Grave error sería que esperásemos ser alabados en esta tierra por hacer aquello a lo que estamos obligados. Cuando cumplimos con nuestro deber de cristianos dentro de este mundo, solamente podemos esperar que sea el Señor quien lo reconozca y, en su día, nos lo premie. Cumplir con nuestras obligaciones no ha de granjearnos ninguna alabanza ni reconocimiento. No los busquemos. Hagamos lo que tenemos que hacer convencidos de que es lo que Jesús espera de nosotros.
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