Ante los que no son creyentes podemos tener diferentes comportamientos. Uno de ellos, y es el más correcto, es intentar que conozcan nuestra fe y la acojan como suya. Libremente. Sin coacciones. Sin violencia. Sin sentirnos superiores. Siguiendo el ejemplo de Jesús y de tantos hermanos nuestros que nos han dejado marcado el camino. Con humildad por nuestra parte y con el ejemplo de nuestras vidas. Que nos reconozcan por nuestras obras.
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