1.- Oración introductoria.
Señor, en la vida es bonito decir “sí”. Uno disfruta cuando no se niega a lo que le piden sus hermanos. Pero el decir sí a una persona siempre es un riesgo, porque cada persona encierra un pequeño “misterio”. De eso saben mucho los matrimonios. Y me pregunto: ¿Y María, ¿cómo se atrevió a decir sí al Misterio de Dios? El mismo evangelio nos dice que María no entendió cosas que había dicho Jesús. Pero aceptaba el misterio y cargaba con él sin pretender abrirlo. Señor, quiero que mi vida sea un sí a Ti y a los hermanos, como lo hizo MARÍA, tu madre y madre nuestra.
2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 1, 26-38
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús .El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
“La mirada de Dios no es como la de los hombres”. Parece que Dios se recrea en el pobre, en el sencillo, en el humilde. A la hora de elegir a su madre no fue ni a la sabia Grecia ni a la opulenta Roma sino a una jovencita de un pueblo insignificante: Nazaret. No es extraño que la Virgen se “turbara”, es decir, se estremeciera. Dice el poeta indio. R. Tagore: “Cuando un pájaro canta sobre la rama de un árbol, al marchar, esa rama queda estremecida”. En el viejo tronco del árbol de Israel ha reverdecido una rama que es María. En ella el ángel ha cantado el más bello canto: “Dios se ha hecho hombre”. María queda “estremecida”. Por algo dice el texto bíblico que “el ángel la dejó” (Lc. 1,38). La dejó a solas, la dejó en paz, gustando, saboreando el misterio. Y es que cuando Dios irrumpe con fuerza en el corazón de una persona, hasta los ángeles estorban. Necesita silencio, soledad. Después, como María, se pondrá en actitud de servicio.
Palabra autorizada del Papa
“La voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él. María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a luz: se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Ángel y dice: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Este «“hágase» no es sólo aceptación, sino también apertura confiada al futuro. ¡Este «hágase» es esperanza! María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el «sí» en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente.» (Papa Francisco, 21 de noviembre de 2013).
4.- Qué me dice ahora a mí esta palabra que acabo de meditar. (Guardo silencio).
5.-Propósito. Hoy diré que sí a Dios, a los hermanos, a la vida. Pero un sí fundamentado en el amor.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Dios mío, gracias por darme a María como madre y modelo de fe. Ella es ¡la creyente!, la que va en primera fila en la caravana de los buscadores de Dios. Ella ha dado un si sonoro y rotundo a Dios. El Espíritu Santo bajó sobre ella de un modo especial en Pentecostés. Por eso ha crecido siempre a la sombra del Espíritu. En ella no ha encontrado ningún obstáculo, ninguna resistencia. Ha trabajado a gusto con Ella y la ha llevado donde Él ha querido. Haz, Señor, que yo me deje conducir por el Espíritu con la docilidad que lo hizo María.
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