¡Ay de ti, Corozain! ¡Ay de ti, Betsaida!
1.-Oración introductoria.
Señor, en el evangelio de este día me invitas a “ensanchar mi corazón”. Normalmente las religiones tienden a cerrarse, para no contaminarse; también la religión judía, también las cristianas. Pero en el evangelio yo no encuentro una parábola que diga: El reino de los cielos se parece a una cesta de manzanas que, si se pudre una, contamina a las demás. Sí encuentro unas palabras de Jesús que dicen: “el reino de los cielos es semejante a la levadura que pone una mujer en la artesa y hace fermentar toda la masa”. La cizaña no tiene miedo al trigo ni el bien al mal. Gracias, Señor, por esta visión tuya tan positiva.
2.- Lectura reposada del evangelio. Lucas 10, 13-16
«¡Ay de ti, Corozazin! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! «Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
La expresión ¡Ay! repetida expresa una lamentación por parte de Jesús, pero no una condena. Jesús ni condena, ni castiga, ni amenaza. Es importante descubrir estos sentimientos tan nobles y profundos de Jesús para cambiar nuestras actitudes de enfrentamiento, de venganza y de rechazo. Demás hemos sufrido a lo largo de la historia con tantas guerras de religiones. Y, sobre todo, demás hemos hecho sufrir a nuestro Padre Dios por matarnos unos a otros. En realidad, todas las guerras son “fratricidas”. No hay guerras de naciones contra naciones, de religión contra religión, de hombres contra hombres. Todas son guerras de “hermanos contra hermanos”. La historia es vieja y se repite: “Caín sigue matando a Abel, su hermano”. El enfrentamiento de los hermanos afecta a la creación entera. Somos los hombres los que destruimos bosques, quemamos mieses, ensuciamos ríos y contaminamos los mares. Somos las personas las que destruimos “nuestra casa común”, como ha dicho el Papa Francisco.
Palabra autorizada del Papa
“Cuando nosotros estamos en tentación, no escuchamos la Palabra de Dios: no escuchamos, no entendemos, porque la tentación nos cierra, nos quita cualquier capacidad de previsión, nos cierra cualquier horizonte, y así nos lleva al pecado. Cuando estamos en tentación, solamente la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar la Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está dispuesto a enseñarnos como salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza. Esta confianza es una fuerza grande, cuando estamos en tentación: el Señor nos espera, se fía de nosotros así, tentados, pecadores, siempre abre horizontes. Y viceversa, el diablo con la tentación cierra, cierra, cierra”. (Cf. S.S. Francisco, 18 de febrero de 2014, homilía en Santa Marta)
4-Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio).
Señor, al terminar esta reflexión, quiero volver a tu proyecto original del Paraíso. Quiero que sople sobre el jardín, esa “suave brisa” signo de tu presencia. Con ella vendrá la paz y la armonía sobre la familia humana y sobre la obra de la Creación. Si por un hombre, Adán, vino la destrucción y la muerte, por otro hombre, llamado Jesús, nos ha venido la restauración y la vida. ¡Gracias, Señor!
Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años de edad, el día treinta de septiembre († 1897).
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