“He hallado la oveja que se me había perdido”
1.- Oración introductoria.
Señor, estas parábolas del capítulo quince de Lucas, son un verdadero tesoro. Aunque un descerebrado hubiera podido quemar todos los evangelios, si de esas cenizas se hubieran podido rescatar estas parábolas, todavía tendríamos argumentos para ser felices. Un Dios-Padre que nos ama de esta manera, es motivo suficiente para llenar nuestro corazón de alegría. Gracias por ser como eres, gracias porque no puedes, no sabes y no quieres hacer otra cosa que amarnos.
2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 15, 1-10
Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el campo, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.» Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión. «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: «Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.» Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Estas parábolas son preciosas, pero no menos preciosa es la introducción a las mismas. La gente del mal vivir: publicanos, prostitutas, pecadores en general, se lo pasaban en grande con Jesús. Y dejaban todo por escucharle. En cambio, los escribas y fariseos, es decir, aquellos que el pueblo tenía por buenos, criticaban a Jesús. Ellos creían que el Mesías vendría a premiarles por las obras buenas que habían acumulado, por los méritos adquiridos, y también vendría a castigar a los pecadores, a los que no han estudiado la Ley. Este es el contexto. Las parábolas que vienen detrás, la de la oveja perdida, la de la mujer que pierde la dracma y la del Hijo Pródigo, son parábolas-revelación. Vienen a decirnos cómo es Dios. Y, de paso, vienen a decirles a los que están todo el día con la biblia en la mano, que no tienen ni idea de lo que es Dios. A Dios sólo lo conoce Dios. Sólo aquel que ha vivido desde siempre con Él, lo puede revelar. Dios es como ese “pastor” que va en busca de la oveja perdida y la pone en sus hombros. O como “esa mujer” (¡Qué osadía la de Jesús al plasmar la imagen de Dios en “forma de mujer!) que se pasa la noche buscando una moneda de poco valor y a la mañana siguiente invita a las vecinas a celebrar el hallazgo de la moneda. No digamos nada del Padre que hace fiesta porque ha encontrado al hijo que era un calavera… ¡Qué maravilla de Dios!
¿Quién no va a ir a apuntarse con Él?
Palabra del Papa
“Algunos cristianos parecen ser devotos de la diosa lamentación. El mundo es el mundo, el mismo que hace cinco siglos atrás y es necesario dar testimonio fuerte, ir adelante pero también soportar las cosas que aún no se pueden cambiar. Con coraje y paciencia a salir de nosotros mismos, hacia la comunidad para invitarlos. Sean por todas partes portadores de la palabra de vida, en nuestros barrios, dónde haya personas. Queridos hermanos, tenemos una oveja y nos faltan 99, salgamos a buscarlas, pidamos la gracia de salir a anunciar el evangelio. Porque es más fácil quedarse en casa con una sola oveja, peinarla, acariciarla, pero a todos nosotros el Señor nos quiere pastores y no peinadores. Dios nos dio esta gracia gratuitamente, debemos darla gratuitamente”. (Cf. S.S. Francisco, 17 de junio de 2013, homilía en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Guardo silencio)
5.- Propósito: Hoy pasaré el día entusiasmado, loco de contento, por haber descubierto el verdadero rostro de Dios.
6.- Dios me ha hablado hoy por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, al acabar de meditar en estas bellas parábolas, no quiero pronunciar ninguna palabra humana. Me estorban todas. Quiero, como la Virgen, quedarme en silencio y con mi alma colmada de emoción y mi corazón lleno de estremecimiento, cantar ¡Aleluya!
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