La tercera obra de misericordia espiritual nos habla de la corrección fraterna.
Hay correcciones que nacen desde actitudes negativas. Esto ocurre cuando uno corrige porque el otro le molesta, porque quiere vivir tranquilo, porque siente envidia ante lo bueno de una persona o porque se fija sólo en lo malo que encuentra en un familiar, un compañero, un conocido.
En ocasiones esas correcciones apuntan a defectos reales, incluso pueden ayudar a quien las recibe. Pero arrancan con un vicio de fondo que muchas veces se refleja en la forma: un extraño deseo de dañar al otro, de humillarle, de hacerle ver que uno es superior y que el otro, por ser inferior, tendría que doblegarse.
Existe, sin embargo, otra perspectiva que convierte a las correcciones en algo bueno, noble, constructivo. Son las correcciones que surgen desde la justicia, desde el respeto más profundo, desde actitudes positivas, desde comportamientos educados. Si, además, se colocan en un contexto de fe y de caridad, como el que sería propio entre personas que comparten el mismo bautismo, estamos ante auténticas correcciones fraternas.
Sobre la corrección fraterna hablaba precisamente Benedicto XVI en 2012 .
¿Qué nos decía el actual Papa emérito sobre el tema?
La idea de fondo del Mensaje es sencilla: hay un fijarse en el hermano que significa sentirnos responsables de lo que le ocurre. Si sufre a nivel material, el “fijarse” nos lleva a proveer a sus necesidades corporales, a acompañarle en sus sufrimientos, a saber defender la justicia. La imagen del buen samaritano, evocada por el Papa en su texto, representa el modelo que debemos seguir, lo cual implica superar una visión excesivamente centrada en uno mismo, en los propios problemas y miedos, para centrarnos en el bien del otro.
Si el hermano sufre a nivel espiritual, el “fijarse” nos lleva a preocuparnos por su salvación eterna. ¿De verdad la suerte definitiva de otro tiene algo que ver conmigo? Sabemos que el llegar al cielo depende radicalmente de Dios y de la libre respuesta de cada uno. Pero el modo de actuar de Dios pasa muchas veces a través de los ojos, de los corazones y de los labios de familiares, amigos, conocidos, que un día nos advirtieron, con respeto y cariño, que íbamos por el mal camino.
Benedicto XVI lo explica con estas palabras: “El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos”.
El Papa cita algunos pasajes de la Biblia que hablan sobre la corrección fraterna, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Desde la Palabra de Dios, la Iglesia ha recogido, entre las obras de misericordia espirituales, la de “corregir al que yerra”, como recuerda el Mensaje.
Luego Benedicto XVI subraya esta idea: “Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano”.
En el fondo, la corrección fraterna, bien entendida, es un modo de participar en la misma pedagogía de Dios que busca ayudar a cada uno de sus hijos. Así lo indica el texto que estamos comentando:
“Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros”.
Estas son enseñanzas que valen siempre. Aprender a corregir no es fácil, pero si nos acercamos a Dios y nos dejamos contagiar por su Amor a cada uno de sus hijos, seremos capaces de tender la mano a nuestros hermanos en sus necesidades materiales. Además, podremos ayudarles en aquellas necesidades espirituales en las que muchos esperan encontrar manos amigas y una sana corrección fraterna llena de cariño.
Hay correcciones que nacen desde actitudes negativas. Esto ocurre cuando uno corrige porque el otro le molesta, porque quiere vivir tranquilo, porque siente envidia ante lo bueno de una persona o porque se fija sólo en lo malo que encuentra en un familiar, un compañero, un conocido.
En ocasiones esas correcciones apuntan a defectos reales, incluso pueden ayudar a quien las recibe. Pero arrancan con un vicio de fondo que muchas veces se refleja en la forma: un extraño deseo de dañar al otro, de humillarle, de hacerle ver que uno es superior y que el otro, por ser inferior, tendría que doblegarse.
Existe, sin embargo, otra perspectiva que convierte a las correcciones en algo bueno, noble, constructivo. Son las correcciones que surgen desde la justicia, desde el respeto más profundo, desde actitudes positivas, desde comportamientos educados. Si, además, se colocan en un contexto de fe y de caridad, como el que sería propio entre personas que comparten el mismo bautismo, estamos ante auténticas correcciones fraternas.
Sobre la corrección fraterna hablaba precisamente Benedicto XVI en 2012 .
¿Qué nos decía el actual Papa emérito sobre el tema?
La idea de fondo del Mensaje es sencilla: hay un fijarse en el hermano que significa sentirnos responsables de lo que le ocurre. Si sufre a nivel material, el “fijarse” nos lleva a proveer a sus necesidades corporales, a acompañarle en sus sufrimientos, a saber defender la justicia. La imagen del buen samaritano, evocada por el Papa en su texto, representa el modelo que debemos seguir, lo cual implica superar una visión excesivamente centrada en uno mismo, en los propios problemas y miedos, para centrarnos en el bien del otro.
Si el hermano sufre a nivel espiritual, el “fijarse” nos lleva a preocuparnos por su salvación eterna. ¿De verdad la suerte definitiva de otro tiene algo que ver conmigo? Sabemos que el llegar al cielo depende radicalmente de Dios y de la libre respuesta de cada uno. Pero el modo de actuar de Dios pasa muchas veces a través de los ojos, de los corazones y de los labios de familiares, amigos, conocidos, que un día nos advirtieron, con respeto y cariño, que íbamos por el mal camino.
Benedicto XVI lo explica con estas palabras: “El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos”.
El Papa cita algunos pasajes de la Biblia que hablan sobre la corrección fraterna, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Desde la Palabra de Dios, la Iglesia ha recogido, entre las obras de misericordia espirituales, la de “corregir al que yerra”, como recuerda el Mensaje.
Luego Benedicto XVI subraya esta idea: “Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano”.
En el fondo, la corrección fraterna, bien entendida, es un modo de participar en la misma pedagogía de Dios que busca ayudar a cada uno de sus hijos. Así lo indica el texto que estamos comentando:
“Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros”.
Estas son enseñanzas que valen siempre. Aprender a corregir no es fácil, pero si nos acercamos a Dios y nos dejamos contagiar por su Amor a cada uno de sus hijos, seremos capaces de tender la mano a nuestros hermanos en sus necesidades materiales. Además, podremos ayudarles en aquellas necesidades espirituales en las que muchos esperan encontrar manos amigas y una sana corrección fraterna llena de cariño.
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