martes, 28 de enero de 2020

EL MANANTIAL DE LA VIDA. "SALIÓ EL SEMBRADOR A SEMBRAR"


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1.- Oración introductoria.
Hoy, Señor, vengo a la oración con un deseo: el deseo de que Tú, deposites en mi corazón la semilla de la fe, la semilla de la alegría, la semilla del amor. Y, una vez que hayas  depositado la semilla, necesito que te quedes ahí dando energía para que esa semilla crezca y se convierta en una espiga doblada por el peso de los granos. Y todavía necesito que me ayudes a repartir esa buena semilla en otras personas. Si la semilla se queda en el granero no puede dar fruto.
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2.- Lectura reposada de la palabra del Señor. Marcos 4, 1-20
En aquel tiempo Jesús se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento. decía: Quien tenga oídos para oír, que oiga. Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. Él les dijo: A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.
LECTIO DIVINA DE HOY
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
La semilla es la palabra de Dios. Si es semilla, por su propia naturaleza, está llamada a crecer, a multiplicarse, a llegar a plenitud. “Salió el sembrador a sembrar”. El sembrador tiene que salir, no puede quedarse en casa. La semilla que no se siembra no puede producir fruto. Y lo propio del cristiano es “salir”. Iglesia en salida no es un invento del Papa Francisco. Iglesia en salida es la Iglesia pensada y querida por Jesús. “Id y haced discípulos a los habitantes de todas las naciones”. (Mt. 28, 19). Salió, el sembrador, pero ¿cómo salió?  Con su juventud, su ilusión, su canción por el monte y ¡su semilla! El que siembra debe sembrar con alegría, con ilusión, con la esperanza de que esa semilla dará su fruto. Y lo sembró todo.  Sembró la buena tierra y la mala. Sembró los caminos y los cardizales. Por parte del sembrador, que no quede. Lo importante es no cansarse nunca de sembrar. Los padres que no se cansen de sembrar en los hijos, aunque éstos sean unos frescos y descarados. Los maestros que no se cansen de sembrar, aunque los alumnos sean unos díscolos. Y los sacerdotes, que no se cansen de sembrar, aunque en sus iglesias sólo vean ya personas mayores. Un cristiano nunca debe cansarse de sembrar el bien. “Lo nuestro no es cosechar éxitos, conquistar la calle, dominar la sociedad, llenar las Iglesias, imponer nuestra fe religiosa. Lo que nos hace falta son sembradores de esperanza. Jesús nos dejó la parábola del sembrador, no la del cosechador”. (J.A.Pagola). Al final habrá un cosechón. Sabemos que en tiempo de Jesús, una cosecha se consideraba buena cuando daba el siete por uno. Y Jesús habla de sesenta y hasta de 100. Eso nunca se había dado en la tierra de ISRAEL. Pero aquí Jesús está hablando de la cosecha del cielo, de la que Dios dará a los que en esta tierra nunca se cansaron de sembrar.
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Palabra del Papa.
Un sembrador salió a sembrar; sin embargo, no toda la semilla que esparció dio fruto… Como Jesús mismo explica a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que esparce abundantemente la semilla de su Palabra. La semilla, sin embargo, se encuentra a menudo con la aridez de nuestro corazón, e incluso cuando es acogida corre el riesgo de permanecer estéril. Con el don de fortaleza, en cambio, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón, lo libera de la tibieza, de las incertidumbres y de todos los temores que pueden frenarlo, de modo que la Palabra del Señor se ponga en práctica, de manera auténtica y gozosa. Es una gran ayuda este don de fortaleza, nos da fuerza y nos libera también de muchos impedimentos. (Homilía de S.S. Francisco, 14 de mayo de 2014).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Silencio)
5.-Propósito. Sembraré este día de bondad, desde el amanecer hasta el ocaso.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, te quiero agradecer que me hayas llamado a sembrar. Sembrar este mundo de verdad, de cariño, de cercanía, de ilusión y, sobre todo,  de esperanza. Uno está muerto cuando ya no espera nada de la vida. Y uno también puede matar a otro cuando le dice: “Yo no espero nada de ti”. Haz que yo sea una pequeña semilla dispuesta siempre a crecer, a no detenerme,  a soñar con llegar a plenitud.

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