IV JORNADA
MUNDIAL DE LOS POBRES
Monición de entrada
Hermanos:
Nos
hemos reunido para participar en la Eucaristía en este domingo
trigésimo tercero del tiempo ordinario, en el que desde hace ya cuatro años celebramos también
la Jornada Mundial
de los Pobres. Esta Jornada fue instituida por el papa Francisco como una llamada
a poner nuestra mirada en lo esencial
y superar las barreras
de la indiferencia hacia los pobres y los que sufren.
En
la eucaristía se acrecienta nuestra
comunión con Dios
y, por consiguiente, con los hermanos. Por eso, esta celebración, fuente y culmen
de la vida de la Iglesia y manantial de gracia, nos ayudará en la
tarea de suscitar signos y acciones concretas que nos hagan
poner la mirada
en los pobres y tender
una mano hacia
ellos, tanto a nivel personal como social y comunitario.
Desde
la fe, y con la fuerza del Espíritu que
aquí se nos
comunica, es como
podremos realizar gestos que dan sentido a nuestra vida,
signos de proximidad, solidaridad y amor que tienen
su origen en Dios y que
se convertirán, con su ayuda,
en acciones concretas, que no deben
ser la excepción por celebrarse
esta Jornada, sino que realmente sean parte esencial
de la vida cotidiana de la Iglesia
y los cristianos, haciéndonos así corresponsables de quienes comparten nuestra vida y nuestro camino,
llevando las cargas de los más
débiles, superando la indiferencia y el cinismo.
La parábola de los talentos, que hoy escucharemos en el evangelio, nos recuerda la importancia de llevar a la vida el don precioso que aquí celebramos y recibimos, permaneciendo fieles para entrar, juntos, en el gozo del Señor.
Acto penitencial
— Defensor de los pobres: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
— Refugio de los débiles: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
— Esperanza de los pecadores: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Oración de los
fieles
Oremos al Señor, nuestro
Dios. Él distribuye sus dones entre
nosotros y escucha
el clamor de los pobres.
— Para que la Iglesia haga fructificar el tesoro de los valores que Cristo ha depositado en ella. Roguemos al Señor.
— Para que los que tienen autoridad en las naciones hagan de nuestro mundo un lugar de paz y justicia. Roguemos al Señor.
— Para que los enfermos terminales y los que sienten cercana la muerte puedan experimentar la paz del Señor y el cariño de sus familiares y amigos. Roguemos al Señor.
—
Para que los que están en desempleo, los enfermos, los que carecen
de cultura y formación, los que
viven solos, los que no tienen alimentos o agua potable,
los que no tienen un hogar digno,
los que han tenido
que migrar, encuentren en la Iglesia
y en cada cristiano una
mano tendida a su pobreza
y sufrimiento. Roguemos al Señor.
— Para que las instituciones de caridad de la Iglesia y todos los que forman parte de ellas encuentren en la Palabra de Dios inspiración para abrir nuevos horizontes de proximidad, solidaridad y amor para con los pobres, y en la eucaristía la fuerza para llevarlos a cabo en acciones concretas. Roguemos al Señor.
—
Para que no caigamos en la
tentación de la pereza, la rutina, el inmovilismo, el adocenamiento, y pongamos en rendimiento los dones recibidos
de Dios en el servicio
a todos. Roguemos
al Señor.
Escucha, Dios de misericordia, la oración de quien tenemos
puesta nuestra confianza sólo en ti, y haz- nos cada día testigos creíbles de tu generosidad para
con los pobres
y los que sufren. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
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