Bienaventurados…
LECTURAS BÍBLICAS
1ª lectura: Apo. 7, 2-4. 9-14. 2ª lectura: 1Jn. 3, 1-3
EVANGELIO
Mateo 5, 1-12:
Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»
REFLEXIÓN
Hoy es el día de todos los santos. No de los santos de altar, de aquellos que necesitan milagros para ser reconocidos por el Papa. Son los santos innominados que no necesitan reconocimiento oficial, pero que están reconocidos por el Padre Dios “que ve lo que hay en el corazón de cada uno”. ¿Cuáles son las características de estos santos? Veamos:
1.- Los santos son muchos (1ª lectura). Algunas sectas interpretan los números al pie de la letra y dicen que sólo se salvan los 144.000 que dice la Biblia. Y no se dan cuenta que es un número simbólico que resulta de multiplicar 12 (tribus de Israel) por 12 (apóstoles) y añadir mil que indica plenitud. Por eso, el mismo texto dice al final que “era una multitud tan grande que nadie podía contar”. Esto, para nosotros, es muy importante en este día. Si son tantos los santos que nadie puede contar… ¿No voy a estar yo entre ellos? ¿Y mi familia, y mis amigos, y, sobre todo, todos los amigos que tiene Dios? Por eso hoy el pueblo fiel se desplaza al cementerio a visitar y a rezar a “sus santos”. El templo hoy se traslada al cementerio y cada sepultura queda convertida en un altar.
2.– Lo primero que se necesita para ser santo es dejarse amar por Dios (2ª lectura). ¡Mirad qué amor nos ha tenido el Padre! En este mundo hay cosas muy bellas que nos invitan a contemplarlas: las montañas nevadas, los bosques, los mares, la sonrisa de los niños etc. Pero nada tan bello y tan digno de ser contemplado como “el amor que Dios –Padre nos tiene”. Lo primero para ser santo es “sentirse querido por Dios”. En este maravilloso texto de Juan descubrimos un pasado, un presente y un futuro.
Pasado: Mirad que amor nos ha tenido. El mejor comentario lo hace San Pablo en la carta a los Efesios cuando dice: “Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante Él por el amor”.
En Cristo todos tenemos una pre-existencia. Antes de la creación del mundo el Padre nos ha visto ya en Cristo. Desde toda la eternidad todos hemos sido objeto de unos sueños eternos.
Presente. ¡Lo somos! Da la sensación de que el apóstol Juan no acabara de creérselo. Es como esos papás que han estado años esperando un hijo y por fin les llega. No caben de alegría y exclaman ¡Somos papás! ¡Lo somos!
Futuro. “Aún no se ha manifestado lo que seremos”. Para el apóstol el futuro va a ser mucho mejor que el presente y el pasado. Si un Padre, ya en este mundo, nos trata de esa manera ¿Qué hará con nosotros cuando lleguemos al cielo? De un Padre inmensamente poderoso e infinitamente bueno se puede esperar cualquier cosa. ¡Es tiempo de soñar! Una eternidad se pasó Dios soñando en nosotros. ¿Es mucho que nosotros nos pasemos este breve tiempo de la vida soñando en Él? Sabemos que todos nuestros sueños se quedarán cortos.
3.– El santo es aquel que logra ser feliz ya en este mundo (Evangelio). Un Dios que tanto nos ama, no espera a que seamos felices sólo después de la muerte. Quiere que seamos felices ya en este mundo, y ya desde aquí, anticipemos la felicidad que nos espera. La causa de nuestra felicidad es que Dios está de nuestra parte. Los pobres pueden ser felices no porque carecen de medios sino porque tienen en su corazón a Dios como suprema riqueza. Y cuando Dios está en el corazón, cambia la vida de las personas: se pone la alegría no en acumular sino en compartir; no en dominar sino en servir; no en ser más importante sino en hacerse humilde, imitando así a Jesús que, cuando pronunciaba las bienaventuranzas, estaba expresando lo que Él estaba viviendo por dentro. Con la irrupción del Reino de Dios este mundo cambiará y los pobres sociológicos serán acogidos como hijos del Padre bueno y hermanos de los que han puesto en sus corazones a Dios como Rey.
PREGUNTAS
1.– El hecho de ser muchos los que se salvan, ¿me anima a mí a trabajar por conseguir la santidad?
2.- ¿Estoy convencido de que el camino auténtico para ser santo es dejarme amar por Dios? ¿Es esto tan difícil?
3.- ¿Estoy convencido de que Dios quiere que seamos felices ya en esta vida? ¿Estoy dispuesto a experimentarlo siguiendo a Jesús?
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