miércoles, 17 de junio de 2020

EL MANANTIAL DE LA VIDA-¿LLEGAN HASTA DIOS NUESTRAS ORACIONES?-(18 de Junio)

         
Este jueves 18 de junio, de la undécima semana del tiempo ordinario, el padre Rodrigo Cordero Torres se pregunta si efectivamente nuestras oraciones en este tiempo tan difícil llegan a Dios. Es un cuestionamiento natural que surge en medio de la angustia, pero al que Dios nos responde con la sencillez del Padre Nuestro. Se trata de una plegaria simple que nos recuerda que al decir “nuestro” nos reconocemos acompañados por los hermanos y por el mismo Dios Padre.
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro
         


1.-Oración introductoria.
Hoy, Señor, te pido que me enseñes a orar. Los judíos rezaban mucho, pero estaban muy lejos de la oración de Jesús. Yo te pido que me enseñes a orar como Tú orabas:  con aquella sencillez, humildad, confianza y ternura con que un niño habla con su Papá. De esta manera mi oración me llevará hasta el mismo corazón del Padre.
EL MANANTIAL DE LA VIDA
2.- Lectura reposada del texto bíblico. Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.
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3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Tal vez el haber dejado la oración sea uno de los males peores de nuestro cristianismo actual. La oración cristiana es sumamente fácil: sólo hace falta una cosa: “dejarse querer por Dios”. Cuando Jesús subía al monte a orar se sentía fuertemente atraído por la ternura del Padre. Para Jesús, orar era algo así como “empaparse de cariño”. Por eso, al querer expresarnos esa experiencia, tiene que acudir a la palabra aramea ABBA. Es el Talmud, el libro que recoge las tradiciones judías, el que nos dice: “Cuando un niño experimenta el gusto del trigo (se le desteta y se le da papilla) lo primero que aprende a decir es: Abbá e Imma, es decir, papá y mamá. Esta palabra nunca se utilizaba en las oraciones de los judíos.  Cuando Jesús nos enseñó esta sublime oración no nos dejó una doctrina sino una experiencia suya con el Padre. Orar es hacer experiencia de Dios, sentirse amado, abrazado, estrechado por nuestro Padre. Todos los santos han quedado fascinados por esta oración. “Nada más pronunciar esta primera palabra comienzan a activarse las relaciones que van de Padre a Hijo y sentimos que el corazón del Padre se abre y que el nuestro se inflama” (San Agustín). Y Santa Teresa de Jesús: “Ocurrirá muchas veces que con sólo decir “Padre” entremos en oración contemplativa… En comenzando nos henchís las manos… ¿Cómo dais tanto con la primera palabra?”
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Palabra del Papa.
“Si por tanto hay algunos que puede explicar hasta el fondo la oración de “Padre nuestro”, enseñada por Jesús, estos son precisamente quienes viven en primera persona la paternidad. Sin la gracia que viene del Padre que está en los cielos, los padres pierden valentía y abandonan el campo. Pero los hijos necesitan encontrar un padre que les espera cuando vuelven de sus fracasos. Harán de todo para no admitirlo, para no mostrarlo, pero lo necesitan: y el no encontrarlo abre en ellos heridas difíciles de sanar. La Iglesia, nuestra madre, está comprometida con apoyar con todas sus fuerzas la presencia buena y generosa de los padres en las familias, porque ellos son para las nuevas generaciones cuidadores y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, en la fe y en la justicia y en la protección de Dios, como san José (S.S. Francisco, audiencia del 4 de febrero de 2015,).
4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra evangélica ya meditada. (Guardo silencio)
5.- Propósito: Rezar despacio el Padre Nuestro como si lo hiciera por primera vez.
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6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Gracias, Dios mío, porque hoy he aprendido a orar. Gracias porque he descubierto que la oración no es cuestión de mucha reflexión y muchas palabras que me cargan la cabeza. Es algo muy sencillo. Me pondré delante de Dios como un niño, me sentaré en sus rodillas, y le dejaré que me dé todos los besos y abrazos que Él me quiera dar. Al final me sentiré la persona más feliz del mundo.

         

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