Esta noche Señor, me postro de rodillas y te contemplo en el pesebre. Has querido llegar a este mundo de la manera más humilde, has querido mostrarnos a todos que el mejor lugar para alojarte es un corazón sencillo. Esta noche quiero agradecerte, por todos aquellos favores que me has concedido desde el momento en que nací.
Gracias por llamarme tu hijo, por mirarme con bondad cuando solo soy miseria. Gracias por todas las veces que me has levantado, por todas las veces que me has escuchado en las frías noches en que mi corazón se hallaba roto. Gracias por el consuelo inmerecido, por las heridas y los fracasos que me hicieron más fuerte.
Gracias por cada miembro de mi familia, por las sonrisas y carcajadas, por los abrazos y las caricias. Por darme la oportunidad de recibirte una vez más en mi corazón. Ahí estás, hecho hombre, un bebé envuelto en pañales, la más dulce escena jamás antes vista. Tus manitas se extienden en esta fría noche, tu corazón palpita la Vida Eterna, tus ojos se posan sobre María extasiada de amor, y sobre José, desbordante de alegría.
¡He aquí al Salvador, al Rey del Universo! He aquí a mi Jesús, mi dulce Jesús. Gracias por llegar aquella noche a los brazos de María, por hacerte pequeño y frágil. Esta noche solo te pido que nazcas aquí, en este corazón herido, y me permitas tenerte en brazos, tal como tu Madre lo hizo esa noche estrellada, iluminada por la bondad y el amor del Padre.
¡Aquí te espero mi Jesús, aquí te espero!
¡Feliz Navidad para todos!
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