¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido!
1.- Oración introductoria.
Señor, hoy tu evangelio ha calado muy hondo dentro de mí. A veces me he conmovido ante tus palabras; otras veces, ante tus gestos; hoy ante tus palabras y tus gestos. El gesto de la gallina cobijando y defendiendo a sus polluelos me enternece. Y las palabras de queja ante nuestra ingratitud es como una espina de dolor clavada en el corazón. Sólo cabe decir con San Pablo: ¿Qué quieres que yo haga? No quiero que mi vida se llene de palabras. Que sean mis obras de ternura y delicadeza las que den pleno sentido a mi existencia.
2.- Lectura reposada del Evangelio. san Lucas 13, 31-35
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: “Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte”. Él les contestó: “Id a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo curaciones hoy y mañana, y al tercer día terminaré mi obra. Sin embargo, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén. Jerusalén, Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido! Así pues, vuestra casa quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán a ver hasta el día en que digan: ‘¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión.
Recuerdo que cuando estuve en Tierra Santa en mis bodas de plata sacerdotales me emocionó el lugar donde Jesús pronunció estas palabras. Era una capilla curiosa: No tenía retablo sino un cristal desde donde se divisa la ciudad de Jerusalén. ¿Puede haber retablo mejor? Allí Jesús se enterneció, allí Jesús lloró. Qué bien me cae este Dios tan cercano, tan íntimo, tan verdadero. Tiene cercanía, cariño, ternura, sufrimiento, compasión. Un Dios así me conmueve, me incentiva, me motiva a seguirle, aunque haya que ir a Jerusalén. Lo que más le duele a Jesús es que el maravilloso proyecto de su Padre de “pasar por la vida haciendo el bien” sea rechazado. Uno se pregunta: Pero ¿qué quieren los hombres y mujeres de este mundo? Jesús elegirá la muerte antes que dejar de cumplir su misión. Hay algo que vale más que la misma vida: la misión que Dios nos ha encomendado a cada uno. Haz que yo ame mi tarea, mi vocación, mi misión. Es verdad que da miedo, pero Dios no nos abandona. El mismo que dice: “Como el Padre me ha enviado así os envío” (Juan 20,21), también nos dice: “Como el Padre me ha amado a mí así os he amado yo” (Juan 15,9). Las locuras de Jesús sólo se entienden desde el amor.
Palabra del Papa.
“Dios el poderoso, el creador lo puede hacer todo; sin embargo, Dios llora y en esas lágrimas está todo su amor. Dios llora por mí, cuando yo me alejo; llora por cada uno de nosotros; Dios llora por los malvados, los que hacen muchas cosas malas, mucho mal a la humanidad… Él, en efecto, espera, no condena, llora. ¿Por qué? ¡Porque ama!” (Homilía de S.S. Francisco, 29 de octubre de 2015, en Santa Marta).
4.- ¿Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)
5.- Propósito: Hoy voy a hacer las cosas con un “plus”, es decir, con un amor de excelencia.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Todos los días abrimos y cerramos la Lectio con una breve oración. Pero ocurre como en algunos salmos: diciendo las mismas palabras, se expresan cosas distintas. Las palabras, a lo largo de la oración se llenan de sentimientos, emociones y vivencias. Por eso en esta última oración de este día me gustaría decirte, Señor, aunque no estemos a tu altura, aunque no seamos finos y delicados contigo, no te canses nunca de querernos. Yo sólo te pido una cosa: me encantaría hacer siempre lo que a ti te gusta.
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