¿Quién dice la gente que soy yo?
1.- Oración Introductoria.
Jesús, me impresiona la cantidad de veces que aparece en el evangelio que estabas “orando a solas”. Tenías necesidad de apartarte, de separarte incluso físicamente de todo y de todos, para “abismarte” en ese mar infinito del amor del Padre. Desde esa experiencia, se explica todo: la cercanía con todas las personas, especialmente con aquellas que, por cualquier motivo o prejuicio, se sienten lejos de ese Padre. Gracias por esas experiencias tuyas tan maravillosas.
2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 9, 18-22
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado». «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. «El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Para el evangelista Lucas, cuando Jesús quiere decir o hacer algo importante, siempre lo hace en “clima de oración”. Aquí se nos dice: “Jesús oraba a solas”. ¿Nos hemos detenido alguna vez en pensar en esos ratos largos de oración de Jesús a solas? Normalmente lo hacía en la montaña, “cuando todavía era muy oscuro” (Mc. 1,35). Y tal vez el no habernos detenido en algo tan esencial para Jesús, ha servido para que el verdadero rostro del Padre lo hayamos desdibujado. Porque el resultado de esa oración inefable y misteriosa de Jesús con el Padre, Jesús lo condensa en una palabra ABBA. Este es el gran mensaje de Jesús: que nuestro Dios es un Papá maravilloso. Cuando Jesús nos invita a decir Abbá no sólo quiere enseñarnos a orar sino que quiere que vivamos esa experiencia inefable que Él tiene con el Padre. Sólo desde esa experiencia, Jesús se atreve a preguntarnos por su persona. Sólo aquel que haya vivido una experiencia de cariño y de ternura con ese Abbá, está capacitado para responder por la figura de Jesús. Se equivocó Pedro, aunque le dijo que era “El Mesías”. Estaba pensando en otro tipo de “mesianismo”. Y nos equivocamos todos si no estamos en la onda con Jesús. ¿Quién es Jesús? El amado del Padre, el enamorado del Padre, el entusiasmado por ese Padre, el identificado con ese Padre, el que sólo tiene una ocupación y preocupación: el que caigamos en la cuenta de todo lo que nos quiere y que no puede hacer otra cosa que querernos con infinito amor. Él está al tanto de todo y sólo quiere que nos abandonemos en Él.
Palabra del Papa
“En el Evangelio del día retrata en la forma de testigo valiente a Pedro, el que a la pregunta de Jesús a los apóstoles: «¿quién decís vosotros que soy yo?», afirma: «Tú eres el Cristo» […]. Esta primera pregunta: ‘¿quién soy yo para vosotros, para ti? – a Pedro, solamente se entiende a lo largo de una camino, después de un largo camino, un camino de gracia y de pecado, un camino de discípulo. Jesús, a Pedro y a sus apósteles, no ha dicho ‘¡Conóceme!’ ha dicho ‘¡sígueme!’ Y este seguir a Jesús nos hace conocer a Jesús. Seguir a Jesús con nuestras virtudes, también con nuestros pecados, pero seguir siempre a Jesús. No es un estudio de cosas que es necesario, sino una vida de discípulo. Es necesario un encuentro cotidiano con el Señor, todos los días, con nuestras victorias y nuestras debilidades. Pero también es un camino que nosotros no podemos hacer solos. Y para ello es necesaria la intervención del Espíritu Santo. Conocer a Jesús es un don del Padre, es Él que nos hace conocer a Jesús; es un trabajo del Espíritu Santo, que es un gran trabajador. No es un sindicalista, es un gran trabajador y trabaja en nosotros siempre. Hace este trabajo de explicar el misterio de Jesús y de darnos este sentido de Cristo. Miramos a Jesús, a Pedro, a los apóstoles y sentimos en nuestro corazón esta pregunta: ‘¿quién soy yo para ti?’ Y como discípulos pedimos al Padre que nos dé el conocimiento de Cristo en el Espíritu Santo, que nos explique este misterio”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de febrero de 2014, en Santa Marta).
4.- Qué significa hoy para mí este texto que acabo de meditar. (Silencio).
5.- Propósito: Me preguntaré con toda sinceridad; ¿Qué supone Jesús hoy para mí? ¿Es algo o es alguien? Y si alguien. ¿es el centro de mi vida?
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora le respondo con mi oración.
Me encanta, Señor, que todos los días comience mi Lectio con una oración y termine con otra. La lectura de la Palabra de Dios debe estar impregnada de oración. Muchas veces, Señor, me he atrevido a hablar, a predicar, sin haber orado. ¡Cuánta palabra de Dios malograda! Te pido perdón. Pero todavía tengo tiempo para rectificar. Quiero rezar tu palabra y hablar desde esa riqueza interior.
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