1.- Introducción.
Señor, “si Tú quieres”, me gustaría que fuera el espacio vital en que me muevo. “Si quieres”, si a Ti te gusta, si a Ti te agrada, si a Ti te complace. No quiero hacer nada que a Ti no te guste. Ni tampoco quiero presentarme delante de Ti como una persona buena, sana, suficiente. Vengo ante Ti como el leproso, necesito de tu gracia. Tócame y sáname de todas mis limitaciones: de mi egoísmo, de mi soberbia, de mi vanidad, de mi indiferencia.
2.- Lectura sosegada del evangelio. Marcos 1, 40-45
Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
¿De qué enfermedades le cura el Señor? Primero de la enfermedad física de la lepra, terrible enfermedad que, en medio de los dolores, veía caer la piel a trozos. Segundo: Le cura también de la enfermedad social. Al ser enfermedad contagiosa, a estos enfermos se le separaba de la sociedad, vivían apartados, y cuando alguien se acercaba tenían que gritar “soy impuro”. Y, sobre todo, de la enfermedad espiritual, la más cruel. En aquel tiempo se creían que la enfermedad era castigo del pecado; los enfermos tenían la sensación de que Dios estaba lejos y no les podía escuchar. Este leproso se acerca a Jesús con mucha humildad: “Si quieres”. No se acerca en plan de exigencia sino en plan de indigencia. Jesús le dice: ¡Quiero! Y este quiero sana los tres tipos de lepra: la física, se acerca a Él hasta quebrantar la ley que prohibía “tocarles”. Jesús no le cura por lástima, sino por la ternura de su corazón, p la emoción que siente al verlo tan desvalido. Le cura de la lepra social. Lo reinserta en la sociedad, lo hace una persona normal que se puede ya comunicar con todo el mundo. Y le cura de la lepra espiritual. Al tocarle (algo prohibido por la ley), le está hablando de la cercanía de Dios con él. Dios nunca ha dejado de quererle, al contrario ha estado más cerca de él precisamente por estar más marginado. Es significativo que el excluido de la soledad, el leproso, es integrado a la vida social mientras que Jesús, por haber tocado al leproso, es excluido, hasta el punto que “ya no podía presentarse en público”. Por salvar la dignidad de la persona, Jesús es capaz de arriesgarlo todo. “Jesús murió fuera de la ciudad de Jerusalén para que, por medio de su sangre, Dios perdonara a su pueblo” (Heb, 13,12).
Palabra del Papa
“Señor, si quieres, puedes limpiarme…” Jesús, sintiendo lástima; extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio”. Qué hermosa la compasión de Jesús. Ese “padecer con” que lo acercaba a cada persona que sufre. Jesús, se da completamente, se involucra en el dolor y la necesidad de la gente. Jesús tiene un corazón que no se avergüenza de tener compasión. “No podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado”. Esto significa que, además de curar al leproso, Jesús ha tomado sobre sí la marginación que la ley de Moisés imponía. Jesús no tiene miedo del riesgo que supone asumir el sufrimiento de otro, pero paga el precio con todas las consecuencias.
La compasión lleva a Jesús a actuar concretamente: a reintegrar al marginado. Y éstos son los conceptos claves que la Iglesia nos propone hoy en la liturgia de la palabra: la compasión de Jesús ante la marginación y su voluntad de integración. (Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Silencio)
5.- Propósito. Hoy me comprometo a realizar un milagro que está en mi mano: curar de la enfermedad de la soledad a algún enfermo que se encuentra solo.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, al terminar esta oración quiero darte gracias porque me has ayudado a comprender los tipos de marginación que puede haber en las personas sin que yo caiga en la cuenta. Yo quiero liberar a la gente que sufre en el cuerpo, en la soledad de su alma y en la soledad del corazón al creer que Tú, Señor, estás lejos. Y quiero gritar que Dios nunca está lejos de nosotros, que siempre nos quiere, nos perdona, nos comprende y nos abraza, “aunque estemos leprosos”.
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