sábado, 13 de noviembre de 2021

EL MANANTIAL DE LA VIDA. Domingo 33, tiempo ordinario: 14 de noviembre de 2021

 El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán

INTRODUCCIÓN

En el tiempo en que se escribe este evangelio de Marcos, todo el mundo pensaba que “el fin del mundo era ya inminente”. La destrucción del Templo de Jerusalén fue para ellos, una “premonición”.  Pero hubo un hombre genial, San Lucas, el que “inspirado por Dios” escribió una obra en dos partes: El Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Con el evangelio acaba la etapa del Jesús histórico: Vida, Muerte y Resurrección. Pero esta bonita historia “continua” en los Hechos, es decir, en la vida de la Iglesia. Que nadie hable de “fin del mundo”. Que todos nos pongamos a trabajar y construir un mundo nuevo, el mundo que inició Jesús. Hay mucha tarea por delante y no es tiempo de pensar en el final. Tampoco es tiempo de “dormir”, ni de ser vagos y perezosos.  La tarea es inmensa y apasionante. Teniendo siempre la mirada puesta en Jesús, pasemos por la vida “haciendo el bien a todos” y creando una Nueva Humanidad.   

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Dan. 12, 1-3.        2ª lectura: Heb. 10.11-14.18.

EVANGELIO

Marcos 13, 24-32:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

REFLEXIÓN

En estos últimos domingos del año litúrgico, la Iglesia nos sitúa al final de la historia. Pero para los judíos (y después los cristianos), la historia no es “circular” como en los pueblos vecinos, donde todo se repite, sino “lineal” es decir, con perspectivas de futuro. Israel se encuentra siempre en tensión hacia la salvación que ha de venir. Desde Abrahán, a quien Dios le dice: «sal de tu tierra», pasando por el éxodo hacia la tierra prometida; y terminando por la espera del Mesías, Israel vivió siempre con la esperanza de algo mejor, que Dios le iba a dar. Veamos los textos de hoy en esta perspectiva positiva.

1.– Entonces verán al Hijo del Hombre sobre las nubes.

La partícula “entonces” viene a continuación de hablarnos de una angustia ante el oscurecimiento del sol, y de la luna y la caída de las estrellas. Esto significa que, ante la llegada del Hijo del Hombre en poder y majestad, todas las criaturas palidecen, dejan de brillar. Tal y como habían anunciado los profetas, todos los imperios, destructores de la humanidad, tienen que ceder y dar paso a una humanidad nueva donde reine la justicia, la igualdad, la fraternidad.  “El cielo y la tierra pasarán”. Sí, en este mundo todo pasa: Pasan los astros, los modelos, los ídolos de barro, los que acaparaban las noticas de los medios de comunicación, los grandes de la tierra.  Dice Jesús: Para hablar de este final tan apoteósico, no hay que meter miedo a nadie. Basta con que sepamos presentar el verdadero rostro de Dios. Dios no quiere esclavos que le sirvan por miedo, sino hijos que le amen con libertad. 

2.– Aprended de la higuera. 

Es una bella imagen. Por frío, duro y crudo que sea el invierno, nunca podrá detener la primavera. En primavera las ramas se ponen tiernas, brotan los capullos y son expresión de vida y de belleza.  Parece decirnos Jesús con esta imagen: ¡No tengáis miedo!  Está por estallar una eterna primavera de Dios. Por fin os vais a enterar quien era Dios. Ese Dios que ha estado tan oculto en vuestra historia, se va a manifestar “tal y como es” Allí reunirá “a los elegidos de los cuatro vientos”. Y se logrará la gran fiesta de la fraternidad universal. “Y Dios será todo en todos” (1Cor. 15,28).

3.– El día y la hora nadie lo sabe, sólo el Padre. 

Jesús, durante su vida, no hizo otra cosa que hablarnos del Padre y sólo del Padre. Parece que era eso lo que más le interesaba. Sabía muy bien que en el momento en que los hombres y mujeres de este mundo cayéramos en la cuenta de cómo es Dios, el Dios revelado por el Hijo, un Dios cercano, el Dios –Abbá, es decir, “Papá”, el Dios que sólo quiere nuestro bien y que seamos felices, ese día nuestra vida cambiaría.  El que Dios Padre se haya reservado para Él sólo el saber el día y la hora, lo que quiere decir es que quiere ser El personalmente, el que nos dé la “sorpresa”.  Si un Padre se ha visto forzado a vivir muchos años separado de un hijo, cuando le dicen que ya pronto va a regresar, el primero que quiere ir al aeropuerto a darle el primer beso, el primer abrazo, es el padre. Así es Dios. De lo que ha de suceder ese último día, nadie sabe nada, ni a nadie le interesa. Es algo que se ha reservado el Padre para darnos la GRAN SORPRESA.

