La Medalla Milagrosa es uno de los regalos más extraordinarios que la Virgen María ha dado a la Iglesia.
Su historia comienza en 1830, cuando la Madre de Dios se apareció a una joven religiosa humilde: Santa Catalina Labouré, en París.
Una noche, Catalina fue despertada por un niño resplandeciente que le dijo: “La Virgen te espera.”
Al entrar en la capilla, vio a María sentada en el sillón del director espiritual, con una luz que inundaba todo. La Santísima Virgen habló con ella como una madre habla a su hija, anunciándole difíciles tiempos para Francia y para la Iglesia.
Meses después, María volvió a aparecerse, rodeada de luz, con los brazos extendidos y rayos que brotaban hacia la tierra.
Allí le dijo las palabras que cambiaron la historia:
Y esta medalla es una prueba de que el cielo sigue obrando maravillas cuando abrimos el corazón con fe. Amén.
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