El itinerario de iniciación cristiana es progresivo, y consiste en que el catecúmeno reciba los tres sacramentos de iniciación: bautismo, eucaristía y confirmación. Sería, por tanto, una deformación de ese proceso darlo por concluido cuando el candidato aún no ha alcanzado la plena iniciación en la vida de Dios que ofrece la Iglesia. No basta haber recibido la Primera Comunión para ser cristiano pleno.
Esta plenitud sólo se alcanza con la recepción del don del Espíritu Santo, el mismo Espíritu que recibieron los apóstoles el día de Pentecostés. De modo, que sin este sacramento, el cristiano se queda como incompleto e incapaz de vivir de una forma madura la fe que ha recibido, porque le falta la gracia del Espíritu Santo que le configura con “Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien” (Hch 10,38).
La catequesis de confirmación se desarrolla en dos cursos, donde los chicos profundizan en la primera síntesis cristiana recibida durante el período de preparación para la Primera Comunión.
Así mismo, la asistencia habitual de la eucaristía, la confesión y la comunión frecuentes son elementos esenciales para que vayan orientándose a la recepción del Espíritu Santo. Por ello, la participación en la misa, ahora con nuevas responsabilidades, que pueden asumir si lo desean (coro, monaguillos,…), es esencial para ellos. Por ello, es preciso recordar que ningún chico que no participe habitualmente de la misa dominical puede recibir la confirmación.
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