obtenemos algún fruto: si no sacamos ningún partido, es mejor que nos quedemos en casa”. El gran profeta Isaías arengaba al pueblo a pensar en la fe de sus antepasados: “Mirad la piedra de que fuisteis tallados, y el corte en la roca de donde fuisteis sacados. Mirad a Abrahán, su padre, y a Sara, que los dio a luz” (Is 51,1-2). En estos tiempos donde se debilita la fe, no está demás el pensar en la fe de nuestros padres. Como diría San Agustín, “la fe en Jesús la aprendimos en la leche de nuestras madres”. Unas madres sencillas, trabajadoras, sacrificadas, que al mismo tiempo que nos enseñaban a hablar y a caminar, nos enseñaron también a rezar.
Palabra del Papa.
“Cristo nos pide permanecer en su amor. Hay dos criterios que ayudan a distinguir el verdadero amor del que no lo es. El primer criterio es éste: el amor está más en los hechos que en las palabras, no es un amor de telenovela, una fantasía, historia que nos hacen latir el corazón pero nada más, está en los hechos concretos. Jesús avisaba a los suyos: «No los que dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que han hecho la voluntad de mi Padre, que cumplen mis mandamientos». El verdadero amor es concreto, está en las obras, es un amor constante. No es un sencillo entusiasmo. También, muchas veces es un amor doloroso: pensemos en el amor de Jesús llevando la cruz. Pero las obras de amor son las que Jesús nos enseña en el pasaje del capítulo 25 de san Mateo. Quien ama hace esto, el protocolo del juicio: Estaba hambriento y me han dado de comer, etc. Las bienaventuranzas, que son el programa pastoral de Jesús, son concretas. El segundo criterio del amor es que el amor se comunica, no permanece aislado. El amor da de sí mismo y recibe, se da esa comunicación que existe entre el Padre y el Hijo, una comunicación que la hace el Espíritu Santo. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 7 de mayo de 2015, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto evangélico que acabo de meditar? (Silencio)
5.- Propósito: Pensaré que puedo arruinar mi vida si no pongo en práctica las enseñanzas de Jesús.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy quiero agradecerte tu palabra exigente. Gracias por esta sacudida que he sentido en el alma. Yo también, como cristiano, puedo vivir del cuento, puedo poner el paraguas y constatar cómo la lluvia de tu Palabra resbala sobre mí. Yo te prometo cambiar, prometo hacer un propósito de llevar a la vida lo que oigo en el evangelio. Quiero asentar mi vida sobre la roca firme.
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