sábado, 12 de febrero de 2022

REFLEXIÓN DOMINICAL. Domingo 6º, tiempo ordinario: 13 de febrero de 2022

 


¡Alabado sea Jesucristo!

La resurrección de Jesús es lo que da sentido a nuestra fe. Y lo que hace que podamos caminar con confianza hacia nuestra meta. (1Cor. 15, 12.16-20)

Se cuenta que una vez fue a visitar una leprosería de África una actriz muy famosa. Llevaba sus fotógrafos y periodistas para que la sacaran al día siguiente en todos los diarios del mundo. Visitando una de las salas, la actriz vio a una monja joven que estaba limpiando las llagas a uno de los leprosos. La actriz, horrorizada, dijo a la monja. <<Yo no haría eso por todo el dinero del mundo<<. Y la monja le respondió. <<Ni yo tampoco>>

    Los dos caminos (Jer. 17, 5-8 )  

Creo que en el ejemplo anterior podemos descubrir los dos caminos que traza Jeremías. El camino de los que se fían de las cosas del mundo, y el camino de los que se fían de Dios.

Los primeros serán como un cardo en el desierto. Los segundos, como un árbol plantado junto a las corrientes de agua: dará fruto.

2.      Bienaventuranzas y malaventuranzas (Lc. 6,17.20-26)

En la Biblia, Dios llama <<dichosos>> o <<bienaventurados>> a los que se fían de él. Abrahán, Moisés, los profetas. A la Virgen María se le llama <<bienaventurada>>, porque siempre puso su confianza en Dios. Y Jesús es el bienaventurado por antonomasia: estuvo siempre pendiente de la voluntad del Padre.

En su vida, Jesús se encontró con muchas personas  que eran insensatas porque se fiaban de sí mismas y de los bienes de este mundo. Y también encontró gente sencilla, que ponían a Dios por encima de todo: se confiaban a él.

Jesús predicó las bienaventuranzas y las malaventuranzas. E hizo que cada cual viviera su propia situación.

Los discípulos debían ser hombres de las bienaventuranzas, que son lo sencillos y los humildes que no ponen su confianza en el dinero, ni en las cosas de la tierra, sino que tienen a Dios como único tesoro. Porque donde uno tiene su tesoro, allí tiene su corazón.

3.      Compartir con los que nada tienen (Manos Unidas: "Nuestra Indiferencia los condena al olvido")

En el mundo hay muchos pobres, abandonados, enfermos, que no tienen a nadie. Para ser bienaventurados, Jesús nos dice: hay que compartir.

Por eso los buenos cristianos comparten y reparten. Ponen su vida y sus cosas al servicio de los demás. ¿Qué hacemos nosotros? ¿En qué grupo estamos?

Nosotros compartimos cada domingo la eucaristía, cuerpo y sangre de Jesús. Si la eucaristía es algo importante para nosotros, también tenemos que estar dispuestos a compartir.

Dichosos nosotros si seguimos el camino de las bienaventuranzas.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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