Es tarea muy noble aspirar a que haya paz entre los hombres y entre los pueblos. Como cristianos, nuestra tarea ha de contribuir a ello. Pero hemos de ser conscientes de que antes hay que instaurar la justicia, pues sin ella no hay paz real. Empezando por nosotros mismos, porque a menudo actuamos injustamente con los que nos rodean. De nada nos servirá aspirar a que se extienda el bien entre los seres humanos si no actuamos con bondad. Y esto requiere que practiquemos el perdón con todos, incluso hacia los que están enfrentados a nosotros.
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