«Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra”
1.- Oración introductoria.
Señor Jesús, permite que hoy una mi oración a la tuya y diga contigo al Padre: ¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por este momento que me concedes para dialogar contigo! ¡Gracias, porque me revelas los misterios de tu Reino! Gracias porque te manifiestas a los pobres y sencillos. Te amo, Señor. Ayúdame a ser hoy sencillo, manso y humilde de corazón.
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2.- Lectura del evangelio. Lucas 10, 21-24
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
Nuestros ojos se van detrás de las personas importantes, de los que cada día salen en los medios, de los famosos de turno. Pero la mirada de Dios es distinta. Y eso lo ha mantenido a lo largo de 4000 años de historia Sagrada. Ha mirado a la viuda de Sarepta que sólo tenía “un poco de leña, un poco de harina, un poco de aceite”. Y, a la hora de buscar rey para su pueblo, Dios se acuerda de David el hermano más pequeño, el que está cuidando el rebaño, David. Y a la hora de elegir a su madre no va a buscarla ni a la sabia Grecia ni a la poderosa Roma sino a Nazaret un pueblo insignificante, sin historia “Y es que la mirada de Dios no es como la mirada de los hombres”. La sencillez conquista y «subyuga» a Dios. Él se enamora de quien es pobre, pequeño y humilde.
Palabra autorizada del Papa
“Dios ha escondido todo a aquellos que están demasiado llenos de sí mismo y pretenden saberlo ya todo. Están cegados por su propia presunción y no dejan espacio a Dios. Uno puede pensar fácilmente en algunos de los contemporáneos de Jesús, que Él mismo amonestó en varias ocasiones, pero se trata de un peligro que siempre ha existido, y que nos afecta también a nosotros. En cambio, los “pequeños” son los humildes, los sencillos, los pobres, los marginados, los sin voz, los que están cansados y oprimidos, a los que Jesús ha llamado “benditos”. Se puede pensar fácilmente en María, en José, en los pescadores de Galilea, y en los discípulos llamados a lo largo del camino, en el curso de su predicación.» (Papa Francisco, Mensaje del santo padre Francisco para la 88ª Jornada Mundial de las Misiones 2014)
4.- Qué me dice ahora a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)
5.-Propósito. Disfrutaré con las pequeñas cosas de este día.
Según Santa Teresa, la humildad es la verdad. Voy a ser humilde siendo sincero conmigo mismo, sin aparentar lo que no soy.
Señor, la auténtica vida de oración es aquella que me lleva a conocerte, amarte, seguirte e imitarte. ¡Qué gran privilegio! ¡Qué inmensa alegría! No te pido una gran sapiencia, ayúdame a aceptar, con la sencillez de un niño, lo que quieres de mí. Sólo quiero crecer en mi amistad contigo y eso significa que necesito una confianza inquebrantable en tu infinito amor.
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