PREGUNTAS

1.- ¿Todavía le tengo miedo a Dios? ¿Aún no he experimentado su cariño, su bondad, su ternura? ¿Por qué esperar al último día?

2.- ¿Me da alegría el pensar que después de la muerte, vendrá el “estallido de una eterna primavera”?

3.- ¿He pensado que el primero que vendrá a abrazarme, después de mi muerte, va a ser mi Padre-Dios? ¿Me lo creo?

Tiempo Ordinario

Trigésimo Tercer Domingo – Ciclo B

Monición de entrada

Hoy estamos celebrando el penúltimo domingo del año litúrgico. Siempre hemos oído los relatos apocalípticos sobre la última venida del Señor. Toda la creación será transformada por el amor de Dios, y el tiempo, como lo experimentamos y conocemos ahora, terminará. Mientras tanto caminamos ineludiblemente, día tras día, hacia esa consumación. Tenemos que estar alerta, vigilantes y viviendo nuestra fe. Debemos poner nuestra esperanza en Cristo Jesús, cuyo sacrificio nos santifica. En esta Eucaristía pidamos a Dios la gracia de la perseverancia en nuestra fidelidad a Él y a la Iglesia. 

Primera lectura: Dt 12, 1-3 (Entonces se salvará tu pueblo)

El texto que vamos a escuchar ahora es uno de los más importantes del Antiguo Testamento sobre la resurrección de los muertos. Los justos, en particular aquellos cuyos nombres han quedado escritos para siempre en el cielo, resucitarán. Escuchemos a Daniel y su descripción de lo que ocurrirá en aquellos últimos días.


Segunda lectura: Hb 10, 11-14.18 (Cristo ofreció un solo sacrificio para siempre)

La carta a los hebreos nos dice que Jesús borró con su sacrificio en la cruz, de una vez para siempre, los pecados de toda la humanidad. Él está a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros, guiándonos al cielo. Pongan atención


Tercera lectura: Mc 13, 24-32 (Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos)

Marcos en el texto evangélico de hoy nos anuncia la venida final del Hijo del hombre. Nadie sabe cuándo será esta segunda venida del Señor. Entonces debemos estar vigilantes y mantenernos alerta en todo momento. Aunque el cielo y la tierra pasarán ni Jesús ni sus palabras pasarán. Antes de escuchar este mensaje, pongámonos de pie para que cantemos el Aleluya.



Oración Universal

1. Por la Santa Madre Iglesia: para que el Señor la proteja y la perfeccione hasta el día en que vuelva como juez a la tierra. Roguemos al Señor.

2. Por nuestros niños: para que lleguen a la madurez de la fe, los convertidos perseveren, los catecúmenos se hagan dignos del bautismo y los no creyentes busquen y encuentren la verdad. Roguemos al Señor.

3. Por nuestro pueblo: para que sea regido con justicia y se respeten los derechos de todos sus ciudadanos. Roguemos al Señor.

4. Por los difuntos, en especial por los que se ofrece esta Eucaristía: para que pronto puedan contemplar el rostro del Señor. Roguemos al Señor.

5. Por todos nosotros reunidos alrededor de la mesa: para que nos preparemos para el juicio final, permaneciendo fieles y dirigiendo a Dios nuestras acciones y nuestros deseos. Roguemos al Señor.

Exhortación final

(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 403)

Gloria a ti, Señor Jesús, porque durante tu corta ausencia
Confías en nosotros y nos encomienda la tarea vigilante
De un amor que no echa la siesta cuando hay tanto que hacer.
Enséñanos a unir productivamente la esperanza y el esfuerzo,
Para acelerar el día venturoso de la llegada de tu reino.

Ayúdanos, Señor, también a descubrir tus constantes venidas
En el curso de la historia de cada día y cada hora del mundo,
En el hermano que necesita de nuestra ayuda y cariño,
En los hombres y mujeres que sufren, esperan y te buscan,
Para que caminando junto en la esperanza de la nueva tierra,
Alcancemos el nuevo cielo en que habita tu justicia.

Amén.

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