sábado, 14 de noviembre de 2020

IV JORNADA MUNDIAL MDE LOS POBRES

                                      

IV JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES

 

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Hermanos:

Nos hemos reunido para participar en la Eucaristía en este domingo trigésimo tercero del tiempo ordinario, en el que desde hace ya cuatro años celebramos también la Jornada Mundial de los Pobres. Esta Jornada fue instituida por el papa Francisco como una llamada a poner nuestra mirada en lo esencial y superar las barreras de la indiferencia hacia los pobres y los que sufren.

 

En la eucaristía se acrecienta nuestra comunión con Dios y, por consiguiente, con los hermanos. Por eso, esta celebración, fuente y culmen de la vida de la Iglesia y manantial de gracia, nos ayudará en la tarea de suscitar signos y acciones concretas que nos hagan poner la mirada en los pobres y tender una mano hacia ellos, tanto a nivel personal como social y comunitario.

 

Desde la fe, y con la fuerza del Espíritu que aquí se nos comunica, es como podremos realizar gestos que dan sentido a nuestra vida, signos de proximidad, solidaridad y amor que tienen su origen en Dios y que se convertirán, con su ayuda, en acciones concretas, que no deben ser la excepción por celebrarse esta Jornada, sino que realmente sean parte esencial de la vida cotidiana de la Iglesia y los cristianos, haciéndonos así corresponsables de quienes comparten nuestra vida y nuestro camino, llevando las cargas de los más débiles, superando la indiferencia y el cinismo.

 

La parábola de los talentos, que hoy escucharemos en el evangelio, nos recuerda la importancia de llevar a la vida el don precioso que aquí celebramos y recibimos, permaneciendo fieles para entrar, juntos, en el gozo del Señor.

Acto penitencial

   Defensor de los pobres: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

   Refugio de los débiles: Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad.

Esperanza de los pecadores: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

Oración de los fieles

Oremos al Señor, nuestro Dios. Él distribuye sus dones entre nosotros y escucha el clamor de los pobres.

 

    Para que la Iglesia haga fructificar el tesoro de los valores que Cristo ha depositado en ella. Roguemos al Señor.


    Para que los que tienen autoridad en las naciones hagan de nuestro mundo un lugar de paz y justicia. Roguemos al Señor.

 

    Para que los enfermos terminales y los que sienten cercana la muerte puedan experimentar la paz del Señor y el cariño de sus familiares y amigos. Roguemos al Señor.

 

    Para que los que están en desempleo, los enfermos, los que carecen de cultura y formación, los que viven solos, los que no tienen alimentos o agua potable, los que no tienen un hogar digno, los que han tenido que migrar, encuentren en la Iglesia y en cada cristiano una mano tendida a su pobreza y sufrimiento. Roguemos al Señor.

 

    Para que las instituciones de caridad de la Iglesia y todos los que forman parte de ellas encuentren en la Palabra de Dios inspiración para abrir nuevos horizontes de proximidad, solidaridad y amor para con los pobres, y en la eucaristía la fuerza para llevarlos a cabo en acciones concretas. Roguemos al Señor.

 

    Para que no caigamos en la tentación de la pereza, la rutina, el inmovilismo, el adocenamiento, y pongamos en rendimiento los dones recibidos de Dios en el servicio a todos. Roguemos al Señor.

 

Escucha, Dios de misericordia, la oración de quien tenemos puesta nuestra confianza sólo en ti, y haz- nos cada día testigos creíbles de tu generosidad para con los pobres y los que sufren. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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