SANTIAGO APÓSTOL
¿Podéis beber la copa que yo he de beber?
1.- Oración introductoria.
Señor, hoy vengo a la oración, como todos los días, y escucho de tus labios unas palabras difíciles de entender: “No sabéis pedir”. ¿Es posible que haciendo oración todos los días, me digas que no sé pedir? Con humildad, debo confesar que es así. “Ni la madre de los Zebedeos, ni sus hijos, ni los demás apóstoles sabían pedir. Y yo tampoco. Reconozco que es egoísta mi oración. Dime Tú cómo debe ser mi oración. Dame valentía y coraje para estar dispuesto a beber la copa que Tú ya has bebido.
2.-Lectura reposada del evangelio Mateo 20, 20-28
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?» Ella le dice: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Le dicen: «Sí, podemos». Les dijo Jesús: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
3.-Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Jesús nos dijo: “No será así entre vosotros”. Pero la historia es tozuda y nos dice: “Ha sido y sigue siendo así entre nosotros”. Creo que seguimos con la misma dinámica de los dos hermanos. Y para confirmar lo que digo no necesito ir a Roma. El escándalo lo llevo dentro de mi propio corazón. Me gusta ser importante, me gusta que me sirvan, me gustan los primeros puestos, me gusta todo lo que se opone al proyecto de Jesús. Estamos aquí para servir, para lavar los pies, para dar de comer al hambriento, para hacer la vida más agradable a la gente que lo pasa mal, aunque esto suponga que yo deba sacrificarme. Que quede claro que Santiago no mató ni a moros ni a nadie. Santiago se dejó matar por dar testimonio del Evangelio de Jesús. Ese Santiago que pedía los primeros puestos, fue trabajado por Jesús y fue capaz de “beber la copa del dolor” para parecerse más a él. Ojalá que en la España actual desaparezcan los “Santiagos matamoros”, los intolerantes, los que quieren imponer el evangelio por la fuerza de la espada. Y aparezca el verdadero Apóstol, el que quiere convencer con la fuerza de la verdad, la humildad y la bondad. El que rubrica con su propia sangre la verdad que predica.
Palabra del Papa.
“Existe el riesgo de no entender la verdadera misión del Señor: esto sucede cuando se aprovecha de Jesús, pensando en ‘el poder’. Esta actitud se repite en los evangelios. Muchos siguen a Jesús por interés. Incluso entre sus apóstoles: los hijos de Zebedeo querían ser uno, primer ministro y el otro, ministro de economía, querían el poder. Esa gracia de llevar la buena noticia a los pobres, la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia, se vuelve oscura, se pierde y se convierte en querer algo del poder. Siempre existió esa tentación del poder y de la hipocresía, de pasar del estupor religioso que Jesús nos da cuando nos encuentra, a querer sacar una ventaja personal”. Cf S.S. Francisco, 20 de abril de 2015, Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio que acabo de meditar. (Silencio)
5.- Propósito: Dar gracias a Dios por aquellas personas que me ayudaron a tener fe en Jesucristo.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, te doy gracias por mi fe y también por aquellos apóstoles que me la transmitieron sin faltar a la verdad. Podían haber ocultado sus defectos y debilidades personales; pero no quisieron. Esto me anima a seguir a Jesús a pesar de mis retrocesos, mis deficiencias, mis miserias. Con la gracia de Dios, yo también hoy, como el apóstol Santiago, quiero beber en la copa del Señor.
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